La pelota de goma que tumbó a Bertran

- En septiembre de 2004, este camerunés saltó la valla de Melilla, pero

La Razón, 01-07-2006

Madrid – Cuando Bertran saltó la valla de Melilla no podía imaginar el
horror que le esperaba al otro lado. El 1 de septiembre de 2004, tras
meses de esperar su oportunidad en el Monte Gurugú, y después de
intentarlo siete veces, comenzó su salto a una nueva vida. Era de noche,
la Guardia Civil vigilaba la zona, pero pensó q ue la suerte le
acompañaría. No fue así. Cuando se encontraba en lo alto de la valla,
recibió un disparo de un fusil de bolas de goma. A ése siguieron más,
Betran no soportó los impactos y cayó en suelo marroquí.
   Desorientado, sangrando y sin conocer el alcance de sus heridas,
Bertran escuchó unos pasos que se acercaban, era la Policía alauí. Al ver
el estado del joven, los guardias temieron por su vida, pero en vez de
socorrerle, llamaron a la puerta de la frontera. Comenzó entonces una
disputa entre ambos cuerpos de seguridad. La Guardia Civil no quería
hacerse cargo del subsahariano que acababa de derribar y la gendarmería
marroquí tampoco.
   En manos de la justicia.Hasta tres veces
llamaron a la garita y a la tercera fue la vencida. Los agentes del
Instituto Armado accedieron a que Bertran pasase a suelo español. Así fue
como este camerunés de 25 años pisó por primera vez Europa.
Semiinconsciente, asustado y malherido. Nada que ver con el sueño que le
impulsó a saltar. Pasó su primera noche en un hospital melillense donde
días más tarde le comunicarían una noticia que cambió su vida para
siempre: a consecuencia de los disparos, había perdido un ojo. Cinco
semanas después ya estaba viviendo en el Centro de Estancia Temporal de
Inmigrantes (CETI).
   Allí fue donde su historia llegó a oídos de la
ONG SOS Racismo. Decidieron ayudarle y poner en conocimiento de la
Justicia su historia. De eso hace casi dos años. Bertran vive en Madrid,
pero no consigue encontrar trabajo. Él era soldador, un oficio que ya no
puede ejercer a causa de sus heridas, y para los puestos de trabajo que le
ofrecen, su ceguera parcial no es una buena carta de presentación. Su
familia no conoce la historia. Ha preferido ocultar su mala suerte, a sus
ojos él es un héroe que vino en busca de una vida mejor. Un héroe que hace
unas semanas declaró ante el juzgado 39 de Plaza de Castilla. SOS Racismo
puso en conocimiento de la Fiscalía de Melilla los hechos, y se abrieron
diligencias. A través de un exhorto judicial, Bertran declaró en la
capital. Ahora, según cuenta su abogado, el caso está encima de la mesa
del Ministerio Público. A él le compete investigar lo sucedido y hallar al
guardia que disparó. No confía en que lo encuentren, a pesar de las
cámaras de seguridad de la valla permitirían su identificación de una
forma rápida.
   Un ojo de cristal. Si no se imputa a ningún
guardia, no habrá juicio. En el caso de que localizaran a ese agente, se
estudiaría si los disparos se hicieron dentro de la normativa legal al
respecto, que establece una distancia mínima de 30 metros para apretar el
gatillo. No obstante, si la actuación del guardia estuviese dentro de la
legalidad, quedaría descartada la imputación penal, pero no la
administrativa. Ése sería el «plan B», conseguir una indemnización que
Bertran ya sabe en qué emplearía, «en un ojo de cristal».
   No guarda rencor, no busca hacer pagar a nadie por lo que le ocurrió. Sólo
quiere intentar hacer más llevadera su vida. «No quiero líos» dice, pero
«¿qué harías tú en mi lugar?». No se olvida de lo que le dijo un Guardia
Civil en Melilla: «Cuando consigas los papeles, ya verás cómo se te olvida
lo del ojo». Pero no ha sido así. Dos años más tarde, ni ha conseguido los
papeles, ni ha logrado enterrar un recuerdo al que se enfrenta cada vez
que se mira al espejo. Sólo puede confíar en que la Fiscalía haga bien su
trabajo.
   

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