Historias de amor, reencuentro y colas en la reapertura de la verja de Ceuta y Melilla

Parejas separadas por la frontera, familias que se veían desde la valla... las primeras personas en cruzar cuentan sus impresiones de una “noche histórica”

El País, MARÍA MARTÍN - FRANCISCO PEREGIL - LAURA J. VARO, 17-05-2022

Las fronteras abiertas. Las colas en marcha. El tráfico de ida y vuelta entre Ceuta y Melilla con Marruecos fluye. Dos años y dos meses después, las verjas que cerraban los pasos fronterizos se han abierto en una “noche histórica”, como la calificaba la delegada melillense del Gobierno, Sabrina Moh. A pesar de que el tránsito entre los dos países no ha tenido nada que ver con las cifras de cruce de antes del cierre, en las dos ciudades españolas se vivía un ambiente festivo, al igual que en las localidades marroquíes sitas en los alrededores, cuyas economías están entrelazadas. Fatima Abdelkader, de 60 años, fue una de las primeras en salir de Ceuta. Solo va a pasar una hora en Marruecos porque mañana trabaja, pero está feliz de reencontrarse con parte de su familia que vive en Castillejos. A poca distancia de Fatima, aguarda una historia de amor: la de Juan Manuel Aguiar, un marino mercante de 39 años, que se volverá a ver con su mujer Sarah, de quien la separó el cierre de fronteras.

Ceuta: “Hace más de dos años que no ven a su padre”
Momento de la apertura de la frontera de El Tarajal en Ceuta, esta noche.
Momento de la apertura de la frontera de El Tarajal en Ceuta, esta noche.
ALEJANDRO RUESGA SANCHEZ
El goteo de entradas y salidas ha sido incesante en Ceuta. A las dos de la mañana seguía el flujo de coches de camino a Marruecos, pero ni rastro de vehículos o peatones entrando en Ceuta. El tránsito a la ciudad autónoma ha sido mínimo. Los primeros en entrar a pie fueron un marroquí, Mustafa Tanistas, que dijo ser concejal del Ayuntamiento de Tetuán, y un belga de origen marroquí, Abdelaziz elharraq, que entró grabándose el mismo entre la multitud que aguardaba a los primeros visitantes. “Hacía cuatro años que no venía a visitar Ceuta”, explica. Los dos entraron para visitar a parientes y amigos durante unos días. Y como ellos, 827 personas en 171 coches han ido de España a Marruecos, mientras 318 personas y 134 vehículos han hecho el camino contrario, desde la apertura hasta las siete de la mañana.

También hubo algunas decepciones. Almudena González quería entrar a Marruecos con sus tres hijos para dejarlos con su padre y exmarido, pero tuvieron que volver. Las autoridades marroquíes están exigiendo en la frontera las tres dosis de la vacuna contra la covid y ellos aún van por la segunda. “Un poquito enfadada”, González se dirigía con prisa a hacerse un test que permitiese sustituir la exigencia de la dosis que no tienen. “Me ha dado pena porque mi hija se ha puesto a llorar. Hace más de dos años que no ven a su padre”, explica la madre.

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Entre las primeras en cruzar estaba Fatima Abdelkader, de 60 años. Solo va a pasar una hora en Marruecos porque mañana trabaja, pero está feliz de reencontrarse con parte de su familia que vive en Castillejos. A poca distancia de Fatima, aguarda una historia de amor: la de Juan Manuel Aguiar, un marino mercante de 39 años, que se volverá a ver con su mujer Sarah. Juntos hace cuatro años, el cierre de la frontera los separó porque ella, profesora en Castillejos, tuvo que quedarse para mantener su trabajo. En estos 26 meses de cierre solo se han podido ver una vez, cuando reabrió el espacio aéreo el pasado verano. “Ha sido muy duro, y mira que por mi trabajo estoy acostumbrado a la distancia y el aislamiento”, cuenta minutos antes de avanzar hacia el control policial. Aguiar trabaja mañana y se despedirá enseguida de su mujer, pero la vuelta a la normalidad les permitirá poner en orden los papeles de ella.

Melilla: “Este es un momento de celebración”
Celebraciones tras la reapertura de la frontera entre España y Marruecos en los alrededores del paso fronterizo de Beni Enzar, el 17 de mayo de 2022, en Melilla, España.
Celebraciones tras la reapertura de la frontera entre España y Marruecos en los alrededores del paso fronterizo de Beni Enzar, el 17 de mayo de 2022, en Melilla, España.
ADRIANA THOMASA
Lo que a medianoche empezó con alegría, cambió con la entrada en la madrugada, cuando los ánimos decaían, la espera se alargaba y las calles se vaciaron en Melilla y en Nador a un lado y otro del paso fronterizo. En la ciudad autónoma, la policía local había diseñado desde la tarde un circuito que desviaba las decenas de vehículos esperando para pasar hacia la carretera de circunvalación, que bordea el perímetro fronterizo, para evitar colapsar las calles adyacentes a la frontera.

Lo que no consiguió evitarse en esta “noche histórica”, como la ha definido la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, fueron las retenciones provocadas por el sellado de los pasaportes a los melillenses, algo inédito. “Esto no va a funcionar”, clamaba Mohamed, que hacía cola junto a su hijo Bilal tras superar el primer control de documentación hispano-marroquí, “sellando el pasaporte es imposible, ¿y cuando sea la el Paso del Estrecho, con mil coches en un día?”. Las cifras de las primeras siete horas son escasas: 432 personas han ido de Melilla a Marruecos (y 148 automóviles) mientras 320 personas y 127 coches han recorrido el camino inverso.

Bilal se empeñó en ver a su abuela la misma noche del lunes, asegura el padre. Durante el cruce, combate el sueño meciéndose de pie hasta que cae en brazos de Mohamed. Hace más de dos años que no ve a Shumicha, la abuela que espera en casa, en Beni Enzar, pese a que la noche comienza a hacerse pesada.

A las 1.30, quienes persistían en el cruce, se desanimaban por la lentitud. Dentro del laberíntico paso, las autoridades marroquíes han dispuesto hasta tres controles. El primero recibe ya en el mismo torno que da salida desde España y donde se ha instalado la misma estructura por parte de Marruecos que permite solo el acceso de peatones de uno en uno. Los policías comprueban allí, en lo que debería ser tierra de nadie (y donde hasta 2020 no había controles) la documentación y el pasaporte covid; también hay instaladas unas garitas sanitarias para chequear a quienes presenten síntomas. Los coches salen de allí con cuentagotas, por el único carril habilitado, de los tres existentes en cada sentido.

Unos cien metros adelante, dos funcionarios sellan el pasaporte en las garitas de control. Este trámite, que en Melilla solo debían realizar los españoles no residentes en la ciudad autónoma, los extranjeros y quienes quisieran viajar más allá de la provincia de Nador, ha supuesto un auténtico tapón. Decenas de personas esperaron agrupadas máss de 30 minutos para ir pasando. En último lugar, justo a las puertas de Beni Enzar, espera el último control de pasaporte y de equipaje, con la novedad de una máquina de rayos X con la que se comprueban las mochilas y maletas como en un aeropuerto. Recorrer los aproximadamente 300 metros del paso supera la hora, con un flujo de personas ligero.

A partir de las 3.00, en el lado marroquí, en Beni Enzar, apenas pululan quienes han intentado acceder a España y han sido rechazados. Es el caso de Mohamed Jabir, un joven marroquí de 20 años a quien ha caducado el permiso de residencia en España. “Yo estaba en el centro de menores”, explica, “ahora la policía marroquí no me deja pasar”. Mohamed exhibe los títulos de formación conseguidos mientras estuvo estudiando acogido en Melilla bajo la tutela de la ciudad autónoma. También muestra las estampas y los papeles que han sellado su presente. Entró de manera irregular en noviembre de 2019 y consiguió el permiso de residencia el 12 de marzo de 2020, tras cumplir la mayoría de edad. Ese mismo día, decidió regresar a Marruecos, donde ya no tiene familia porque sus padres, dice, han muerto, y recuperar su pasaporte. Al día siguiente, cerró la frontera y los documentos que daban derecho al joven, ahora de 20 años, a cambiar de vida se quedaron en papel mojado.

A las 00.00, Alejandro García, policía nacional con tres años de servicio en Melilla arrastraba el portón enrejado que, en el lado español, se ha mantenido cerrado durante más de dos años en el paso internacional de Beni Ensar, que da acceso a Marruecos desde la ciudad autónoma. “Es una casualidad”, dice, “cuando se cerró en su día, nos tocó de servicio a mi y otros tres compañeros también”. Es una de esas coincidencias que coronan un “momento histórico”: el agente de 42 años estaba también junto a su compañero cuando se echó la llave el 14 de marzo de 2020, tras el decreto de cierre por parte de Marruecos.

“Abrimos ahora con alegría porque se cerró por lo que se cerró. [En 2020] Vivimos incluso momentos de pánico, la gente llegaba llorando, incluso con ataques de ansiedad, porque era todo un momento muy confuso; la gente volvía espantada de MArruecos, sin saber qué estaba pasando con el covid”, rememora. La noche del lunes, sin embargo, el ambiente ha sido de pura fiesta y jarana, a ambos lados de la frontera, y al menos hasta la 1.00. “Ahora volvemos a la normalidad de siempre”, apostilla, “se ve aquí que entre la población es momento de celebración”.

Fnideq: “Desde mi casa en Castillejos veo mi casa en el barrio de El Príncipe”
Imagen de la frontera del lado marroquí del Tarajal, esta madrugada
Imagen de la frontera del lado marroquí del Tarajal, esta madrugada
MARIA TRASPADERNE (EFE)
En Fnidq, se han registrado pequeñas colas, mucho menores que las habituales en el paso fronterizo. Rachid, un ceutí de 50 años, de origen marroquí, ha sido de los primeros en cruzar a suelo español montado en una moto. “Desde mi casa en Castillejos veo mi casa en Ceuta, en el barrio de El Príncipe”, contaba. Mohamed, otro ceutí de 45 años, fue el único de los primeros en cruzar que decidió dejar el coche en Fnideq y pasó caminando a lo largo de dos kilómetros. “Vine a Fnideq en barco desde Ceuta a Algeciras y desde allí a Tanger Med, para pasar las fiestas después de ramadán. Y ahora me vuelvo con mi mujer y mis hijos, que están en Ceuta esperándome”, señala.

Se veían caras muy alegras al llegar a Fnideq. Tal vez ese era el sentido de elegir este martes 17 de mayo como la fecha indicada para reabrir las fronteras cerradas desde hacía 26 meses. De esta forma, los Gobiernos de Marruecos y de España han conseguido que la prensa no ocupe demasiado tiempo en recordar que justo ese día, en plena pandemia, las autoridades marroquíes permitieron la entrada en Ceuta de 10.000 emigrantes irregulares. Las imágenes de desesperación de miles de menores socorridos por las fuerzas de seguridad españolas, mientras que los teléfonos del presidente del Gobierno español y de tres de sus ministros estaban siendo espiados con el programa Pegasus, ahora han quedado desplazadas por las caras sonrientes de los que cruzaban los puestos con sus papeles en regla.

Así, el joven Bilal Aranas llegaba de Ceuta a Fnideq diciendo que estaba muy contenta y que se iba a juntar con sus amigos y familiares con una buena cena. Y el motorista Mohamed, de 41 años, llegaba en moto desde Ceuta diciendo que simplemente quería darse una vuelta por Castillejos y volvería a Ceuta para dormir con su esposa. También sonreía Dalila, una señora de 47 años, acompañada de su hija Nor, de 13. Dalila pensaba quedarse en Tetuán todo el verano para cuidar de su madre y la niña volvería a Ceuta el domingo por la tarde para ir al colegio el lunes.

Todo el mundo parecía contento. Hasta los policías marroquíes apostados en la frontera. Pero a la una de la noche –dos de la madrugada en España–, había cientos de jóvenes, muchos de ellos menores, sentados en la calle más próxima a la glorieta de la frontera con España. La policía los había alejado de la glorieta. Y ellos, de forma pacífica, simplemente, miraban, sin otra cosa mejor que hacer. Recordaban a los miles de jóvenes que el 17 de mayo de hace un año cruzaron la frontera hasta Ceuta sin ninguna documentación, con la complacencia de las mismas autoridades marroquíes que por ahora los mantienen a raya.

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