Yosi Hatillo, dominicana residente en A Coruña: «¿Cómo voy a empoderarme si no tengo ningún poder?»

Esta activista es una de las autoras del libro «Yo, mujer migrante», donde los relatos de las que llegaron a España desde otros puntos del globo pasan de los márgenes al centro de la historia

La Voz de Galicia, LAURA G. DEL VALLE, 14-03-2024

«Sigo siendo una migrante de mierda». Es curioso cómo antes de la entrevista, Yosi Hatillo confiesa que le da pánico acabar siendo carne de un titular que se haga viral en esas redes sociales donde los xenófobos campan a sus anchas. Lo adelanta, quizás, porque es una máquina de lanzar declaraciones de las que agitan —e incomodan— conciencias. Igual que el libro en el que ha participado y que está disponible en preventa, Yo, mujer migrante: un testimonio colectivo que reúne las historias de aquellas que cambiaron su país de origen para instalarse en España.

Son varias las voces que se han juntado —agradece especialmente el papel de coordinación a Zinthia Álvarez— para reapropiarse de su historia y contar en primera persona unos periplos que, lamenta, se utilizan «como arma política cuando viene bien, pero luego caen en el olvido». Por eso aprovecha sus dotes de activista para lanzar un guante a todo aquel que quiera recogerlo, entendiendo que colgarse el cartel de racista es complicado de gestionar para una sociedad —mayoritariamente blanca y heterosexual— que cada vez se esfuerza más por alcanzar una igualdad real.

Procedente de la República Dominicana, esta periodista lleva desde el 2006 viviendo en A Coruña. Llegó un día de octubre en el que iba a cumplir su sueño de ver el amanecer desde un tren —«porque en mi país no hay trenes», aclara, para añadir que no sabía entonces lo densa que podía llegar a ser la niebla gallega—. Y no solo se llevó un chasco con el sueño europeo, sino que también descubrió que su papel en el mundo había cambiado radicalmente. «En doce horas dejé de ser una profesional reputada para ser una migrante de mierda, lo que sigo siendo hoy y me da igual; porque decidí conquistar A Coruña y que esta sería mi casa».

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Con 45 años y cuatro hijos, llegó a la urbe por amor «y se quedó por otro amor distinto», cuenta misteriosa. A lo largo de estos años ha podido labrar un discurso sólido sobre lo que representa en España ser mujer y migrante, dos condiciones que a veces, revela, no es capaz de disociar porque no sabe si algo «lo sufre por mujer, por negra o por ambas cosas». Y es que además, en la ruleta de la genética le tocó tener la piel de un color que «pone las cosas más difíciles, porque claro que hay migrantes de primera y de segunda», indica, para explicar que «cuanto más clara tengas la piel y cuanto más cerca estés de Europa, mejor te irá».

Yosi invita a «repensarse» a esos hombres que creen que no son machistas, pero también a esas mujeres feministas que tienen una lucha particular, donde parece que no caben todas. «El feminismo que conozco no es algo que me represente. Muchas hacen un trabajo maravilloso, pero casi nunca se asume el antirracismo como causa que va de la mano. Solo nos llaman para hablar de cosas que tienen que ver con nuestra condición de migrantes, como si no fuéramos valiosas como ingenieras o comunicadoras. Cuando escucho que me tengo que empoderar me da la risa: “¿Y quién me da el poder?”».

De lo relativo del poder habla cuando señala que hay avances, que aflojó el ceño y dibujó una sonrisa hace poco, cuando vio en una de las líneas urbanas de la ciudad «a una conductora de autobús negra». «Mira con qué poco me conformo para alegrarme por estas cosas; no quiero alegrarme más», dice contrariada. Lamenta la situación de extrema desigualdad, pero recuerda cuando a ella le ponían delante una escoba al llegar a esta ciudad porque «las chicas como tú aquí hacéis estas cosas».

«La sociedad ahora por lo general no es así, es cierto, pero seguimos sin estar en la agenda de manera efectiva. Nadie piensa en que España avanza hacia un país multicultural y diverso étnico-racialmente, y es una realidad. Una realidad incontestable como que paga ella la cuenta tras la entrevista. «En mi barrio invito yo».

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