Biden pide vetar los rifles de asalto en respuesta a la matanza del supermercado de Colorado

Un joven de origen sirio que llevaba casi toda su vida en EE UU asesina de forma indiscriminada a diez clientes

Diario Sur, MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL, 24-03-2021

nueva york. Más tarde o más temprano, cada presidente de Estados Unidos desde la masacre de la Universidad de Texas en 1966 se enfrenta a un tiroteo masivo que deja sobre su mesa un reguero de muertes sin sentido, y con ello la obligación moral de hacer algo para impedir que se repita. Pero siempre fracasan.

A Joe Biden le llegó su turno ayer, cuando la matanza que perpetró un inmigrante sirio de 21 años en un supermercado de Boulder (Colorado) resucitó la intención de vetar las armas de asalto de tipo militar, innecesarias para la caza o la defensa personal. «Si bien aún tenemos que esperar a tener más información sobre el pistolero, sus motivos y las armas que usó, no necesito esperar ni un minuto para tomar medidas de sentido común que salven vidas en el futuro», dijo conmovido el nuevo presidente.

No era la primera masacre, pero sí la mayor de su corto mandato. La semana pasada otro joven de 21 años que intentaba «eliminar la tentación» de su adicción sexual mató a ocho personas, seis de ellas mujeres asiáticas, en tres salones de masaje a las afueras de Atlanta (Georgia), lo que probablemente inspiró al de Colorado a subirse al panteón de los pistoleros que la prensa intenta no glorificar. De ahí que sus nombres se entierren bajo el horror de sus crímenes.

En Georgia el asesino usó una pistola comprada ese mismo día, pero en Colorado los testigos describen un rifle de asalto militar de los que reparten cientos de balas por minuto. Esos que estuvieron vetados durante diez años a raíz de que en 1989 un criminal disparó con un kalashnikov a 34 niños y un profesor del colegio de Stockton (California), matando a cinco. Para lograr el hito legislativo hicieron falta hasta cinco años de trabajo y la unión de tres expresidentes de ambos partidos – Gerald Ford, Jimmy Carter y Ronald Reagan – , que escribieron a la Cámara de Representantes para apoyar una iniciativa compartida por el 77% de los ciudadanos, según Gallup.

Si bien el veto tuvo un impacto mínimo en la delincuencia, donde el porcentaje de muertes asociadas con estas armas bajó apenas un 0,1%, en tiroteos masivos se redujo el número de víctimas un 70% durante los diez años que estuvo en vigor, entre 1994 y 2004, según un estudio del ‘Journal of Trauma and Acute Care Surgery’. «Podemos volver a vetarlas», alentó ayer Biden a los legisladores. «Lo conseguí como senador y estuvo en vigor durante mucho tiempo. Debemos hacerlo otra vez», insistió.

Pero nadie ve el ambiente propicio. En Estados Unidos las armas matan cien personas diarias, pero sólo las masacres sacuden las conciencias lo suficiente como para iniciar acciones legislativas. Paradójicamente, son éstas las que más disparan la venta y hasta los tiroteos. En su primer año de Gobierno, Donald Trump ignoró los incidentes que dejaron menos de diez muertos hasta que la masacre de un concierto country en Las Vegas sacudió directamente a sus bases y se convirtió en la mayor de la historia, con 27 muertos. Aun así, su presidencia registró la mitad que la de Barack Obama. Mientras la portavoz del Congreso, Nancy Pelosi, prometió ayer seguir dando la batalla a las armas, el senador republicano Ted Cruz tachó sus palabras de ser «un teatro ridículo», una escenografía.

En el año de la pandemia no hubiera sido fácil atacar un cine, un concierto o una escuela, muchos de ellos vacíos, pero la carnicería humana en la que quedó convertido el lunes el supermercado King Sooper estremeció porque era una de las pocas actividades a la que todos han seguido yendo. El autor, un inmigrante sirio que llevaba «casi toda su vida» en EE UU, salió medio desnudo y por su pie, aunque le corría la sangre pierna abajo. No medió palabra, simplemente abrió fuego a su alrededor.

Las diez víctimas mortales oscilaban entre 20 y 65 años, incluyendo un policía con diez años de servicio que deja siete huérfanos. El hermano de su asesino lo calificó de antisocial y paranoico, pero nunca pensó que pudiera hacer algo así.

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