Delincuencia en Baleares: la cara oculta del paraíso

Carteristas, descuideros y trileros han convertido a la comunidad en la

La Razón, 06-08-2006

Madrid – Llega el verano y con él los turistas a las Islas Baleares. Aunque
los ingleses, alemanes o suecos ávidos de sol no son los únicos que
desembarcan en gran número en el archipiélago. Siguiendo el rastro del
dinero de los centroeuropeos, arriban también multitud de delincuentes de
todas las calañas dispuestos a hacer su agosto. Y a fe que lo consiguen,
según se desprende de los datos oficiales. El pasado año la tasa de
delincuencia en Baleares se situó en 79,8 infracciones penales por cada
mil habitantes, 30 puntos por encima de la media nacional y 39 de la
europea, lo que ha convertido a las islas en la comunidad autónoma con las
tasas más altas de España. Un auténtico paraíso para carteristas,
trileros, descuideros… Porque según explican fuentes policiales de las
islas, son las faltas – los hurtos por una cuantía inferior a 400 euros y
las sustracciones en locales y espacios abiertos – cometidas por estos
delincuentes las que se están disparando. Y la razón de que esto sea así
es bien sencilla: el alto poder adquisitivo de los visitantes extranjeros.
«El turismo es lo que les atrae. De hecho, entre junio y septiembre los
delitos se disparan». En esa época, cuando la densidad de población
alcanza niveles similares a los de Japón al duplicarse el millón de
residentes habituales de las islas, es cuando estos pequeños delincuentes
hacen su mayor negocio. «En muchas ocasiones, vienen el fin de semana
desde Málaga o Barcelona, actúan, y se vuelven», explican los consultados.
   Métodos diversos. Sus métodos son más que variados. «Están desde los
descuideros que cuando llega un autobús a la puerta de un hotel enganchan
la primera maleta que pillan y salen corriendo hasta los que controlan los
vuelos para saber cuándo llegan los suecos, alemanes o daneses, que suelen
ser los más adinerados y a los que resulta más rentable dar el palo»,
detallan los agentes.
   El problema, además, se ha agravado en los
últimos años con la masiva llegada de ladrones extranjeros. «Antes
- exponen – teníamos que estar pendientes de los diez o quince carteristas
españoles conocidos de toda la vida, pero ahora puede haber un grupo de
unos 150 foráneos, gente de países como Rumanía o Argelia, que son muy
difíciles de controlar». Tan complicada es su vigilancia como prolijas sus
actuaciones. Un grupo de norteafricanos fue capaz de dar 24 «palos» en
Palma de Mallorca en poco más de 24 horas. Algunos de ellos ya han
conseguido hacerse prácticamente con el monopolio de algunas actividades
delictivas. La mayoría de los trileros, por ejemplo, ya no son españoles,
sino rumanos. Y no es porque los nacionales hayan desistido por voluntad
propia. «Se los han quitado del medio a base de palos», comentan.
   Además, han empezado también a dejarse caer por las islas carteristas más
refinados, «finos», según los califican en el argot. «Son tipos por lo
general oriundos de Europa del este que van siempre muy bien vestidos,
siempre muy educados, que se mueven en tiendas de lujo para hacerse con
botines más suculentos», dicen los agentes.
   La situación
está alcanzando unos niveles muy preocupantes, según reconoce el director
general de Interior del Gobierno balear, Joan Rotger. «Es un problema que
afecta al turismo, porque aunque los delitos cometidos no sean de una
cuantía importante, deterioran a la imagen de las islas». Y para un
territorio que vive por y para el turismo es intolerable.
   Solucionarlo, sin embargo, no es tarea sencilla. «Necesitaríamos tener
a cuarenta o cincuenta agentes de paisano patrullando constantemente por
los lugares conflictivos, pero la plantilla no da para más», explica un
veterano agente. En este momento, el Cuerpo Nacional de Policía cuenta con
algo más de 1.300 agentes en las Baleares, a los que hay que sumar otros
1.600 guardias civiles. Suficientes para dar servicio a 750.000
habitantes, los que tenían las islas en 2000, cuando se determinó que tal
cantidad era la idónea para este comunidad, pero no para el millón actual.
«Y eso, sin tener en cuenta los turistas», añade este agente.
   Tampoco ayuda en este caso la laxitud del Código Penal español. «En Palma
se está empezando a encausar a las claveleras – mujeres de etnia gitana
que actúan en grupos para despistar a los transeúntes mientras otras les
roban – por asociación ilícita, lo que está permitiendo su entrada en
prisión. Pero en general, con los delitos de los que hablamos, lo normal
es que un día entren por una puerta de la comisaría y al siguiente salgan
por la otra. Y como en otros países como Italia o Francia las penas son
más duras, pues imagínate…».
   Crimen organizado. Por
fortuna para los Baleares, la gran delincuencia, de momento, no ha
aparecido en el archipiélago. «Robos a casas o bancos hay, como en
cualquier sitio, pero no con la frecuencia y violencia con que se han
registrado en Cataluña o Levante», explica la Policía. La razón de esta
ausencia de delitos hay que buscarla en la insularidad del territorio.
«Que una banda de este tipo entrase en las islas no sería complicado,
podrían llegar igual que van a cualquier sitio. Lo difícil es qué harían
después de perpetrar el robo», prosigue. Dos son los inconvenientes con
los que chocarían: el primero, esconderse en un territorio tan pequeño
como el de Mallorca, Menorca o Ibiza. Y el segundo, pero no menos
importante, cómo podrían eludir el exhaustivo control de los puertos y
aeropuertos.
   

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