ARTÍCULO // OPUS MEI

QUE MONTILLA MARQUE GOLES

El Periodico, 12-07-2006

El Mundial de fútbol inspira muchas reflexiones, y sería una insensibilidad no dedicarle, por lo menos, una columna. Ninguna área del mundo iguala a Europa en potencial futbolístico, con los cuatro semifinalistas socios de la UE: Italia, Francia, Alemania y Portugal, clasificados por este orden. Entre ellos, el modesto Mediterráneo ha ganado al prepotente Atlántico.
Campeón y subcampeón, dos modelos distintos: autárquico el italiano, formado por hijos de familias de la tierra, y el francés compuesto en su mayoría por los hijos de las colonias, nacidos de padres y abuelos de la emigración, que han hecho suyo el canto de La Marsellesa. No hay que extraer consecuencias de la victoria italiana. Pudo ocurrir al revés. Pero un hecho ha quedado demostrado: la inmigración es saludable. Con un Mundial, una Eurocopa y el subcampeonato de ahora, la selección pluriétnica ha dado días de gloria a Francia, lo cual constituye la vacuna más segura contra el racismo. Por más que el ultraderechista Le Pen se lo recomiende, mal los Dupont pueden odiar al descendiente de subsaharianos si marca goles que lleven el sello francés. Igual que al de rasgos magrebís, entre ellos el gran Zidane, de quien es preferible olvidar el episodio de la agresión al adversario con un cabezazo.
Sirven a Francia marcando goles o evitando que los marque el contrario. Se han hecho querer. La grada se siente orgullosa de ellos. Son los Henry, Thuram, Zidane, que, sin pretenderlo, transmiten un mensaje metafórico a los catalanes en el que se adivina la sombra del precandidato a presidir la Generalitat José Montilla: lo único exigible de los futbolistas y los gobernantes es la eficacia. No importa de dónde procedan si marcan goles y dirigen con acierto el país de elección.

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