Un hondureño pasa más de tres años oculto en una iglesia de Misuri para evitar ser deportado

Alex García, padre de cinco hijos estadounidenses, puede dar fe como pocos de esas tribulaciones. Esta semana ha salido de las catacumbas contemporáneas que creó el trumpismo. Todavía quedan otros

La Vanguardia, FRANCESC PEIRÓN, 01-03-2021

Amenudo se habla de los once millones de indocumentados que se hallan en Estados Unidos. Como si solo fueran un número y una moneda en el negocio político.

Por espectacular que suene, no solo es una cifra. Detrás se esconde la humanidad de todas esas personas y su indispensable trabajo, más aún en época de pandemia, para que funcione este país.

García, casado con una ciudadana y padre de cinco hijos, no es el único: aún queda otros 33 refugiados en iglesias
Ahí están el peón de obra, el repartidor de pizzas, el vendedor ambulante, la canguro de niños blanquísimos, el limpiador, el pinche de cocina, el “manitas”, el conductor del camión de mudanzas, el camillero, la enfermera, la camarera, el jardinero, la embolsadora del supermercado, el aparcero, el empleado de la planta procesadora de carne,…

Sufren congoja por no tener papeles, pasan estrecheces porque les pagan menos que a los “ciudadanos” y viven bajo la pesadilla de que la migra (agentes de inmigración) les dé caza.

El hondureño Alex García, padre de cinco hijos estadounidenses, puede dar fe como pocos de esas tribulaciones. Esta semana ha salido de las catacumbas contemporáneas que creó el trumpismo . Todavía quedan otros.

García, de 39 años, se ha pasado los últimos tres y medio encerrado en un iglesia de Maplewood, localidad en el área metropolitana de San Luis (Misuri), para evitar la deportación.

“Hoy celebramos que dejo el santuario y me reúno con mi familia después de haber estado separado 1.252 días”, afirmó ante el centenar de personas que se reunieron para ofrecerle la bienvenida a su nueva normalidad.

Tuvo una primera experiencia en Estados Unidos en el 2000, pero volvió a Honduras. En el 2004 regresó a EE.UU. huyendo de la violencia y la extrema pobreza.

Una vez que logró evadir los controles fronterizos, García se subió a un tren. Pensaba que le conduciría hasta Houston (Texas). En lugar de ese destino acabó en Poplar Bluff, ciudad de 17.000 habitantes en la esquina sureste del estado de Misuri.

Encontró trabajo en la construcción. Conoció a Carly, su esposa y ciudadana estadounidense, tuvieron hijos. Durante más de una década disfrutó de una existencia tranquila.

Pero aparecieron los primeros nubarrones en el 2015. Acompañó a su hermana a una oficina de inmigración en Kansas City (Misuri) para un control rutinario. Los funcionarios se percataron de que él carecía de documentos. Durante lo que restaba de la administración de Barack Obama le concedieron dos suspensiones [de deportación] anuales en el proceso migratorio.

Pero ganó Donald Trump y todo fue diferente. En el primer año de su gobierno, en el 2017, García recibió el aviso para su deportación. Días antes de que se cumpliera la orden, la Christ Church United Church of Christ de Maplewood le dio cobijo.

Carly y los niños recorrieron de manera regular los 482 kilómetros que les separaban para visitarlo en el pequeño apartamento de que disponía en el templo. Incluso se mudaron a la zona para estar más cerca del marido y padre. Aunque el Ayuntamiento y la mayoría de vecinos de Poplar Bluff votaron a Trump, unos y otros lucharon para conseguir que García se quedara en EE.UU.

El presidente Joe Biden ha firmado una serie de órdenes ejecutivas en sus primeras semanas de mandato que revoca políticas de inmigración de su predecesor. García pisó la calle después de que la agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) garantizara que su deportación ya no es prioritaria y que no perseguirían su expulsión. Iglesias localizadas a lo largo de toda la geografía estadounidense ejercieron y ejercen de refugio para inmigrantes indocumentados.

El caso de García no es único, aunque sí el más ilustrativo por prolongado. Otros como él también se han atrevido a salir de los templos desde que Biden, comprometido a no deportar a todos aquellos que carecen de antecedentes penales, se hizo cargo de la Casa Blanca.

Myrna Orozco, organizadora y coordinadora del movimiento Church World Service, aseguró en ese acto de bienvenida que otros 33 inmigrantes continúan acogidos en iglesias. Mostró su total confianza en que esa cifra seguirá reduciéndose. “Esperamos un poco más de claridad del ICE antes de adoptar decisiones”, apostilló Orozco.

“Todavía no hemos terminado nuestra labor”, proclamó García al leer un comunicado, abrazado a sus hijos. “Queda mucho por hacer en esta lucha por lograr la protección permanente”, dijo.

De momento, los García se instalarán en esa área de San Luis. Esta es su nueva casa.

“No puedo otorgarle la ciudadanía a Alex, pero tengo el honor de concederle la llave de la ciudad y nombrarle ciudadano de honor de Maplewood”, subrayó el alcalde, Barry Greenberg.

Hubo emoción. Redobló la campana de la iglesia.

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