El día en que los invisibles se hicieron visibles: La crisis del sinhogarismo en pandemia (Parte 1)

La alumna de de Peridoismo de la Universitat de València Selena Badenas aborda en este reportaje de fin de carrera TFG la realidad vivida por las personas sin hogar en plena pandemia del coronavirus

La Vanguardia, SELENA BADENAS, 14-09-2021

Said se prepara para pasar su primera noche en la calle. Es un hombre joven, casi no alcanza los cuarenta años. Él es un ejemplo de cómo la vida da muchas vueltas. Hasta el verano pasado, Said se ganaba la vida trabajando en la feria de Valencia. La llegada del coronavirus ha complicado mucho su situación laboral. Ya no encuentra trabajo y las ofertas en otras ferias del país se han reducido. Él explica que ha tenido un problema con sus compañeros de piso con los que compartía el pago del alquiler, por lo que la de hoy será su primera noche durmiendo bajo uno de los puentes que cruzan el cauce del río Turia.

El joven no acepta el bocadillo ni el caldo que le ofrecen los voluntarios de la ONG Bokatas. Está haciendo ramadán y cuenta que prefiere la comida tradicional que le proveen en una mezquita cercana. Said afirma que esta será su única noche en la calle. Además de su impecable convicción, el hombre argelino tiene un aire diferente al resto de habituales que pernoctan bajo el puente. Tiene mucha energía y sus palabras están cargadas de esperanza.

“Si estás el próximo martes pasaremos a dejarte comida”, le dice uno de los voluntarios de la organización. Said parece incomodarse. “Esta será mi única noche, quiero conseguir un piso pronto”, insiste el joven. “Pero si pasáis la próxima semana, me acercaré a saludar, aunque solo sea para tomar un vaso de café”, añade antes de despedirse del grupo de voluntarios.

La pandemia del sinhogarismo

Esa misma noche Said fue una de las cerca de cuarenta mil personas que durmieron en la calle o en alguno de los recursos destinados a personas sin hogar en España. Los datos recogidos por el informe de la Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar 2015-2020, elaborada por el Gobierno, indican que existen aproximadamente 33.000 personas en situación de calle en nuestro país. Sin embargo, Cáritas calculó que tras el impacto de la COVID-19 la cifra se había elevado a casi 40.000.

El crecimiento también es palpable en el aumento de la demanda de recursos sociales. En el periodo de 2006 a 2018, el número de usuarios que utilizaron la red de alojamientos como albergues o pisos sociales creció en un 66%, de acuerdo con las estadísticas del INE. Este incremento apunta a que la cifra de personas sin hogar ha ido en ascenso desde la crisis socioeconómica de 2008, y crecerá todavía más con la situación actual de pandemia.

Cuarenta mil personas no tienen hogar en España
El 24 de octubre de 2019 se realizó por parte del Ayuntamiento de Valencia, junto a trece entidades sociales de este sector, un recuento de las personas en situación de sin hogar en la ciudad. Entre las diferentes entidades que salieron a la calle estuvo presente Cruz Roja. Gemma Sequí, responsable del programa de atención a personas en extrema vulnerabilidad de esta organización en Valencia, explica que era la primera vez que se hacía un recuento en la ciudad. El dato que obtuvieron aquel día las organizaciones fue un total de 939 individuos, de los cuales 536 estaban viviendo en la calle y 403 estaban alojados en los diferentes albergues que existen para este colectivo.

El informe de la Estrategia Nacional Integral para PSH 2015-2020 confirma que existe una gran escasez de datos y estadísticas sobre el sinhogarismo en nuestro país. Los estudios elaborados son reducidos y la mayoría de los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) recogen a las personas atendidas en centros de alojamiento o comedores sociales, mientras que la cifra de personas que viven en la calle no se conoce con exactitud.

Por otra parte, la pandemia de coronavirus en España ha hecho más visible que nunca la situación de gran vulnerabilidad que padece este colectivo. Una realidad prácticamente desconocida por la población hasta ahora. Ser los únicos que habitaban las solitarias calles de la capital ha llamado la atención de todos aquellos que podían permitirse cumplir con el lema de este confinamiento: “Quédate en casa”. Sin embargo, las medidas dirigidas a la población general han significado una alternativa poco realista e imposible de cumplir para aquellos que, sin una casa o plaza en un albergue, no tenían donde resguardarse ante la llegada del temido coronavirus.

Un techo no es sinónimo de hogar

Gonzalo Caro, responsable de Relaciones Institucionales de Hogar Sí, explica que una persona en situación de sinhogarismo es alguien que no posee una vivienda digna que pueda garantizar un espacio seguro donde construir sus relaciones sociales y familiares. “No hay un concepto universal estandarizado de persona sin hogar, pero en Europa se utiliza la tipología ETHOS (European Typology on Homelessness and Housing Exclusion), propuesta por la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con Personas sin hogar”, añade el representante de la ONG.

Dicha categoría presenta las distintas tipologías en las que una persona en situación de sinhogarismo puede estar. En ella se destacan cuatro grupos. En primer lugar, se encuentran las “personas sintecho”, aquellas que viven en las calles a la intemperie. En el segundo grupo aparecen recogidas las “personas sin vivienda”, las cuales se alojan en recursos temporales, ya sean albergues para personas en situación de calle, residencias o alojamientos para inmigrantes.

En tercer puesto está la categoría de “viviendas inseguras”. Estas pueden ser ocupaciones de domicilios sin derecho o casas donde una persona vive bajo amenaza de violencia por parte de sus convivientes. Este último caso es especialmente frecuente en mujeres que sufren violencia de género. Por último, una persona sin hogar también puede ser aquella que habita una “vivienda inadecuada”, como son las viviendas hacinadas o estructuras no convencionales, como chabolas y furgonetas.

De la situación de sinhogarismo te saca una casa
Los puntos en común en todas estas categorías son que ninguno de los espacios descritos puede ser considerado un “hogar”. Gonzalo Caro remarca que en Hogar Sí entienden que infraestructuras como los albergues deberían de ser recursos temporales ante un suceso, como un desastre climático, en el que uno pierde su casa y pernocta allí mientras se recompone.

“Nos rebelamos contra el concepto “sintecho”, porque si a una persona la meten en un pabellón deportivo, como pasó con mucha gente en situación de sin hogar durante el confinamiento, efectivamente, tiene un techo sobre su cabeza, pero no deja de dormir en una pista de fútbol sala, en un camastro, compartiendo baño, sin intimidad y sin la posibilidad de construir un proyecto de vida autónomo”, afirma el responsable de Relaciones Institucionales y añade, “eso no te saca de la situación de sinhogarismo. De la situación de sinhogarismo te saca una casa”.

Una sociedad estigmatizada

El observatorio de delitos de odio contra las personas sin hogar, Hatento, liderado por la entidad Hogar Sí, afirma que “el sinhogarismo es una vulneración de derechos humanos con la que convivimos de manera rutinaria en nuestras ciudades”. Estos derechos que se transgreden son, entre otros, el derecho a la seguridad, el derecho a una vivienda digna o el derecho a la protección de la salud.

Gonzalo Caro, de Hogar Sí, explica que la mayor parte de la población siente rechazo o miedo hacia las personas de la calle en base a los estereotipos que se han construido alrededor de este colectivo. “Nos dan miedo porque pensamos que nos van a hacer algo y creemos que todos beben o consumen drogas”, apunta Caro. “La sociedad trata de invisibilizar esta realidad a través de la trasmisión de mitos y criminalizando la pobreza”, no obstante, esta invisibilización social provoca un gran impacto emocional en las personas sin hogar del que no somos conscientes.

La gran mayoría de las personas sin hogar no quieren estar en la calle
Un estigma muy extendido entre la población es que estas personas están en la calle “porque quieren”. “Mucha gente opina que ellos están por elección, porque les gusta consumir y no quieren acudir a los albergues”, señala el representante de Hogar Sí. Sin embargo, Caro conoce la realidad sobre la convivencia en estos centros a partir del testimonio de personas que han pasado por ellos. “¿Acaso alguien querría dormir con ocho personas en una misma habitación? Personas que tienen una vida igual o más difícil que la tuya, con quienes la cohabitación no tiene por qué ser fácil”, apunta él. Gonzalo Caro explica que en todas partes hay personas buenas y malas, y el sinhogarismo no es un aliciente para convertirse en esta segunda clase de individuos.

Un ejemplo de cómo el conocimiento rompe barreras y estigmas es la voluntaria de Cáritas en Alzira, Aurora Calleja. Aurora tiene sesenta años, de los cuales lleva dieciocho formando parte de esta organización. Ella comparte cómo el voluntariado ha cambiado su forma de mirar a las personas que viven en extrema vulnerabilidad. “Conociéndolas más de cerca me he dado cuenta de que no hay nada que temer. Son personas a las que yo me he acostumbrado a tratar de forma muy cercana, cosa que antes no habría hecho”. “Comprender otras realidades te hace darte cuenta de que de cerca la gente es todavía mejor”, comparte la voluntaria.

No obstante, y a pesar de los prejuicios, sí que existen personas que permanecen en la calle por elección. “Lo peor que le puede pasar a alguien es habituarse a vivir en estas condiciones, porque una vez lo hacen les cuesta un mundo salir”, afirma Jaime González, presidente y cofundador de la ONG Amigos de la calle. “Cuando una persona se queda por primera vez sin casa, el sentimiento de vértigo, estrés y angustia es enorme. Hay personas que viven tan acostumbradas a eso que lo aceptan”, explica González. Sin embargo, tras trece años de experiencia y persistente trabajo de apoyo a este colectivo, él asegura que la gran mayoría no quieren estar en la calle.

El cofundador aclara que el problema es que sienten una gran frustración y tienen miedo a desilusionarse. “Una persona que ha vuelto a integrarse en la sociedad y de repente se encuentra de nuevo en la calle siente una decepción tan profunda que no quiere intentar volver a ella. Pero en realidad no es que no quiera reintegrarse en la sociedad, lo que no quiere es sufrir”, sentencia González.

Aurora Calleja junto a los voluntarios de Cáritas Alzira
Aurora Calleja junto a los voluntarios de Cáritas Alzira Aurora Calleja
Podría pasarle a cualquiera

Las diferentes organizaciones sociales que trabajan con este colectivo coinciden en que, tradicionalmente, el perfil de persona en situación de sin hogar que había en España era el de un hombre de entre cuarenta y cincuenta años, de nacionalidad española, que generalmente tenía problemas de adicción o padecía una enfermedad mental. Sin embargo, Flor Jiménez, directora del CAST (Centro de Atención a Personas Sin Techo), indica que, en los últimos tiempos, el perfil se ha vuelto mucho más variado hasta el punto de no existir una sola serie de rasgos ni un único patrón a través del cual alguien pueda terminar en la calle.

En este aspecto, Jaime González explica que el perfil de la gente cambió. “Hasta 2007 todos compartían características bastante especiales. La gente tenía problemas de adicciones, eran más antisitémicos y no querían integrarse dentro de la sociedad”, apunta el presidente de la asociación. Sin embargo, a partir de aquel año, la gente ha perdido su casa por una serie de circunstancias diferentes. “Detrás de cada historia hay un profesional, un empresario, una persona trabajadora que ha tenido una vida con cierta normalidad, por lo que el perfil es tan variado como la sociedad misma”, afirma González.

“El sinhogarismo no es una situación que se desarrolle de un día para otro, es un proceso en el tiempo hasta llegar a esta grave situación de exclusión social”, indica la portavoz del CAST. Gonzalo Caro señala que en Hogar Sí utilizan como eslogan publicitario “le puede pasar a cualquiera”, pero que en realidad esto requiere de una acumulación de factores. Entre los más importantes se encuentra la pobreza, ya que “todas las personas en situación de sinhogarismo son pobres, pero no todas las personas pobres están en situación de sinhogarismo”, apunta él. La falta de redes familiares o sociales que puedan ayudar es otro factor decisivo a la hora de quedarse en la calle.

No obstante, como indicaba Flor Jiménez del CAST, la realidad del sinhogarismo hoy en día es más variada que nunca. Desde el centro de asistencia apuntan algunas de las causas más habituales que comparten los usuarios que demandan su ayuda: “Puede deberse a factores estructurales, como el desempleo asociado a la gran crisis económica o a las políticas de vivienda. También a factores personales como padecer una discapacidad, enfermedad mental grave o adicciones. Sin embargo, también puede uno acabar en la calle debido a factores sociales, como la falta de relaciones familiares, o a factores institucionales”.

En este sentido, Belén Lado Monserrat, responsable del Área de Inclusión de Cáritas Valencia, señala la realidad cada vez más notable de jóvenes que abandonan el sistema de protección de menores. “Ahora tenemos la situación de los menores no acompañados que, cuando cumplen la mayoría de edad, no hay suficientes viviendas de mancipación para acogerlos”.

Espacio donde duerme una persona sin hogar bajo uno de los puentes del río en Valencia
Espacio donde duerme una persona sin hogar bajo uno de los puentes del río en Valencia Selena Badenas
Mujeres, inmigrantes y colectivo LGTBI en la calle

De acuerdo con los datos publicados por el INE en 2018, la mayor parte de las personas usuarias de centros asistenciales de alojamiento durante ese año fueron hombres (75%). A pesar de que el número de varones en situación de calle es superior al de mujeres, la presencia de ellas crece conforme la crisis económica se agrava. La Estrategia Nacional Integral PSH 2015-2020, apunta que, entre 2005 y 2012, el porcentaje de mujeres sin hogar que llevaba entre 1 y 3 años en calle subió del 13,5% al 26,1%.

Lola, voluntaria de Amigos de la calle desde hace ocho años, explica que “antes había muy pocas mujeres, ya que ellas suelen buscarse más la vida que los hombres”. La voluntaria relata que “las mujeres por miedo a estar en la calle procuran conseguir otros medios que las sustenten o recurren a la prostitución”. Sin embargo, otra causa de sinhogarismo es la violencia de género y la inseguridad en la vivienda. Aurora Calleja y sus compañeras de Cáritas Alzira han ayudado a varias mujeres a abandonar sus domicilios porque sufrían este tipo de violencia. “Ante una situación así donde hay que salir deprisa con lo puesto, nosotras las hemos ayudado reuniendo toda la ropa básica que pudieran necesitar”, explica ella.

Gonzalo Caro destaca otra forma de sinhogarismo invisibilizado. “Las mujeres que son internas en los domicilios donde realizan tareas de cuidado de gente mayor o de limpieza, cuando enferman, nos hemos encontrado con situaciones en las que son abandonadas en hospitales y pasan a estar en situación de sinhogarismo”. Este ejemplo, en el que trabajadoras perdían su lugar de residencia, ha sido muy recurrente en la pandemia, donde el contacto físico y social ha sido un pretexto para el crecimiento de los despidos en este sector.

También aquellas personas que vivían en habitaciones subarrendadas tuvieron que escoger entre el trabajo o la casa, ya que el hecho de salir a trabajar implicaba un riesgo para el resto de los habitantes de la vivienda. Caro explica que hubo gente que no pudo prescindir del trabajo, por lo que terminó en la calle en el momento del confinamiento, cuando era imposible encontrar un piso.

Recientemente se han realizado unos estudios de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea que plantean que las personas LGTBI, especialmente las personas trans, tienen un mayor riesgo de sufrir sinhogarismo. Principalmente por la falta de redes de apoyo sociales y la discriminación por la orientación sexual.

Las personas LGTBI tienen un mayor riesgo de sufrir sinhogarismo
Gonzalo Caro destaca que también hay una importante bolsa de población migrante, especialmente personas en situación irregular. Según Belén Lado de Cáritas Valencia, tener una situación irregular a veces dificulta que puedan obtener una tarjeta para trabajar y conseguir un empleo. La responsable del Área de Inclusión de Cáritas indica que el número de personas que visitaron en la calle a través del programa Simón el año pasado se duplicó. Pasó de 75 personas en 2019 a 150. “En el primer año de la pandemia el perfil de extranjeros alcanzó el 46% de este total de personas atendidas”.

Un empleo a veces no es suficiente

Durante los últimos años, el CAST ha atendido a una media de 850 personas al año. Flor Jiménez explica que la cifra de personas en situación de sin hogar en la ciudad de Valencia normalmente variaba a lo largo de las estaciones debido a que muchas personas se desplazan por la geografía española dependiendo de las campañas agrícolas.

Aurora Calleja recuerda que Alzira ha sido una ciudad que ha atraído a personas de todas partes durante esta temporada. “Me acuerdo cuando la gente venía a coger naranjas en masa, sin tener apenas donde vivir”. Durante este periodo, los trabajadores intentaban juntar el máximo de dinero para después regresar a su casa o a su país.

El grupo de entidades sociales que conforma FACIAM recoge en un informe que “el 15 % de las personas sin hogar tiene un empleo”. Hay personas alojadas en recursos temporales de atención a personas sin hogar que tienen trabajo, pero que se encuentran en una situación de pobreza y vulnerabilidad. Antes de la crisis de COVID-19, esa vulnerabilidad ya se manifestaba en forma de contratos de muy corta duración, salarios bajos y escasos derechos sociales.

La Comunidad Valenciana cerró 2020 con un total de 398.000 desempleados, 51.300 más que en 2019, lo que supone un incremento del paro del 14,79%, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). “Esta crisis sanitaria está afectando a nivel económico y laboral en general y muchas personas pueden tener problemas para mantener su hogar, principalmente las más vulnerables o en riesgo de exclusión social”, manifiesta Flor Jiménez del CAST.

El 15% de las personas sin hogar tiene un empleo
Cada vez recurren a la ayuda de las ONG más personas que tienen un techo, pero no tienen trabajo, por lo que no llegan a fin de mes. Aurora Calleja, voluntaria de Cáritas Alzira, confiesa que el tipo de personas que están acudiendo a su parroquia les está dejando “asombrados”. “Nosotros estamos acostumbrados al emigrante que, al llegar aquí, recurre a nosotros hasta que encuentra un trabajo y se estabiliza”, explica ella y añade, “ahora hay mucho español que por fin está perdiendo la vergüenza a que lo vean en la cola con el resto de gente. Poco a poco están aceptando que ahora necesitan nuestra ayuda. Pero muchas veces el orgullo pesa más”.

Belén Lado de Cáritas Valencia afirma que en el programa de atención en calle han detectado la incorporación de perfiles que vivían de actividades más precarias como el trabajo de campo o la hostelería, además de personas afectadas por un ERE. Ante la falta de ingresos y unas ayudas que no han sido inmediatas, algunos han acabado en situación de calle. Los ERTE o la renta mínima vital han ayudado a limitar la pobreza, pero la responsable afirma que esto sigue siendo insuficiente para paliar unos problemas estructurales que no se habían superado desde la crisis de 2008. De hecho, antes de esta crisis sanitaria seguía creciendo el índice de pobreza severa.

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