Un techo para las noches de helada

Albergue de frío. El dispositivo de San Sebastián se ha trasladado este año de Covid a UBA, donde 160 personas sin hogar han pernoctado las seis últimas noches

Diario Vasco, Oskar Ortiz de Guinea OSKAR ORTIZ DE GUINEA , 12-01-2021

Dormir en la calle es duro, pero no tengo problema en hacerlo; siempre encuentro un lugar a cubierto. Solo el frío es el gran problema, porque cuando te entra frío, no se pasa nada bien». Son palabras de Ismaíl, marroquí de 26 años, que ha sido uno de las personas sin hogar que hasta esta última noche han podido pernoctar en el albergue de UBA, donde el Ayuntamiento de San Sebastián ha establecido el dispositivo de frío que permite a personas sin hogar pernoctar los días en los que se prevén heladas.

Esta temporada, que arrancó el 16 de noviembre y abarcará hasta el 31 de marzo, solo ha sido utilizado las siete últimas noches y desde hoy no se volverá a habilitar hasta la siguiente alerta por frío. El invierno pasado no fue requerido. Hace dos se usó cuatro veces con una media de 35 pernoctaciones, y hace tres registró un promedio de 22 usuarios durante diez noches, según los datos municipales.

«Dormir en la calle es duro, pero siempre encuentro un lugar a cubierto; el gran problema es si hace frío, si te entra el frío, se pasa mal»
ISMAÍL | PERSONA SIN HOGAR EN DONOSTIA

«El 60% de la plazas para personas en exclusión social están en Donostia; hacen falta más plazas en todo el territorio»
AITZIBER SAN ROMÁN | CONCEJALA EN DONOSTIA

Este servicio es complementario al dispositivo Gaueko, que durante todo el año ofrece cena, cama y desayuno a 22 personas sin techo de la ciudad. Aquellos a los que se les da cobijo en las noches de frío extremo no tienen incluida la cena. «Pero al menos podemos dormir», agradece Ismaíl, que ha llegado al centro en el primero de los tres viajes que una ambulancia de la DYA realiza entre las ocho y nueve de la noche para recoger a estas personas sin hogar que ha seleccionado el Servicio Municipal de Urgencia Social (SMUS). En principio se iban a habilitar 20 plazas, pero la demanda se fue disparando: 13 usuarios el primer día, y luego 17, 19, 30, 43 y 48 ayer. «Poco a poco íbamos localizando a más personas», explica Nieves Piñeiro, coordinadora del centro de día Hestia y una de las personas que acompañan al personal de DYA en cada traslado. «Hay quien al principio se niega a ser ayudado pero luego accede».

Este invierno el Gaueko ha sido trasladado de su ubicación habitual en Zorroaga a UBA, cuyas características habitaciones individuales con baño permiten una mejor aplicación de los protocolos Covid, así como posibles aislamientos en caso de un positivo en coronavirus. «Dado que el albergue no estaba siendo utilizado debido a la pandemia, hablamos con Fomento para que nos permitiera usarlo como un recurso para personas en exclusión social», explica «agradecida» la concejala del área en Donostia, Aitziber San Román.

Para agradecimientos, el de Ismaíl, un joven que dejó atrás su Marruecos natal en busca de un futuro halagüeño. También lo pretende Susana (nombre ficticio), que rehusa aportar su experiencia: «Bastante tengo con mis circunstancias como para contarlas». Dada la lucidez con la que se expresan, sus casos difieren de otros en los que la razón de su exclusión social no es solo económica. Estos últimos o no hablan o simplemente no acertarían a hacerlo.

En dos pateras
Ismaíl se expresa en un más que aceptable castellano. Es el menor de cinco hermanos. «Los demás están casados», apunta. Sus padres viven en un pueblo de la región de Safí, en el centro del país, donde «solo hay casas, ninguna industria. No hay trabajo». Por eso se echó al mar en una patera. «Primero hice un viaje de tres días y medio y luego otros cuatro días hasta Cádiz». Al llegar, «la policía me tuvo dos noches en el calabozo y me dio un papel para poder estar seis meses».

Tras casi dos años en los que ha alternado una doble estancia en Murcia y Donostia, su situación sigue siendo irregular. «En Murcia trabajé unos meses en los campos de limoneros y naranjos. Me empadroné, pero no tenía derecho a estudiar ni a nada por no tener papeles». Por ello, hace un mes regresó a San Sebastián. «Aquí es necesario permanecer tres meses para tener derecho a empadronarte y así acceder a un curso. Mi ilusión es hacer un curso con unas prácticas y que vean que trabajo bien». Asegura que es «un buen pintor, porque ya pintaba con 14 años. Tengo otro diploma en electromecánica».

Antes le quedan al menos «dos meses en la calle. Se hace duro, pero lo tengo que hacer para poder empadronarme». Un coche abandonado en un aparcamiento o «donde sea» son las únicas pistas que da sobre dónde duerme cuando el albergue de frío está cerrado. «Me arreglo. En la etapa anterior dormí en una casa vieja», que ya no está. ¿El Infierno?, donde llegaron a juntarse unas 80 personas. «Solo en San Sebastián habrá unas 300 personas en la calle», aporta Nieves Piñeiro. «El año pasado por Hestia pasaron 560 personas diferentes», añade. «El 60% de las plazas en Gipuzkoa para personas en exclusión social están en Donostia. Hacen falta más en todo el territorio», apunta San Román.

El Gaueko abre de ocho de la tarde a ocho de la mañana, y el dispositivo de frío lo hace de nueve de la noche a siete y media de la mañana. «Los días se hacen largos porque ¿qué haces en Amara desde las ocho de la mañana?», se pregunta Ismaíl. Los sábados son algo diferentes para él porque queda «para un café» con un amigo que llegó junto a él en patera. «Él hizo un curso de soldador y ha podido seguir trabajando algo. Ahora tiene un contrato de un mes y vive en una habitación. Me compra algo de comida y me lava la ropa. Es buena persona». También un ejemplo para él. «Me tuve que ir a Murcia por asma, porque no podía comprar medicamento y el clima es mejor. Aquí llueve y hace más frío, pero podría lograr un trabajo».

Los sábados se comunica con sus padres. «Como no tienen teléfono, llamó a un amigo por WhatsApp y me pasan con ellos. No saben que vivo en la calle. Les cuento que estoy bien para que no se preocupen. Cuando trabajé en Murcia les envié dinero. Ahora no tengo ni para mí. Vine a San Sebastián con 100 euros».

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