Yevheniia, la refugiada de Kiev que ya no dejará Galicia: «Ahora me llaman Uxía, y me encanta»

Yevheniia Piontkovska llegó hace dos años desde Ucrania y está plenamente integrada en Santiago, donde cursa un máster de psicología en la USC y vive con su abuelo

La Voz de Galicia, O. P. ARCA SANTIAGO / LA VOZ, 26-02-2024

evheniia Piontkovska era una estudiante de psicología de Kiev hasta el 24 de febrero del 2022. Esa mañana, con las primeras explosiones de la invasión rusa a su país, se acabó la que hasta entonces había sido su vida durante 21 años, para comenzar un nuevo destino. Pocos días después, el 5 de marzo, se subía a un tren para dejar atrás la capital de Ucrania y emprender un viaje cruzando Europa hasta su extremo más occidental, y encontrarse con su tía, sus primas y su abuela en Teo, adonde ellas habían emigrado ya años antes. Llegó el 12 de marzo a la estación de Santiago sin hablar una palabra de castellano, y dos años después sus compañeras en el máster de psicología que cursa en la USC ya le han cambiado su Yevheniia natal por un galaico Uxía, «y me encanta».

Ella es una de aquellas decenas de personas que llegaron a la ciudad en las semanas posteriores a la invasión rusa y permite apreciar la integración que en muchos casos se ha producido. En la actualidad vive con su abuelo (que llegó a mediados del 2022) en un piso del Ensanche compostelano, con la ayuda de la ONG Movimiento por la Paz, y ya se siente de aquí. Pero con la permanente añoranza de la familia que se quedó en Ucrania. En especial de su madre, que no quiso abandonar Kiev: «No sabe español ni inglés, y ella quiere trabajar. Aquí no podría hacerlo sin saber el idioma, y cree que es muy difícil aprender otra lengua, no quiere cambiar su vida de allí. Es cocinera y tiene una cafetería, pero me comenta que los gastos están disparados, tanto del gas, que además es muy malo, como de electricidad y de alimentos … Está bastante difícil vivir allí», señala con un correcto castellano, en el que intercala un muy bien traído «¡ay Dios!» cuando alguna palabra o explicación se le complica más de lo esperado.

Hace dos años que vive a miles de kilómetros de su madre y reconoce que «es muy difícil. Estoy muy unida a ella, es mi amiga y es mi sangre. La llamo cada día, por whatsapp, por vídeollamada, pero quiero verla». Espera que ese contacto físico pueda hacerse realidad de nuevo dentro de unos meses, como cuando en junio del pasado año se reencontraron una semana, porque confía en que vuelva a visitarla a Santiago en verano. Yevheniia no está sola aquí. Siente el respaldo de su familia en Teo, y de las amistades que ha podido hacer en estos dos años en Santiago.

XOAN A. SOLER
En su futuro no vislumbra regresar a Ucrania. Espera concluir su máster de psicología este año, y poder trabajar en Galicia de su profesión: «No sé si será en Santiago, o si podría trasladarme a una ciudad más grande, como Vigo o A Coruña», en busca de un mayor mercado laboral. Lo que tiene claro es que no le gustaría moverse de Galicia, una tierra que le apasiona: «Me encanta el océano y el mar. Me gusta mucho ir a la playa», por eso entre sus preferencias está la zona de Ferrol. Y también disfruta con la gastronomía gallega: «El pulpo, los calamares y también el caldo, que es muy parecido al ucraniano» son los platos que señala como sus predilectos, con una sonrisa.

El final de la guerra no lo ve a corto plazo. Ella, como las demás refugiadas que llegaron hace dos años, querían creer que sería una contienda corta, pero han pasado 24 meses y no se vislumbra su término: «Me gustaría que acabase lo más pronto posible, pero creo que puede prolongarse todavía otro año. Y hay quien piensa que durará todavía más», señala. Tampoco entiende alguna de las políticas de su gobierno, como el relevo del ministro de Defensa en plena guerra, yve al presidente Zelenski cansado, y con la sensación de que no sabe qué más puede aportar para que la guerra acabe.

Yevheniia ya es Uxía. Como Hanna es Ana en Cacheiras, donde vive con sus dos hijos: allí se mudó tras residir más de un año en la casa familiar de Grigori Nedobora en Santiago, amigo de la infancia de su padre en Járkov. Ellas, como Artur Shpakovskyi, son vecinos de una comunidad que hasta galleguiza sus nombres para hacerlos más suyos.

Cáritas financia la manutención de 45 refugiadas en el Monte do Gozo y atendió 132 familias en estos dos años
Uno de los centros que aglutinó al colectivo de refugiadas de Ucrania en Santiago fue el albergue del Monte do Gozo. Allí llegaron a finales de marzo del 2022 un amplio grupo de mujeres con sus hijos y algún hombre de edad avanzada, ya que los menores de 60 años no podían salir del país por si eran movilizados para acudir al frente. En la actualidad son 45 las personas que allí continúan, varios de ellas niños en edad escolar que cursan estudios en centros como el colegio Mestre Rodríguez Xixirei de Lavacolla. Cáritas Diocesana financia desde entonces la manutención de este colectivo de personas refugiadas.

Desde la entidad, ofrecieron ayer otro dato de relevancia: desde febrero del año 2022 prestaron asistencia en toda el área que cubren desde Santiago a 132 familias ucranianas, en ayudas para alimentos y en algún caso para alquiler, por lo que señalan que se acercan a las 400 personas las que recibieron apoyo de Cáritas.

Concierto mañana en Santiago

El segundo aniversario de la invasión rusa no pasará inadvertido en Santiago. Mañana domingo, el auditorio de Abanca en la rúa Preguntoiro acogerá a partir de las 19 horas el concierto benéfico Paz para Ucrania, a cargo de los músicos de SanArte y otros colaboradores. La actividad contará con la participación de la narradora Soledad Felloza y con la presentación de Irina Gruia. Las entradas pueden adquirirse en ataquilla.com, con un precio de 10 euros (gratuito para niños) a beneficio de Aga Ucraína, que lo destinará a la compra de audífonos para víctimas de la guerra.

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