«La prostitución voluntaria apenas existe»

La abogada Ana Garcia Costas atiende gratuitamente en toda Galicia a tres mil mujeres vulnerables y prostituidas

La Voz de Galicia, LUIS CARLOS LLERA, 18-03-2024

ue abogada en la operación Carioca. Tres días a la semana tiene que comer en su despacho por falta de tiempo para ir y volver a su casa de San Paio, un barrio situado a las afueras de Vigo camino del aeropuerto. Es lo que tiene ser letrada por cuenta propia. Penalista y habitual de los casos de oficio, Ana María García Costas (Vigo, 1967) dedica mucho tiempo y esfuerzos en asesorar jurídicamente de forma gratuita a muchas mujeres vulnerables y prostituidas. Es la presidenta de la oenegé Faraxa que atiende a 3.000 mujeres de toda Galicia. Además, ejerce como diputada en la junta directiva del Colegio de Abogados, donde ha llevado a cabo un dura batalla para impulsar que los letrados puedan recuperar el dinero que pagaron durante muchos año a la mutua.

En su despacho de Navia, en Vigo, se acumulan los asuntos sobre la mesa. Comenta que el sumario de la Carioca fueron 147.000 folios y que es un caso notable en el oscuro mundo de la trata y explotación de mujeres. Estaba en la asociación feminista Alecrín, donde prestaba asistencia jurídica, y le propusieron llevar Faraxa. «Atendemos a 3.000 mujeres de toda Galicia que se encuentran en situación vulnerable, muchas de ellas en la prostitución y otras con diversos problemas y falta de recursos para salir de ellos. Empecé a trabajar en violencia de género cuando ni siquiera se llamaba así», recuerda.

El panorama de la inmigración ha evolucionado. Hace unos años llegaban a Galicia muchas mujeres venezolanas pero ahora «tenemos sobre todo colombianas y están llegando muchas peruana. Debe de estar muy mal la situación económica en Perú». Asegura que «la prostitución voluntaria apenas existe. Puede haber algún caso, pero cuando hablas con esa persona y rascas un poco te cuenta que tiene que alimentar a tres hijos que ha dejado en Colombia y que su madre está enferma y tiene que enviarles dinero».

Niños encadenados

Ha llevado casos de trata de mujeres que han marcado un antes y un después. «Recibimos una denuncia de una nigeriana, prostituta callejera en la avenida de Beiramar de Vigo, que relató que tenían a los niños de sus compañeras atados a camas en Toledo mientras las madres eran obligadas a prostituirse en Francia». La policía fue allí y se encontró con unos niños muy pequeños en esa situación trágica. Atados y vigilados por los proxenetas.

La abogada, de niñaLa abogada, de niña
Ese caso fue un paso importante porque las nigerianas suelen ser muy reacias a hablar. «Son fáciles de explotar porque tienen un pacto de vudú por el cual una familia entrega a un hombre, que tiene su propia organización, a su hija a cambio de que puedan labrarse un futuro en Europa». «Estos hombres tienen su equipo de comerciales mujeres que engañan a las chicas diciendo que van a tener una vida maravillosa en Europa. Y las hacen cruzar el desierto, luego en Marruecos las violan para que tengan un bebé y así cuando las montan en la patera con el bebé y las interceptan no las pueden repatriar». Al llegar a Galicia, las hacinan en un piso donde duermen quince personas. «No les dan papeles y tienen que estar disponibles 24 horas al día, siete días a la semana. Les ponen geolocalizadores para tenerlas controladas en todo momento».

En los pisos las obligan a satisfacer todos los caprichos de los clientes. «Ha habido casos como el de un hombre que se llevó a la Casita de Elena la ropa de su hija o de una amiga de su hija y obligó a la chica a ponérsela. Otro se llevó unos conejitos vivos y forzó a la chica a sentarse encima de ellos hasta que muriesen asfixiados». El catálogo de perversiones es amplio y las prostitutas tienen que someterse por completo a la voluntad del pagador, incluido el consumo de drogas. «Conozco a mujeres de más de 60 años a las que les han destrozado la vida y a los 62 siguen consumiendo cocaína después de haber pasado por la heroína y el alcohol para aguantar la prostitución», relata la presidenta de Faraxa.

No me voy a la mutua

La letrada fue una de las impulsora de la asociación Anama, que surgió para reivindicar el paso de la Mutualidad de la Abogacía al régimen de autónomos. «Yo soy autónoma desde hace un año porque cuando me colegié nadie nos explicó que íbamos a cobrar unas pensiones irrisorias de la mutua. No nos permiten recuperar el dinero y no quiero seguir alimentando a la bestia». La mutualidad es ahora una compañía de seguros que promueve planes de jubilación. Está presidida por Enrique Sanz Fernández-Lomana. «Nos vendieron que cada uno tenía su caja y hay compañeros que se han jubilado y que se han encontrado con que solo reciben de jubilación 400 euros al mes con los que tienen que pagar todo», señala Ana García.

Hasta el año pasado pagaba a la mutua 4.000 euros al año y ahora el primer año como autónoma paga 85 euros al mes a la espera que le calculen la cuota en función de su facturación.

La presidenta de Faraxa está habilitada y ejerció como administradora concursal en varios concursos de acreedores, pero tiene una fuerte vocación social y un gran amor a la familia, con la que comparte su afición al fútbol. Se desplaza con su marido para ver los partidos del Celta. Su último viaje fue a Cádiz: «Tomamos un atún rojo extraordinario en Barbate».

Dice orgullosa que se casó a los 21 años después de haber empezado la carrera en Santiago. Crio a dos hijos y retomó la carrera en la UNED. Se licenció en 1995 y su primer caso ya fue curioso: el robo de un coche de Frutas Nieves que se empotró contra el de su hermana.

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