Najat El Hachmi: "Ahora hay una fusión de machismo y racismo que es la bomba"

La escritora publica "El lunes nos querrán", novela con la que ganó el Premio Nadal 2021

La Vanguardia, NÚRIA ESCUR , 22-02-2021

“Entonces no lo sabíamos, pero estábamos conquistando territorios nuevos impensables para nuestras madres estábamos rasgando todos los velos, escarbando agujeros con endebles cucharitas en murallas impenetrables”, relata la protagonista de “El lunes nos querrán” (Destino), en catalán “Dilluns ens estimaran” (Ed.62), título con el que la escritora Najat El Hachmi se llevó el último Premio Nadal.

Finales de los noventa, en un barrio de la periferia barcelonesa. La hija de Muh, Naíma, pertenece a una familia de inmigrantes marroquíes presidida por un padre autoritario. Tiene prohibido cosas como quitarse el velo o caminar sola por la calle. Hasta que conoce a otra chica, también marroquí, dispuesta a que esas cosas cambien. Su ejemplo le abre los ojos.

Najat El Hachmi nació en Beni Sidel (Marruecos) en 1979. A los ocho años se trasladó a Vic (Barcelona), ciudad donde se crió. Estudió Filología Árabe en la Universidad de Barcelona, ha sido mediadora cultural y técnica de acogida antes de dedicarse de lleno a la escritura. La autora de “Jo també sóc catalana” o “La hija extranjera” nos atiende en Barcelona.
Dedica el libro a mujeres “que se salieron del camino correcto para ser libres”. Entre todas, ¿cuál es la que más le ha influenciado?

La sorpresa es que no fue una, la sorpresa es encontrarme todavía hoy con tantas, cada día, que se enfrentan a los mismos estigmas. Y que no está dispuestas a perder su independencia.

Ganó el Premio Nadal, quieren saber su opinión en tertulias y programas…

A veces tienes qué distinguir por qué te llaman. Hacer un esfuerzo por detectar si me invitaban por lo que escribía o por dar “una nota de color”. Una vez me invitaron a una mesa redonda sobre el Alzheimer, un tema que desconozco totalmente.

Hago un esfuerzo por detectar si los medios me invitan por lo que escribo o por dar ‘una nota de color’ "
¿Se ha sentido alguna vez “instrumentalizada”? ¿Cuota por ser mujer y cuota por migrante marroquí?

Sí, me ha costado mucho esquivar la “instrumentalización”. Muchas veces te invitan sin haberte leído, antes de empezar a hablar ya estás juzgada…

¿En la lista de prejuicios quién gana: por discriminación de género, por origen o por clase social?

Se articulan. Ahora el machismo racista se ha sofisticado mucho. Antes estaba el clásico (“no puedes hacer esto porque eres mujer”) pero ahora han empezado a colarse otro tipo de discursos.

¿Cuáles?

Discursos que no parecen machismo pero que se camuflan, una especie de machismo y racismo que es la bomba. Muchos machistas ni siquiera son conscientes de que lo son. Eso, sin olvidar, que hay mujeres que ejercen ese papel todavía. Una vez recibí una gran bronca de una señora porque llevaba un escote. “¿Dónde vas, así escotada, si tu cultura no te lo permite?”. Pensé en contestarle “no proteja tanto mi cultura, yo no lo hago”.

Una vez me abroncó una señora: ¿Dónde vas, así escotada, si tu cultura no te lo permite? Pensé en contestarle: no proteja tanto mi cultura, yo no lo hago"
¿Qué puede hacer ahora una chica marroquí de tercera generación que no pudieron hacer ni su madre ni su abuela?

Para empezar, ir a la escuela porque es obligatorio. Y tener la posibilidad del acceso a un trabajo remunerado, que para nuestras madres era impensable.

¿Qué error seguimos cometiendo con un migrante? ¿En qué no deberíamos caer nunca?

Seguimos pensando en ellos sólo cuando llegan. La noticia sale en la tele. Pero ¿y luego? La vida de esa gente sigue, transcurre, aman, sufren, trabajan o no, se enfadan, sonríen… pero a nadie le importa ya. Sólo nos quedamos con esa “foto fija” del día en que llegaron. Luego, los olvidamos. Eso nos deshumaniza. Seguimos pensando que todos ellos “son otros”, los exotizamos, pero “los otros” ya somos nosotros.

Nos quedamos con la foto fija de los emigrantes que llegan. Los exotizamos. Luego, les olvidamos."
¿La vida se lo pone más fácil a los chicos emigrantes, respecto a las chicas, o más difícil?

Más fácil. De entrada ellos no tienen que enfrentarse a algunas cosas. Pueden entrar y salir de sus casas con libertad, no se cuestiona su sexualidad y no se les pide que lleguen vírgenes al matrimonio.

“Nosotras, las moras, no somos nada. Los negros son guais”, dice uno de sus personajes. ¿Por qué?

Estamos muy influidos por la cultura americana. Por ese criterio, las víctimas del racismo son esencialmente ellos. Como si no pudiéramos articular eso en nuestro entorno. Aquí tenemos grupos de gente con siglos de discriminación detrás. El Black Lives Matter debería trasladarse a gitanos y moros. Pero, claro, tampoco ayuda el fenotipo, parece que no puedes ser de un color intermedio…

Aquí el Black Lives Matter debería trasladarse a gitanos y moros. Llevan seglos de discriminación"
¿Recuerda alguna anécdota de lectora o lector que le haya dicho que sus libros le cambiaron la vida?

No era una chica joven, como podría esperar. Ni marroquí. Era una señora mayor, andaluza, que de pequeña no pudo ir a la escuela y estaba aprendiendo ahora a leer y escribir. Que una mujer así estuviera leyendo “El último patriarca” me emocionó. Yo he crecido con mujeres así.

¿El dinero del premio Nadal tiene ya su destino?

Sí, pagar facturas. Todo lo que gano lo invierto para poder seguir escribiendo. Viviendo del oficio de escribir.

El libro está escrito en segunda persona, como una epístola. Ahora que no se lleva, ¿deberíamos escribir más cartas?

Totalmente. Es una fórmula que permite imaginar bien al interlocutor. No es abstracta. La carta permite un grado de intimidad que no se encuentra de ningún otro modo.

¿De los miedos de Naima todavía le queda alguno?
Ahora mismo siento mucha más indignación e impotencia que miedo. Veo demasiadas chicas con vidas aprisionadas. ¿El miedo? Aprendes a convivir con él.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)