Una protesta contra el antisemitismo y el racismo reúne a 200.000 personas en París

El ultraderechista Philippe de Villiers desentonó en el homenaje al joven judío asesinado por un grupo organizado de islamistas, al que asistieron Sarkozy, Hollande y Jospin, entre otros

El Mundo, 27-02-2006

Philippe de Villiers apareció puntualmente a las 15 horas en la plaza de la República. Las asociaciones judías le habían pedido el favor de ausentarse, pero el líder del Movimiento por Francia, apólogo de la xenofobia y del racismo, decidió comparecer igualmente.

La bravuconada duró sólo unos minutos porque las fuerzas del orden y de la seguridad le desalojaron mientras los manifestantes le gritaban «racista» e intentaban zarandearlo sin disimulo.

La provocación no tuvo el efecto contagioso que se temía. Es verdad que los militantes del Frente Nacional también habían prometido citarse en las calles de París, pero su caudillo, Jean-Marie Le Pen, prefirió disuadirlos y acuartelarlos. ¿Qué pintaban sus secuaces en la manifestación antirracista en memoria de Ilan Halimi?

La única respuesta posible tiene que ver con la jerarquía de la xenofobia. El homenajeado, sí, era judío, pero el matiz de haber sido torturado por unos musulmanes le concedía, siempre a juicio de los ultras, el derecho a una respuesta solidaria.

Finalmente no se produjo. Lo que sí ocurrió es que Philippe de Villiers, en sintonía con los lepenistas, exigió la restauración de la pena de muerte y denunció la creciente islamización de Francia como espita del choque cultural.

La manifestación se proponía todo lo contrario. Empezando por las declaraciones del gran rabino de París, cuyo llamamiento a la movilización de toda la ciudadanía francesa pretendía devolver la serenidad a la convivencia de las distintas religiones, confesiones, comunidades e ideologías.

De otro modo, nunca se hubieran reunido detrás de la misma pancarta personalidades tan diferentes como el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy; el líder del Partido Socialita, François Hollande; el arzobispo de París, monseñor Lustiger, y los consternados representantes islámicos.

Consternados porque se entiende que las connotaciones religiosas del crimen pueden incendiar la sensibilidad de la opinión pública.Partiendo de la instrucción judicial: 10 de los 17 detenidos por la muerte de Halimi responden a los cargos agravantes de antisemitismo.

Todos ellos formaban una banda especialista en secuestros y extorsiones a las órdenes de Youssouf Fofana, cuya extradición a Francia depende de los últimos pormenores que tramitan las autoridades de Costa de Marfil. Allí acudió a refugiarse el jefe del grupo después de haber raptado a Halimi y de haberlo torturado hasta la agonía en un apartamento de la periferia parisina.

Sucedió el 13 de febrero, pero la conmoción general todavía permanece de actualidad. Así se explica la cantidad de manifestaciones que ayer se convocaron en distintas ciudades de Francia.

La de París reunió a unas 200.000 personas, de acuerdo con la impresión generosa de los organizadores. Muchas más de cuantas pasearon en las tibias movilizaciones de Burdeos, Niza o Lyon, aunque la verdadera importancia no residía en los términos cuantitativos, sino en los cualitativos.

Y es que ayer se echaron a la calle los intelectuales Glucksmann, Finkielkraut, las estrellas de la mundanidad local, los políticos jubilados (Jospin) y los aspirantes al trono de Chirac. Incluidos Jack Lang y Strauss Kahn.

La marcha transcurrió pacíficamente y en condiciones de extrema seguridad, pero fueron inevitables algunos altercados provocados por grupúsculos radicales judíos.