«Fue un acto humanitario y nos están tratando como a delincuentes»

ABC, 18-07-2006

TEXTO: ANA ANTOLÍN

ALICANTE. «Si no los hubiéramos rescatado y los hubiésemos dejado a la deriva, su imagen nos hubiera acompañado toda la vida», relató a ABC el patrón del pesquero español «Francisco Catalina», José Durá, queriendo cargarse de razón ante un problema diplomático que no alcanza a entender.

Este alicantino de familia de pescadores, oriundo de Santa Pola, al igual que otros cuatro miembros de la tripulación (los otros cinco restantes son gallegos, de Muxía), no encuentra explicación ante «una acción que fue humanitaria y por la que nos están tratando como a delincuentes». La situación se ha tornado «insostenible y desesperante», confiesa.

Desde el día del rescate, el pesquero se encuentra fondeado a 26 millas de la isla de Malta, custodiado por una patrullera que sólo les permite aproximarse a la costa la distancia mínima para no perder la conexión vía satélite y poder así comunicarse con el exterior vía teléfonos móviles.

La pesadilla de estos pescadores desdicados a la campaña del camarón comenzó el pasado viernes, cuando, tras rescatar a los 51 inmigrantes subsaharianos, se acercaron al puerto más cercano, La Valleta, en Malta, para desembarcar este «cargamento humanitario». Pero las autoridades locales se lo impidieron.

Desde entonces, la tripulación convive en el barco, de 26 metros de eslora, con 51 inmigrantes subsaharianos, De ellos, 42 son hombres, ocho mujeres, dos de ellas embarazadas, más una pequeña de dos años. Los inmigrantes permanecen de día y de noche hacinados en la cubierta del pesquero, de unos 25 metros, y utilizan uno de los dos baños de los que dispone el pesquero, y que les ha cedido la tripulación.

«A la niña no le faltará leche»

Aunque la comida no parece que les vaya a escasear, gracias a los víveres del pesquero – su campaña duraba hasta septiembre – , el patrón del barco se queja del trato recibido por las autoridades maltesas. Al tercer día frente a la costa maltesa se les hizo llegar un bote con agua y pan de molde. Ayer, cumplido el cuarto día, un helicóptero les lanzó una carga con «20 kilos de arroz, 10 kilos de espaguetis y entre ocho o diez paquetes de agua». Todo eso para ayudar a mantener a 51 inmigrantes hambrientos que no habían probado bocado en los dos días anteriores a ser rescatados.

Así las cosas, la tripulación comparte su avituallamiento con los subsaharianos, que provienen de Eritrea, en la frontera entre Sudán y Etiopía, según ellos mismos han hecho entender a la tripulación chapurreando palabras en italiano y en inglés. El patrón denuncia que en la carga «no hayan tenido la delicadeza de incluir ni una gota de leche». Añade, no obstante, que «no le faltará la leche ni los yogures. Todos comen mejor que en su país».

A pesar del desconcierto, Durá se siente orgulloso del «Francisco Catalina» y de su tripulación. «Lo primero que hice cuando avistamos al cayuco fue preguntarles qué hacer y todos estuvimos de acuerdo en rescatarles». Confía en su gente, pero está preocupado por que la situación se prolongue. No sólo por tener que decir a sus familias que «por una razón humanitaria, no va a haber nada de dinero»: teme también que las cosas «se compliquen» con los subsaharianos.

A 26 millas de La Valleta, el patrón se pregunta que tenían que haber hecho: «¿dejar que se ahogaran?». Sabe que España y Malta comenzaron a negociar ayer para que Libia acepte a los inmigrantes, y que dos policías españoles subirán al barco para identificarlos. «Somos simples pescadores y queremos una solución rápida» para volver al mar y a su trabajo, la pesca.

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