Para casi todos los que tengan más de 17 años, el nombre de David Hume (1711-1776) resultará familiar. Su pensamiento es uno de los puntos obligados del curriculum de la asignatura de Historia de la Filosofía, como padre del empirismo y figura representativa de la Ilustración, al nivel de Voltaire y Rousseau. Su idea más conocida es el rechazo de las relaciones causa-efecto en la ciencia, simbolizada en su ejemplo de una bola que choca contra otra en una mesa de billar. Pero sus aportaciones, que dejaron huella en Kant, Popper o incluso Einstein, han quedado ahora en segundo lugar en favor de algunas ideas racistas de hace 250 años que el movimiento Black Lives Matter ha vuelto a airear. Por este motivo, la Universidad de Edimburgo, donde Hume dio clases, ha decidido renombrar la gran torre central de su complejo de edificios, hasta ahora llamada David Hume Tower. O, como dirían los zennials: Hume cancelado.

La Universidad escocesa reconoce en un comunicado la influencia del asesinato de George Floyd y de la campaña de Black Lives Matter en la toma de la decisión. Ésta se ha debido “a las sensibilidades que pueden verse afectadas al pedir a los alumnos que usen un edificio nombrado a partir de un filósofo del siglo XVIII cuyos comentarios sobre temas de raza, aún sin ser infrecuentes durante su época, pueden causar angustia hoy en día”.

¿Pero qué dijo Hume para este rasgar de vestiduras? Todo viene de una nota a pie de página de su libro Sobre los caracteres nacionales, de 1753. Que dice así: “Sospecho que los negros son naturalmente inferiores a los blancos. Rara vez hubo una nación civilizada de esa complexión, ni siquiera un individuo eminente en la acción o la especulación. No hay ingeniosas manufacturas entre ellos, ni artes, ni ciencias(…) Hay esclavos negros dispersos por toda Europa y en ellos no se ha descubierto ningún síntoma de ingenio (…) En Jamaica, sin embargo, se habla de un negro que toma parte en el aprendizaje, pero seguramente se le admira por logros exiguos, como un loro que ha aprendido a decir varias palabras”.

En esto Hume no era muy diferente de otros ilustres pensadores de la época, como Voltaire y Kant, aunque sí de las tesis de Diderot y Rousseu. En realidad, el concepto de “racismo” tiene sólo unos 100 años (aproximadamente, desde el triunfo de la revolución rusa) y hasta entonces era científicamente aceptable defender que hay unas razas superiores a otras, en conjunto. Incluso la eugenesia, que pretendía mejorar la humanidad mediante la eliminación de los más débiles, fue abrazada por las mentes más progresistas. Y hasta hace unas décadas el Partido Demócrata de EEUU defendió los intereses de los estados sureños del país que abogaban por la discriminación contra los negros.

Hume revisó esta nota poco antes de morir, cambiando pequeños detalles, pero manteniendo deliberadamente su razonamiento de la inferioridad de los negros. Esta idea fue rebatida por algunos de sus colegas, como James Beattie. El propio Hume llegó a escribir varias veces contra la práctica de la esclavitud, aunque su argumentación se basaba en sus ideas empiristas más que en lo que entendemos actualmente por antirracismo.

La idea fue tomada durante siglos como eso, una nota al margen en medio de una de las producciones intelectuales más lúcidas e influyentes de la Historia del pensamiento. Sin embargo, el pasado julio un investigador descubrió una carta de Hume remitida a su patrón, Lord Hertford, animándole a que adquiriese una plantación en la isla de Granada (cuyos trabajadores debían ser, forzosamente, esclavos de origen subsahariano). También otra al gobernador de Martinica, para que actuase en favor de su amigo John Stewart, involucrado en el mismo tipo de negocios. El equipo investigador que llevó a cabo el hallazgo fue el que propuso la retirada del nombre de Hume del edificio, una decisión contestada por muchos profesores, muchos de ellos descendientes de africanos.