Los desheredados del mar

El Correo, 19-07-2006

La situación de los náufragos eritreos a bordo del pesquero español ‘Francisco y Catalina’, unos náufragos que Malta se niega a permitir desembarcar en sus puertos, nos recuerda una vez más la situación injusta y desesperada de los que bien podemos denominar como ‘desheredados del mar’: los inmigrantes o demandantes de asilo que se arriesgan a locas travesías marítimas, los polizones que se esconden en buques mercantes con grave riesgo para sus vidas. Unos desheredados a los que los Estados afectados tratan siempre con la misma filosofía práctica: ‘no en mis puertos’.

En el año 2001 el mundo entero se conmovió con la historia del buque noruego ‘Tampa’, cuyo capitán Arne Rinan recogió en la mar a más de 400 náufragos solicitantes de asilo, y cuya entrada en aguas australianas fue militarmente impedida por la marina de guerra de ese país, que alegaba que correspondía a Indonesia acogerlos, puesto que el rescate se había efectuado en aguas de su competencia.

A raíz de incidentes como ése, la Organización Marítima Internacional modificó en 2004 el Convenio SAR de 27/04/1979 (‘Search and Rescue Convention’), una modificación que precisamente ha entrado en vigor el 1 de julio de 2006. La preocupación de la Organización era la de que, debido al egoísmo y cerrazón de los Estados, los marinos llegaran a ‘mirar para otro lado’ cuando avistasen a esta moderna clase de desheredados en peligro en la mar, puesto que recogerlos no era sino una garantía de futuros problemas. La modificación establece que todos los Estados implicados deben «cooperar» con el capitán del buque que haya recogido a los náufragos para conseguir su desembarco en un puerto seguro. En el presente caso, eso significa que Malta no puede alegar como argumento para impedir la entrada del pesquero en sus aguas el hecho de que los náufragos fueran recogidos en aguas de competencia de Libia. Pero tampoco Libia, ni la misma España, pueden escapar a sus responsabilidades para con esos náufragos si Malta se niega a admitirlos. Todos están obligados a cooperar para lograr el desembarco seguro. El problema es que el término ‘cooperar’ se sigue entendiendo por los Estados en la misma forma que antes: ayudamos sí, pero ‘no en mi puerto’.

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