El dolor de la partida

Dejar atrás a su familia y su país genera en los inmigrantes un sentimiento de pérdida similar al que se siente cuando muere un ser querido. La recuperación del «duelo migratorio» lleva tiempo.

Canarias 7, B. HERNÁNDEZ Las Palmas de Gran Canaria, 27-01-2021

Subirse a una patera en busca de mejores expectativas de vida es más que un viaje hacia la incertidumbre. Significa dejar atrás la familia, los afectos, la cultura, las costumbres, el país… además de un posterior e importante esfuerzo por adaptarse a una realidad y a una sociedad distinta. Esta situación provoca en muchas personas un «duelo migratorio», un dolor similar al que se produce cuando se pierde a un ser querido y es una patología bastante común entre los inmigrantes, según señala el psicólogo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Juan Ramón Benítez Padrón.

El especialista indica que ante este dolor, y como en cualquier duelo, el inmigrante pasa por distintas fases, desde la negación, la ira, el desconsuelo e incluso la depresión, hasta aceptar las nuevas circunstancias, un proceso «que requiere tiempo y donde no se pueden saltar ni acelerar las etapas», afirma. «Y hasta que esta fase no se supera, es difícil trabajar en las condiciones de futuro de esa persona».

Ante la dramática situación del flujo migratorio que registra el archipiélago canario, la prioridad a su llegada es la acogida y atender las necesidades básicas de estas personas. Sin embargo, la atención psicológica y, excepto que los técnicos detecten una situación complicada, es «a demanda», ya sea en los centros de atención o cuando salen.

En el caso de CEAR, si un extranjero reclama asilo o refugio se le ofertan todos los servicios de la entidad, desde la atención jurídica, social, laboral o la psicológica. En este sentido, se les presenta el servicio «para ver como se les pueden ayudar», porque una dificultad más en la atención a los inmigrantes es que en muchas culturas está estigmatizado acudir a un psiquiatra o un psicólogo y, por tanto, «no expresan esa necesidad», explica Benítez Padrón.

Gestión del estrés no adecuada, alteración del sueño… Son índices que presenta gran parte de la población migrante «y dan información de la capacidad de fortaleza a nivel humano y vital que tienen y que impide que caigan en condiciones de salud mental quebrada». Al respecto, el psicólogo indica que los inmigrantes se aferran al propio proceso migratorio para seguir adelante. «Se centran en sus condiciones actuales. Piensan: Ya llegué al continente y a ver qué voy a hacer ahora». Esa situación, señala, genera más estrés y más incertidumbre que el viaje en sí, aunque apostilla que en la casuística hay de todo, y «cada persona lo vive de diferente manera y el abordaje psicológico puede ser más o menos complicado». Sin quitar importancia a ninguna de estas experiencias, dice, no es lo mismo un viaje en patera donde todos pudieron llegar en buen estado de salud a otro en el que hubo personas fallecidas. o en el caso de las mujeres, que viven experiencias especialmente «sangrantes», con problemas de trata, explotación sexual, etc.

Además del duelo, los inmigrantes presentan otras patologías frecuentes desde el punto de vista psicológico, como el estrés postraumàtico, desconfianza, miedo a entablar nuevas relaciones o, la más habitual, dificultades para dormir. La agorafobia, especialmente en este tiempo de pandemia, es otra de las manifestaciones de esta situación de estrés que viven tras su viaje.

Juan Ramón Benítez niega que existan comportamientos diferentes en función de la nacionalidad. Insiste en que se debe realizar un acercamiento «más personalizado y ver la persona, no su país o su cultura». Explica que hablar de diferencias de conducta en función de la procedencia de los inmigrantes «es un caldo de cultivo para los estereotipos, ya que si piensas de una determinada manera, vas a buscar los datos que confirmen esa teoría». Por el contrario, «África es muy grande y es muy aventurado cerrar el círculo en un colectivo concreto».

Descarta igualmente que haya que «occidentalizar sus costumbres». En su opinión, los inmigrantes que han llegado a bordo de una patera han demostrado que tienen «suficientes habilidades sociales que les han permitido estar dos o tres años de una punta a otra de África hasta llegar aquí», unas circunstancias, dice, «que pocos de nosotros podríamos superar». Por eso, entiende que «hay que empoderar y dar fuerza a ese proceso personal migratorio de arrojó y valentía» aunque precisa que se les debe de dotar de las herramientas para una más fácil adaptación, sobre todo con los niños.

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