Iglesias de Madrid

Nuestra Señora de Altagracia: una parroquia que no conoce fronteras

El templo propone, a través de Cáritas, actividades como yoga y ocio para los mayores

ABC, José Francisco Serrano Oceja, 23-01-2021

El equipo de sacerdotes de la parroquia de Nuestra Señora de Altagracia, calle de Azuaga 15, barrio de Valdezarza, parece una asamblea de la ONU en pequeño. Lo conforman el P. Mariusz Wojciech Mielczarek, párroco, polaco; el P. Pablo Dongji Liu, vicario parroquial, chino; P. Alberto João Vicente, responsable de la capellanía africana, y el P. Mark Angelo Ramos, también responsable de la capellanía filipina. Su edad media es de 37 años y lo que destacan al unísono es la magnífica acogida que han tenido por parte de la gente. Todos ellos son miembros de la Sociedad del Verbo Divino, Instituto Misionero.

Ese espíritu de catolicidad, de universalidad, se palpa en una parroquia para un barrio de 4.500 habitantes, en cuyos orígenes está también presente la historia de las personas que llegaron a Madrid para buscar trabajo. Una parroquia en la que originariamente estuvieron los PP. Paúles hasta el año 2016 y que desde el año 2013 cuenta con un magnífico templo, funcional, muy acto para las celebraciones litúrgicas. Un templo con mucha claridad que hay que destacar, sin especiales adornos, en el que sobresale una sencilla y bella imagen de la Virgen María. Nuestra Señora de Altagracia es, por cierto, patrona de la República Dominicana.

Los Sociedad del Verbo Divino fue fundada por San Arnoldo Janssen el 8 de septiembre de 1875 en Steyl, un pequeño pueblo de Holanda, a poca distancia de la frontera alemana. El objetivo de su misión es «proclamar el Reinado del Amor de Dios» como destino común de toda la humanidad. Entienden que la misión nace del amoroso diálogo interno del Dios Uno y Trino, y que lo suyo es «salir al encuentro de los demás en diálogo profético, buscando sobrepasar las divisiones que nos separan unos de otros y de Dios», según reza un Informe de la Provincia religiosa del año 2005. El párroco sintetiza este carisma de una forma mucho más gráfica: «Predicar el Evangelio donde no se ha hecho o se ha hecho de manera insuficiente».

Esta forma de vivir la Iglesia la encarna el párroco, el P. Mariusz Wojciech Mielczarek, amable, sencillo, que se siente como en casa y más en este tiempo de nieve helada que le recuerda sus años de niño en Polonia, cuando tenía que ir al colegio en invierno, todas las mañanas, caminando sobre la nieve. Habla un perfecto español que aprendió, no sin dificultad, según confiesa, en su pasada época de misionero en Bolivia, durante nueve años. El párroco, que no lleva mucho tiempo en esta comunidad, no ha podido todavía experimentar la vida ordinaria de la comunidad a causa de la pandemia, de sus efectos, de sus restricciones.

Cáritas es uno de los pilares de esta parroquia. Atiende a 42 familias, muchas de las cuales son procedentes de la inmigración de América Latina. También cuentan con un Hogar de la Amistad para el ocio de las personas mayores, aunque el Covid ha frenado el programa previsto para este año. De entre las muchas actividades previstas hay que destacar corte y confección y yoga. Los fieles de esta parroquia, dentro de sus posibilidades, son muy generosos, sobre todo en los tiempos en los que arrecian las dificultades económicas. De hecho, el P. Mariusz insiste en la abundancia de iniciativas que nacen de los feligreses, en particular del grupo de catequistas o de los más comprometidos.

No son pocas las actividades con las que cuenta la parroquia. Desde el grupo de Padres, pasando por Vida Ascendente, el Grupo de María, el Grupo de Taizé, el dedicado a la formación y a la oración, con nombre «Evangelización y oración», y la pastoral de la salud y el Coro, que anima las celebraciones. Y como forma singular de llevar a cabo el carisma de los Misioneros del Verbo Divino no faltan el grupo de Biblia y el Misionero, dos dimensiones esenciales de predicación y de presencia.

Pero el proyecto de esta dinámica comunidad misionera es invitar a los extranjeros del barrio a que se sientan aquí como en su casa, que vivan su fe desde esa fraternidad que nace del Evangelio, incluso que la vivan con sus diversas formas expresivas y litúrgicas. Estamos por tanto ante un aparroquia que no conoce fronteras.

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