Lorena Gazzotti: "Marruecos se compromete con la UE en el control fronterizo cuando se cumplen sus objetivos"

El Periodico, Laura Puig, 19-05-2022

En la década de los 90, la Unión Europea intensificó sus esfuerzos para aumentar la seguridad en sus fronteras exteriores, construyendo la bautizada como “Fortaleza Europea”. Y para ello, recurrió a la externalización de los controles fronterizos a terceros países como Marruecos. Lorena Gazzotti, investigadora de la Universidad de Cambridge, ha centrado sus trabajos en estos sistemas en la frontera hispano – marroquí. La semana pasada, recaló en Barcelona para acudir al ciclo de conferencias Aula Mediterrànea del Institut Europeu de la Mediterrània (IEMed) y conversó con EL PERIÓDICO sobre las grietas de este modelo.

¿Cuáles son las consecuencias más graves de esta política?

Tiene un coste social y humano muy importante. Cuando la UE y España empezaron a pedir una mayor colaboración en temas de control fronterizo, en Marruecos hubo un cambio legislativo muy importante, la ley 02 – 03, que criminaliza la inmigración y emigración irregulares. Asimismo, a finales de los años 90 y principios de los 2000, empezó a adoptar técnicas de control fronterizo como campañas de arrestos masivos de personas racializadas que por el color de su piel se sospechaba que eran inmigrantes irregulares, y deportaciones al desierto en la frontera con Argelia. Estas prácticas de deportación disminuyeron e incluso pararon cuando Marruecos anunció la reforma de su política migratoria en 2013. Pero después de unos meses, justamente coincidiendo con el final de la primera campaña de regularización llevada a cabo por Marruecos en 2014, volvieron los arrestos masivos y deportaciones, aunque ahora al interior de su propio territorio, a ciudades como Beni Melal o Tiznit.

¿Por qué realiza estas deportaciones internas?

Para alejar a los migrantes de la frontera. Desde la reforma de 2013, los migrantes pueden estar en cualquier parte del territorio marroquí pero, en realidad, en el norte de Marruecos, en la zona cercana a Ceuta y Melilla, estas prácticas nunca han cambiado. Los migrantes siguen siendo presencia non grata y se intenta alejarlos de la frontera.

¿La Unión Europea es consciente de esta forma de actuar de Marruecos?

Lo sabe todo el mundo. Hay cosas que no se pueden no saber. Me extrañaría mucho que los responsables de política migratoria de la Unión Europea no lo sepan. Es un coste que a la UE no le importa que paguen las personas migrantes. Pero no solo son víctimas de estas prácticas de perfilaje racial personas en situación irregular. Pasa frecuentemente a personas con permiso de residencia o reconocidas como refugiadas por ACNUR en Marruecos. Y esto no es un secreto, son cosas que pasan muy frecuentemente.

¿La externalización del control de fronteras supone una continuación de las lógicas coloniales?

Sí, claro. En Marruecos hay muchos ciudadanos europeos que llevan años viviendo en el país con estatus de turista. Sin tener un permiso de residencia como establece la ley 02 – 03. En las entrevistas de mi investigación académica, no me encontré nunca con el caso de una persona blanca francesa, española, estadounidense, que fuese detenida por la policía marroquí y metida en un autobús, llevada a comisaría y después desplazada a cuatro horas de su casa, teniendo que buscarse la vida para volver después.

¿Qué provecho saca Rabat de ser la policía de fronteras de la UE?

Durante muchos años, la prensa y los estudios académicos representaban a Marruecos, Libia, y Turquía como países cuya colaboración en el control fronterizo era comprada por la UE. Pero un país como Marruecos no es absolutamente pasivo. La cooperación es parte de una política  migratoria que permite a Marruecos, entre otras cosas, mantener un perfil alto en el Mediterráneo Occidental, ser un interlocutor privilegiado de la UE en la política africana o también conseguir declaraciones como las de Pedro Sánchez sobre el Sáhara Occidental de marzo. Saca mucho provecho político de esta colaboración, pero cuidado, porque Marruecos no siempre colabora con la UE o España en el control fronterizo a la altura de lo que querrían, siempre se ha negado a firmar un acuerdo de readmisión con la UE. Marruecos no hace todo lo que le dice la UE, se compromete y actúa como socio privilegiado de la UE en el control fronterizo siempre y cuando esta colaboración sea estratégica para cumplir los objetivos de política nacional e internacional que se fija.

También en África.

Claro, claro, la reforma migratoria de 2013 tenía una ambición claramente africana al comprometerse a regularizar a los ciudadanos de muchos países africanos que estaban en situación irregular en Marruecos. Le permitió relajar sus relaciones con muchos vecinos cercanos y más lejanos dentro de África y ser readmitido dentro de la Unión Africana. No hay nada que pase por casualidad en la frontera entre España y Marruecos.

Unas recientes declaraciones del ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, evidencian el uso que hace Marruecos de esta diplomacia de las fronteras. Según Albares, desde que ambos países retomaron relaciones, en marzo, ha habido una “sensible disminución” de la llegada de inmigrantes a la península y Canarias. Un 70% menos en marzo y abril respecto a enero y febrero.

No he visto los números, no puedo comentar. Pero es evidente que en los momentos en que las relaciones políticas funcionan mejor, todo funciona mejor. No hay que olvidar que lo que hace Marruecos en tema de control fronterizo no está únicamente ligado a los objetivos de control fronterizo de la UE. Tiene una política migratoria propia relacionada con el control y movilidad de sus propios ciudadanos. Por ejemplo, en 2017 y 2018, cuando hubo fuertes protestas en la región del Rif, fue evidente que había un aumento del número de salidas de pateras que llegaban a las costas andaluzas.

En el actual sistema, ¿qué rol desempeñan los organismos internacionales como la ONU o sus agencias dedicadas a migrantes y refugiados?

Depende de qué agencias y de qué instituciones hablemos. Hay agencias de la ONU, como el Relator Especial de la ONU sobre Discriminación Racial, que han escrito informes muy críticos de lo que pasaba en Marruecos. Pero en momentos en que la violencia contra migrantes en la frontera era muy fuerte, no siempre las agencias de la ONU como la OIM o ACNUR han sido contundentes. Ha habido y sigue habiendo cierto silencio institucional. Parte de esto es porque las agencias de la ONU están en Marruecos a través de un acuerdo con el Gobierno del país y el hecho de que se puedan mover dentro del territorio nacional está condicionado también a la buena relación con las autoridades. No hay una completa independencia como sí puede tenerla una organización completamente externa, que no tiene ningún programa en Marruecos, que no tiene que tener una presencia constante en Marruecos.

¿Pasa lo mismo con las oenegés?

Hay un caso emblemático. Médicos Sin Fronteras, que trabajó en la asistencia humanitaria de personas migrantes en el norte de Marruecos de 2003 al 2013, adoptó una política de mayor visibilidad y de mayor crítica alternando con momentos de más cuidado. Y sacaron el informe más crítico sobre la actuación de las autoridades marroquís y de las autoridades españolas en 2013, justo unos meses antes de irse. Y pudieron sacarlo porque sabían que se iban.

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