Víctima de las adicciones

«Consumía alcohol y coca para evadirme de mis problemas. Dejarlo fue muy duro»

Sebas comenzó a drogarse a los 14 años. Se rehabilitó, pero el suicidio de su padre le hizo recaer. Tras participar en el programa Erdu contra la dependencia, lleva más de dos años abstinente

Diario Vasco, Macarena Tejada San Sebastián, 19-02-2024

Sebas lleva dos años limpio, desde que entró a vivir en un centro de acogida de Cáritas Gipuzkoa. Fue la promesa que le hizo la directora de este recurso cuando se entrevistó con ella para que le diera una plaza y tener un techo bajo el que dormir después de un largo tiempo en la calle. Sus palabras fueron claras. Le dijo que si le aceptaba «no iba a tomar ni una gota más de alcohol, ni una raya, ni un porro». Dejarlo le resultó «muy duro», sobre todo «al principio». Pero de momento ha cumplido. Ya han pasado casi un millar de días «y no voy a sucumbir», sentencia este hombre, que ha visto mejorar su situación gracias al programa Erdu de atención comunitaria para personas con adicciones en situación de alta vulnerabilidad social puesto en marcha por el Gobierno Vasco, que en Gipuzkoa lo gestiona la asociación de investigación y prevención del abuso de las drogas, Agipad.

Más de trescientas personas fueron atendidas el último año por esta iniciativa en el conjunto de Euskadi, de las que casi doscientos eran nuevos usuarios. La mayoría, el 85%, son hombres de entre 36 y 59 años, según datos del Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco. Es el perfil de Sebas. No le tiembla la voz cuando afirma que se ha «desenganchado del todo», pero psicológicamente está «muy afectado», con problemas de salud mental. La primera vez que coqueteó con las drogas fue con 14 años –ahora tiene 56–. «Empecé con los porros y terminé con la coca», admite. «Entre medias, bebí mucho alcohol. Me pasaba las noches de fiesta».

La sustancia más consumida es el alcohol, seguida de la cocaína, el cannabis y en los últimos tiempos la pregabalina
Comenzó por la «presión social». Su entorno, sus amigos, consumían y él no quería ser menos.Pero eso le trajo «muchísimos» problemas como el policonsumo y, en definitiva, la adicción. Pasó por Proyecto Hombre y se rehabilitó, pero al poco vivió uno de los episodios más complicados de su vida, que le hizo recaer. «Resulta que vivía solo con mi padre», explica. «Él no soportó la separación de mi madre. Un día, mientras yo estaba trabajando, se puso a beber y se suicidó. Me supuso tanto ‘shock’ que volví a drogarme. Venía de recuperarme, pero recaí», aclara en un tono pausado.

Fue una época difícil. Estuvo tiempo viviendo en la calle. «Consumía alcohol y coca para evadirme de mis problemas», insiste, hasta que su madre le «animó» a encontrar un sitio donde pudieran ayudarle. A través de la trabajadora social llegó al recurso de Cáritas donde reside en la actualidad y se siente «muy querido. Me cuidan mucho y puedo hablar con cualquier educador siempre que lo necesite», asegura. Expresar sus problemas y emociones se ha convertido en terapia para él y le ayuda a no pensar en drogarse. «Al principio dejarlo me resultó muy duro, pero soy muy cabezota y lo he conseguido», dice.

«Empecé con los porros y terminé con la coca, pero he conseguido dejar de consumir y ya no voy a sucumbir»
Sebas

Usuario del programa Erdu para personas con adicciones

También cuenta con la ayuda de Sandra Otero, trabajadora social y responsable del programa Erdu en Agipad. Se reúnen cada quince días aproximadamente para charlar. «Me escucha y me ayuda mucho», admite Sebas, que forma parte de ese 27% de los usuarios de Erdu que son españoles. La mayoría (44,55%), sin embargo, proceden de Marruecos. Un 10,9% son de Argelia, un 7,6% de algún país latinoamericano y un 5,3% de otro lugar de Europa. Además, casi nueve de cada diez se encuentra en situación de vulnerabilidad residencial.

El último año el número de personas atendidas por este programa contra la dependencia ha aumentado un 12,% en el conjunto de Euskadi y dos de cada tres, además de tener alguna adicción, tenían trastornos mentales. Es lo conocido como patología dual y que Sebas también sufría hasta hace un par de años. Era uno de esos usuarios que forman parte del colectivo de ‘cronificados’. «Son aquellos que tienen más de 45 años y llevan muchos años consumiendo», explica la experta. Normalmente suelen ser locales. Hay otro segundo grupo que también está en exclusión social grave. «Son los migrantes, normalmente jóvenes y procedentes de Marruecos o Argelia. A las dificultades del idioma se les suman los problemas burocráticos». En tercer lugar están las mujeres (15% del total). «Suelen ser adultas y, por lo general, víctimas de algún tipo de violencia , sobre todo de género», asegura Otero.

La mayoría de usuarios tienen un consumo cronificado, son jóvenes migrantes o mujeres víctimas de violencia
Entre las sustancias más consumidas destacan el alcohol, en el 80% de los casos, seguido de la cocaína (40%), cannabis (34%), pregabalina (33%) y heroína (20%), entre otros. Últimamente está habiendo un aumento de la pregabalina, advierte Otero, sobre todo entre jóvenes migrantes. ¿El motivo? «Está muy bien de precio y el acceso es bastante sencillo. Es un medicamento que se receta para la ansiedad y se puede acabar abusando de él. Normalmente detrás de la persona que lo consume hay un problema de salud mental». El 19% de los usuarios de este programa contra la dependencia se han autolesionado.

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