Pedro Costa: "Los equipos de cine son brutales y capitalistas, con patrones y esclavos, y en ellos hay sexismo y racismo"

Público, BEGOÑA PIÑA, 16-10-2020

El cineasta portugués otorga a los inmigrantes caboverdianos en Lisboa el espacio de dignidad que se merecen con una bellísima película, Vitalina Varela, interpretada por los protagonistas reales, y demuestra, una vez más, que se puede crear arte en territorio de pobreza.

El cineasta Pedro Costa, heredero del novo cinema portugués, figura destacadísima de la sección más radical del cine de autor independiente, nombre ‘sagrado’ en cineclubes y festivales de todo el mundo, es, probablemente, uno de los artistas más terrenales de hoy. A pesar de todas las etiquetas que le acompañan, este portugués que vagabundeaba por Lisboa de cine en cine ya con ocho años, ahora a los 61, dedica su tiempo, entre película y película a ayudar a Vitalina Varela –protagonista de su nueva obra–, a reconstruir su casa en los arrabales lisboetas, y a acompañarla en asuntos sociales y burocráticos.

Empeñado en reivindicar la posibilidad de hacer cine en territorio de pobreza –el hoy desaparecido suburbio de Fontainhas–, mano a mano con sus habitantes, especialmente con inmigrantes caboverdianos en Portugal, el cineasta ha vuelto a encerrarse en este barrio claustrofóbico y necesitado para contar la historia de Vitalina Varela. Leopardo de Oro y Mejor Actriz en Locarno, Mejor Director y Actor (Ventura) en Mar de Plata, y Mejor Película y Fotografía en Gijón, Pedro Costa devuelve, una vez más, con su trabajo el espacio de dignidad que pertenece a estas personas.

Vitalina Varela, una mujer de Cabo Verde de 55 años, se casó por poderes y ha pasado la vida esperando que su marido envíe un billete de avión para reunirse con él en Portugal. Lo que recibe es la noticia de su muerte. Llega a Lisboa tres días después del funeral. Hoy sigue allí, mejorando la triste casa en la que vivió su marido para que sus hijos tengan un lugar desde el que empezar de nuevo en Europa. Todo es realidad y todo es esta película.

¿Cómo es la conversación con una mujer, Vitalina, para que comparta el duelo por su marido muerto en una película?
Bueno, esta película, como otras mías, comienza con un encuentro. Una palabra, una mirada y otras cosas más indefinibles. (Pedro Costa llamó a una puerta en el suburbio y abrió Vitalina Varela). Después se establece la confianza y el deseo de hacer algo juntos en el cine y en lo social.

¿En lo social?
Sí, acompaño a Vitalina, la ayudo con los trámites burocráticos, que si son horribles para nosotros, para los inmigrantes… Yo puedo protestar, a mí me escuchan porque soy portugués, soy blanco… No solo yo, somos cuatro en el equipo.

¿’Vitalina Varela’ se ha hecho con un equipo de cuatro personas?
Sí. El cine comercial es algo que no merece tanta confianza y aprecio, que sí los merece el ‘otro’ cine. El cine comercial es mimético de esta sociedad, lo mismo que sus equipos. Son brutales, militares, capitalistas, con patrones y esclavos, y hay sexismo y racismo. Intentar hacer algo diferente es muy importante. Trabajar con estas personas de otra manera es fundamental y con ello ganamos todos.

Dicen que su cine da voz a estas personas, a los inmigrantes, a los pobres… ¿no es más bien el espacio de dignidad que merecen lo que les otorga su cine?
Sí, es ese espacio de dignidad. El cine para mí siempre ha sido un amplificador, algo que hace ver más grande, más digno y más noble ciertos sentimientos. Y eso es lo que me interesa a mí, buscar la humanidad, sea la que sea, y tornarla digna de ser escuchada y mirada.

Vitalina Varela, en una escena de la película.- NUMAX DISTRIBUCIÓN
Vitalina Varela, en una escena de la película.- NUMAX DISTRIBUCIÓN
¿Se siente heredero del cine humanista?
Es el cine que fue mi escuela. Desde muy pequeño viví desprendido, por las calles, viendo películas de todo tipo. Es un arte que me cautivó por esa capacidad de realismo tal vez. El teatro, hoy es más elitista, la pintura, la poesía… los amo, pero no proyectan para tantos. Y no intento jamás ser popular. Los hombres y mujeres de mis películas, son hermanos y hermanas que están ahí.

En ‘Vitalina Varela’ no hay guion, usted está al lado de los personajes. ¿Hay intención o argumento o…?
No y estoy orgulloso de no haber escrito guion. Había notas en un bolsillo, con una frase… es mucho mejor. El guion en el cine es un cocinado de imaginación con invención. En Vitalina Varela hay sentimientos, sensaciones. Es un cine de acompañamiento, no de denuncia. Estar más cerca de ellos, permite ser más profundo. No es ningún panfleto.

Pero sí es una apuesta artística e ideológica ¿no?
Sí. Tengo que difundir este mensaje, reivindicar la posibilidad de que es posible hacer cine en estas casas y con esta gente. Y sin pistolas y todo eso. Cuando Vitalina entra en un espacio lo contamina con su belleza y su dignidad. Y los hombres alrededor, son borrachos, drogadictos…, pero hay que mirar también la humanidad que los habita. El cine ahora es un arte que no debería negar el inconsciente, la irracionalidad, el lado caótico y problemático de nuestra humanidad.

Vitalina es una mujer luchando por ella misma, sus hijos y frente a los hombres que se lo han puesto muy difícil…
Pero es un recorrido que hace por sí misma. Yo estoy ciego, solo atento por los pequeños detalles, por cierta incandescencia para intentar que siga siempre ardiendo. No hay demasiada intencionalidad, el arte sale del trabajo de cada día. Trabajo con personas que no tienen nada que ver con el cine, el teatro, la pintura… y eso lo hace más arduo, pero tú también tienes que tener la humildad de decir que no sabes.

Ventura, en la película de Pedro Costa.- NUMAX DISTRIBUCIÓN
Ventura, en la película de Pedro Costa.- NUMAX DISTRIBUCIÓN
¿Que no sabes qué?
No sé lo que es una mujer. Y ella me contó cosas… Yo no entendía, no me atreví a preguntar lo único, ¿por qué no regresaba a Cabo Verde? Pero es que me daba miedo la respuesta. Y un día nos lo dijo y nos fulminó con sus palabras. Nos dijo que ella quería volver, pero que de ninguna forma sus hijos iban a experimentar la vida que había tenido su padre, al que el hijo pequeño ni siquiera ha conocido, tenía que dejarles una casa mejor. Los hijos de Vitalina (nacieron en dos viajes relámpago que su marido hizo a Cabo Verde) quieren venir a Europa y ahora nosotros estamos tratando de acercarles, con la casa, con los papeles…

El barrio de Fontainhas, donde estaban todas las historias, ahora ha desaparecido, ¿cómo afecta eso a su cine?
Prefiero no pensar mucho en eso. Además, creo que no es necesario, lo que es necesario es sentir, mirar y ver. Una película no se puede soñar, existe cuando existe.

Usted trabaja al margen del cine comercial, está comprometido en ello, pero en festivales de todo el mundo, que son parte de esa red del cine, adoran sus películas, ¿le afecta esta contradicción?
Lo he pensado y lo pienso muchísimo. Yo estoy comprometido con producir cine de forma decente. Al principio pensé que tal vez en lugar de hacer películas, podía hacer un canal de televisión, donde no viviría esta esquizofrenia. Habría noticias, música, historias… del barrio y para el barrio. Y estaría fuera del circuito. Porque cuando encontré a esta gente, encontré el centro moral, artístico, filosófico, ideológico… Mi centro.

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