«La demografía se ha usado muchas veces para asustar»

Rechaza que la baja natalidad deba preocuparnos porque las circunstancias han cambiado tanto que incluso así la población sigue creciendo. «Si fuera por las previsiones, estaríamos muertos hace años», dice

Diario Vasco, CÉSAR COCA, 26-07-2021

Julio Pérez Díaz es un demógrafo con una larga experiencia investigadora en su campo que se traduce en numerosas publicaciones. Desde 2007 es científico titular del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Es especialista en lo que algunos definen como envejecimiento de la población, concepto que a él no le gusta. En esta entrevista desmonta numerosos tópicos sobre la baja natalidad y sus efectos.

- Un tema recurrente en España es que la baja tasa de natalidad amenaza con el envejecimiento de la sociedad e incluso una reducción de la población. ¿Realmente estamos ante una situación grave?

- Se habla de esto desde el siglo XIX y no es un discurso propio de España, sino a nivel mundial. El diagnóstico es absurdo: quienes lo hacen no han entendido lo que ha cambiado la demografía. Incluso sin inmigración, antes de la pandemia teníamos en España la población más numerosa de su Historia. En ese tópico hay un componente moral.

- ¿A qué se refiere?

- Se piensa que la baja natalidad se debe a que la mujer ha perdido los valores tradicionales y no quiere reproducirse, y eso se considera inmoral. Son tonterías que podían colar hace un siglo, pero hoy… El cambio demográfico de los cien últimos años es la revolución humana más importante de este tiempo.

- Los países nórdicos, que tuvieron las tasas de natalidad más bajas, están ahora en cifras superiores. ¿Es un fenómeno debido a las políticas implantadas o es ajeno a las mismas?

- Aquí estamos ahora en una tasa algo por encima de 1,3 y en esos países están casi en el 2. Suecia, que es el emblema en esto, tiene políticas de igualdad de género, de conciliación, porque intentaban que las mujeres trabajaran. Son políticas sociales, no de natalidad.

- ¿La economía es el factor crucial que explica el descenso o es más una cuestión cultural?

- La economía es importante, pero no opera en solitario. Los requerimientos de hoy para formar pareja y tener hijos son más complicados. Hay que entender cuánto cuesta reproducirse y eso no es solo tener hijos. Implica trabajo, inversión, tiempo… La mitad de los niños nacidos hace un siglo morían antes de cumplir 15 años. Los recursos que una familia dedicaba entonces a los hijos eran muy pocos; al revés, siendo bien pequeños trabajaban para sostener el hogar familiar. Eso ha cambiado radicalmente.

- En apenas dos o tres generaciones.

- Un niño que nazca hoy en España tiene muy probablemente cien años de vida por delante. Aquí hay una generación que se deslomó para que sus hijos, los del ‘baby boom’, tuvieran estudios. La siguiente ya era un grupo urbano que se podía permitir mantener indefinidamente a los hijos en casa, y cuando se independizan incluso se les da dinero para que vivan mejor. Esta generación está retrasando su llegada a la edad adulta como nunca antes ha sucedido. Quizá en el futuro no tengamos la misma visión de la sucesión de etapas vitales que ahora.

Colar un discurso
-¿Por qué?

- Hoy uno es joven hasta casi los 50 y hay parejas que viven cada uno en su casa, tan felices. Los hijos tienen más tiempo para hacer ensayos (en el trabajo, con la pareja) porque hay padres que los sostienen. Y la inmigración forma parte de este cambio. Estamos en la mejor situación demográfica que hemos tenido nunca.

- Suele hablarse del individualismo y el hedonismo como motivos que explican el menor número de hijos de las parejas. ¿Es así?

- Me pregunto por qué quienes dicen eso no se plantean que la gente quiere tener hijos en unas condiciones determinadas. En ese asunto nos están colando también un discurso que carece de sentido. Ciñéndonos a los datos: desde comienzos del siglo XX y con un descenso continuo de la natalidad el planeta ha pasado de 1.000 a 7.000 millones de habitantes. ¿Dónde está el problema de la baja natalidad?

- ¿Las llamadas políticas natalistas, suponiendo que existan, de los gobiernos de izquierdas y derechas en España han sido igual de ineficaces?

- En España y en otros lugares. Lo que ha sucedido en Francia lo explica: allí daban ayudas directas y no funcionaron. Luego cambiaron a la política del tercer hijo y era a partir de ese momento cuando se concedían. Pero el problema real para las clases trabajadoras no era tener el tercero sino el primero, de manera que la política era socialmente retrógrada porque terminaba ayudando a quien no lo necesitaba.

- Es decir, que en esta materia todos los gobiernos parecen dar palos de ciego.

- Porque en realidad pretender captar el voto. Una política de este tipo, si hace falta, requiere medidas económicas, relativas a la vivienda, laboral… En Cataluña, Pujol autor de un libro sobre inmigración que contiene conceptos que hoy tacharíamos directamente de racistas puso en marcha una medida que consistía en desgravar a las familias que invirtieran en vivienda para sus hijos jóvenes.

- Que terminó por elevar el precio de la vivienda, claro.

- Por supuesto. No ha habido una receta que de verdad se haya revelado eficaz. En España se ha potenciado un modelo de familia tradicional porque no se ha entendido nada de la evolución demográfica. En ese mismo sentido, en Alemania dan dinero a las mujeres que se quedan en casa para cuidar a sus hijos. Y no ha subido la fecundidad. Ahora estamos debatiendo sobre planes que aspiran a subir la tasa dos o tres décimas. Antes las parejas tenían seis hijos porque era eso o te extinguías. La situación actual nada tiene que ver. Así se explica que Irán haya pasado en muy pocos años de siete hijos por mujer a dos.

- Otro tópico relaciona la baja natalidad con la dificultad o incluso la imposibilidad de pagar las pensiones futuras.

- Si fuera así, deberían explicarnos por qué no han quebrado ya los estados dado que la población mayor es ahora de dimensión superior a la de hace veinte años y la protección es mejor, y la quiebra anunciada no se ha producido. A mediados de los noventa participé en un estudio en el que analizamos datos de población en España entre 1964 y 1994. El censo había crecido en siete millones y en cambio había el mismo número de ocupados.

- ¿Cómo era posible?

- La demografía ha contribuido a ello. Los niños que nacen ahora no solo van a vivir más años: tendrán más formación, conocerán mucho más y por eso trabajarán en empleos cuyo perfil no es el de los años sesenta o antes, sino uno de mucha mayor productividad. Pensar que el cambio demográfico es malo para el sistema de pensiones es un error. Al revés, elevar el listón de las exigencias para tener hijos ha sido magnífico para el sistema. Otro tópico, y hay más.

Un repunte ligero
- ¿Cómo cuáles?

- Como que España es uno de los países más envejecidos de Europa, cuando no es cierto. Y hay uno relevante sobre las pensiones. La mayor parte de los países europeos dedican una parte de su recaudación por impuestos a la caja de las pensiones. Aquí se decidió que si hacía falta se completaría con deuda. Ha habido cambios en el sistema y habrá más pero no es cierto que no es sostenible. Europa, y España en ella, es una región opulenta que gasta dinero en cosas que hace solo veinte años eran impensables. Y estamos hablando de ruina del sistema de pensiones… La demografía se ha usado muchas veces para asustar. Si fuera por las previsiones, estaríamos muertos hace muchos años.

- ¿Qué pasa con los inmigrantes? ¿Cuánto tiempo tardan en adoptar el modelo de natalidad español?

- Hasta hace poco se daba por cierto que la natalidad de la primera generación de inmigrantes era más parecida a la de su país de origen que al de llegada. Ya no es así. La adaptación es inmediata. Y da igual de dónde vengan los inmigrantes. De todas formas, en esto tampoco se pueden comparar los datos de Soria con los de China, por ejemplo.

- Pues somos muy dados a comparar nuestra comunidad autónoma con Alemania o la UE en su conjunto.

- Lo que no tiene ningún sentido porque entran en juego muchos factores y cada vez es más contraproducente hacerlo así. El mundo se ha globalizado en muchas cosas, no solo en la circulación de mercancías, y lo paradójico es que seguimos hablando de diferencias culturales. Hoy se parece más a un nativo un inmigrante rumano que llega a Barcelona, que a un inmigrante andaluz en la misma ciudad en los años sesenta.

- Algunas célebres distopías se basan precisamente en la caída de la natalidad en determinados grupos sociales. ¿Tiene algún sentido?

- En Asia y África ya hemos visto que muchas mujeres abortaban si iban a tener hijas. Y hay novelas que cuentan cómo las mujeres escasean hasta tal punto que llegan a provocarse guerras. En el siglo XX, los dos grandes conflictos mundiales y el genocidio nazi dieron para hacer todas las distopías demográficas que queramos. Pero el gran desastre demográfico siempre es la muerte por guerra, hambrunas o epidemias. Lo demás nos lo montamos nosotros.

- La natalidad, pese a algunas predicciones, ha acelerado su caída durante la pandemia. ¿Repuntará siquiera coyunturalmente cuando esto acabe?

- Era lógico ese descenso. Cualquiera se atreve ahora a ir a un hospital a dar a luz. Y los hijos ya no se tienen por accidente. Espero un cierto repunte de la natalidad, como pasó en 1940, tras la Guerra Civil, aunque bajó al siguiente. Si hay una reactivación de la economía crecerán los nacimientos y la inmigración. Y habrá reactivación porque el número de licencias de construcción que se están solicitando anuncia un ‘boom’ del sector para 2022.

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