El 'Aita Mari' rescata en cinco horas a 148 personas a la deriva cerca de la costa de Libia

El buen tiempo ha propiciado la salida de varias embarcaciones desde la costa africana. A mediodía la embarcación guipuzcoana localizaba un segundo barco con 46 personas a bordo

Diario Vasco, Beatriz Campuzano BEATRIZ CAMPUZANO, 22-02-2021

Apenas llevaban unas horas surcando la aguas cercanas a Libia cuando el ‘Aita Mari’ ha tenido que asistir a la primera de las dos embarcaciones en las que han tenido que realizar rescates y que han llevado acabo entre las seis y las doce del mediodía. En un intervalo de tan solo cinco horas han atendido a 148 personas, todas ellas se encuentran «nerviosas, pero a salvo». La tripulación de la oenegé guipuzcoana es la única que se encuentra actualmente en el Mediterráneo después de que el ‘Ocean Viking’ y el ‘Astral’ abandonaran hace unos días la zona de búsqueda y rescate (también conocida como SAR, del inglés search and rescue).

El primero de los botes lo han localizado sobre las seis de la mañana a 180 kilómetros de la costa de Libia después de recibir un aviso. En «el barco de madera iban 102 personas, entre ellas siete mujeres de las que dos están embarazadas, así como un bebé de 9 meses. La mayoría son somalíes. Hay más hombres que mujeres y muchos menores de edad», ha detallado Izaskun Arriaran, integrante de la tripulación a bordo del ‘Aita Mari’. Por el momento, desconoce si la patera había partido de alguna playa de Túnez o de Libia, pero lo que sí ha destacado son «las horas de incertidumbre que los migrantes han pasado el mar. Estaban y están todavía muy nerviosos».

Tras asegurarse de que se encontraban en buenas condiciones todos los rescatados han subido a bordo del ‘Aita Mari’ y allí los voluntarios les han ofrecido agua y comida. Tan solo unas horas después, sobre las doce del mediodía, volvían a saltar las alarmas al recibir un aviso con las coordenadas de otra embarcación a la deriva con 46 personas a bordo. «No les hemos podido subir al barco. Solo les hemos podido dar chalecos, agua y comida. No tenemos capacidad para más pesonas», se ha lamentado Arriaran. El buque vasco solo tiene un certificado para llevar a 120 personas y por ello los últimos rescatados no han podido subir a bordo. Aún así los guipuzcoanos han «garantizado la estabilidad del bote mientras se encuentra una solución».

Un permiso especial
Una solución que todavía no ha llegado, ya que ninguna autoridad les ha asginado un puerto seguro para poder realizar el desembarco. Mientras que Salvamento Marítimo ya ha solicitado a Malta y a Italia ayuda a través de sus guardias costeros y se ha dado aviso a los otros barcos comerciales que hay por la zona, el Gobierno Vasco también ha gestionado con el Ministerio de Asuntos exteriores para que se pueda conceder un permiso especial con carácter urgente al barco y así poder rescatar a la segunda embarcación.

El ‘Aita Mari’, al haber realizado horas un primer rescate de un centenar de personas , ya no tiene permiso para embarcar a más personas, al haber completado su capacidad, de ahí que se estén haciendo gestiones para lograr una autorización urgente especial y aprovechar espacios del barco. Desde el Departamento de igualdad, Justicia y Politicas Sociales, que dirige Beatriz Artolazabal, se han dirigido al Ministerio de exteriores para reclamar una solución de urgencia, bien a través de un permiso especial bien a través del envío de un barco a la zona.

Por el momento, a la espera de que les concedan un puerto para poder desembarcar, el antiguo atunero reconvertido en barco de rescate se dirige hacia Lampedusa: «No tenemos un puerto adjudicado pero nos dirigimos hacia la isla italiana escoltando al segundo bote para que ellos puedan llegar. Nosotros seguirmos esperando una respuesta», explica Arriaran.

Por su parte, la oenegé ha reclamado la «la presencia de buques de la Unión Europea (Frontex) en esta zona puesto que el salvamento en el mar no debería de depender de embarcaciones de ONG».

El buen tiempo propicia las salidas
Los dos rescates no han sorprendido a los integrantes del ‘Aita Mari’. Ya esperaban que tras varios días de mal tiempo en el que los migrantes no habrían podido zarpar estos se lanzarían al mar con la llegada de una meteorología favorable para la navegación.

El ‘Aita Mari’, que partió el viernes pasado desde Almería, llegó ayer a la zona SAR. Actualmente, solo se encuentra el antiguo atunero vasco surcando las aguas del Mediterráneo Central después de que el ‘Ocean Vikings’ y el ‘Astral’ volvieran a puerto para realizar la correspondiente cuarentena. «Estamos solos en la zona. El ‘Sea Watch’, por temas de su organización, ha tenido que retrasar su salida», detalla la integrante de la tripulación.

En las última semanas, la flota civil ha sido testigo de la salida de miles de personas desde las costas de África en naves sobrecargadas. Solo entre ayer y el miércoles, casi 400 personas cruzaron desde Túnez a Lampedusa y Pantelleria (ambas islas italianas). Además, se conocieron dos naufragios el 14 y el 15 de febrero en Túnez (23 muertos) y en Libia (1 cuerpo recuperado) respectivamente. Muchas de las personas que fueron capturadas en alta mar y fueron evueltas a Libia, donde, según las Naciones Unidas, no se respetan los derechos humanos de las personas que migran. Y es que diez años después de la revuelta en Libia, apoyada por la OTAN, y que terminó con 42 años de dictadura de Muamar Gadafi, el país sigue siendo escenario de conflictos y caos y la población está cada vez más empobrecida. La caída de Libia en la anarquía ha convertido al país en el principal centro de tráfico de migrantes del norte de África, desde donde decenas de miles de personas tratan de llegar a Europa en peligrosos viajes en barco.

Desde que comenzó la crisis migratoria en 2015 el Mediterráneo Central ha sido el escenario donde miles de personas han muerto ahogadas. Otras, sin embargo, han corrido mejor suerte y durante su travesía hacia el suelo europeo han sido interceptadas por barcos de rescate y llevadas a puerto seguro. Pero lo cierto es que aunque lleguen a tierra firme la realidad con la que se topan dista mucho, en la mayoría de los casos, de la que se imaginan. De hecho, en el mejor de los casos acaban tramitando una petición de asilo desde un campo de refugiados. Una petición que puede durar años y cuya resolución para muchos subsaharianos suele ser rechazada al no considerarse que vienen de países en guerra o que estos no huyen por una persecución política o religiosa.

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