EL FENÓMENO migratorio que se vive en el sur europeo, a través de las tres penínsulas, ibérica, italiana y griega, y sus correspondientes islas, utiliza estos territorios a modo de puentes de comunicación intercontinental entre el África subdesarrollada pero superpoblada y la Europa desarrollada pero poco poblada. Por medio de pateras vienen a España los magrebíes norteafricanos, y embarcados en los cayucos llegan a Canarias cientos de subsaharianos, sabiendo que desde el archipiélago van a ser enviados a la Península. Así, miles de africanos tratan de incorporarse a Europa en busca de un poco de esperanza para sus vidas, acosadas por la desorganización en sus países, explotados por tiranos y la anarquía. Guerras civiles interminables en naciones como Costa de Marfil, Nigeria o el Congo, cientos de ahogados son la muestra de la magnitud del drama. Visto a escala mundial, se está produciendo este fenómeno entre todos los continentes de los cuatro puntos cardinales. Pero podemos preguntarnos: ¿por qué sucede esto ahora? La respuesta posiblemente resida en que los medios de información global llevan las imágenes del cine y televisión a los lugares más remotos, donde la vida es difícil y atrasada. Se comprende así que, viendo la riqueza y opulencia con que viven las sociedades avanzadas, se produzcan los deseos de emigrar por todos los medios posibles, a través del mar, con pateras y cayucos.

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Si hace unos años el fenómeno migratorio apenas tenía más que trascendencia social, ahora los Gobiernos buscan soluciones políticas que encaucen la situación desastrosa actual. Por esta razón se están preparando las reuniones de la Conferencia de Rabat sobre migraciones para los próximos días 10 y 11. Allí se va a buscar la cooperación política entre los gobernantes europeos y africanos. Estos últimos albergan esperanzas de conseguir apoyo económico para poner en marcha los planes de control de las migraciones. Pero mientras los políticos hablan, el drama humano continúa, con cientos de africanos jugándose la vida para llegar a la tierra prometida en pateras y cayucos.