De patriota a migrante ilegal

La generación Windrush, llamada a trabajar a Reino Unido, se ha convertido en un escándalo en tiempos de hostilidad contra la inmigración. Los afectados reclaman compensaciones tras obtener disculpas en activa y en pasiva; la última, en vídeo, del príncipe Carlos.

Público, CONXA RODRIGUEZ, 29-06-2020

Michael Braithwaite es un hombre afable, bondadoso, simpático y dicharachero, capaz de reírse de sí mismo, una característica del humor británico que va con él. “Llegué aquí con nueve años de edad; ahora tengo 68, tres hijos y seis nietos, nací en Trinidad y residí en Barbados hasta 1961, ¿ya me dirás de dónde soy y dónde me he formado como persona adulta?”, pregunta en voz alta en el parque de Hampstead Heath, en el norte de Londres, donde le saludan e interrumpen la entrevista personas de diferentes edades, razas y acentos.

Michael formaba parte de la comisión que la semana pasada fue a Downing Street a pedir al primer ministro, Boris Johnson, que cumplan las promesas y paguen las compensaciones a los afectados por el escándalo Windrush aprovechando el 72 aniversario de la llegada, el 22 de junio de 1948 del barco Empire Windrush, la primera tanda de caribeños que llegaron a la Madre Patria para trabajar en la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial. La madre se ha transformado en mala madrastra.

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“A mis padres les dieron el pasaporte británico automáticamente en la década de 1950, los consideraban patriotas del imperio, pero mis hermanos y yo llegamos más tarde, cuando ellos ya trabajaban y tenían casa; mi padre en Correos, mi madre de costurera para un hospital”, cuenta Michael en un día de calor caribeño en Londres. Reino Unido en la década de 1950 y 1960, para los inmigrantes, era un país racista con letreros en los pubs de “no dogs, no blacks, no irish” (ni perros, ni negros ni irlandeses).

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Un recuerdo sobre el que Michael no se quiere pronunciar. “Mi padre siempre nos decía que nos mordiésemos la lengua cuando nos llamaban monos o cualquier término racista; mejor no te cuento lo que me llegaron a decir”, recuerda Michael riéndose él mismo de lo que aguantó. Pero por encima de los adjetivos y sustantivos racistas que se ha tragado en su vida, lo que más le ha afectado ha sido la amenaza de la deportación a Barbados, donde ya no le queda familia, y el calificativo de inmigrante ilegal en lo que él considera su país.

“Todo empezó en 2016 al reducir la jornada laboral de profesor y la escuela que cambiaba del ayuntamiento de Camden al de Islington, el nuevo contrato obligaba al contratante a comprobar mi situación migratoria que nunca había tenido que demostrar: de la noche a la mañana era un inmigrante ilegal; si no demostraba con documentos mi vida en este país desde 1961”, recuerda Michael como despertando de una pesadilla.

En el 2016, la política de la entonces ministra de Interior, Theresa May (2010-2016), obligaba a los patronos a comprobar la condición migratoria de los empleados bajo la amenaza de duras multas y prisión para quienes contrataran a inmigrantes ilegales. Michael, a diferencia de sus padres, entonces (2016) fallecidos, disponía de pasaporte y de nacionalidad de Barbados, y ahí empezó el calvario. “Yo siempre he sido de guardarlo todo; recuperé toda la documentación laboral hasta 1973, pero entonces me pedían los expedientes escolares desde mi llegada en 1961 y pruebas de domicilio y certificados de los que nunca había oído hablar; cada vez que sonaba el timbre de la puerta, me alteraba, y los sobres de color marrón del ministerio de Interior todavía me dan pánico; conocí a un abogado que llevo mi caso a televisión y al día siguiente me llamaron del ministerio de Interior con autorización para quedarme y trabajar, pero el escándalo ya era imparable”, como es imparable él cuando habla de su vida; le gusta la música, el tenis y su familia.

“Mi primera esposa es de madre española y padre austriaco; la segunda es irlandesa; todos han sido un gran apoyo para mí; la casa de mis padres ya era un hogar de puertas abiertas a la diversidad, venía mucha gente a pedir favores y, en invierno, a comer algo de caliente”. Theresa May dejó el cargo de ministra de Interior para liderar el Partido Conservador y acceder a la presidencia del gobierno en 2016. Su sucesora, Amber Rudd, ministra de Interior de 2016 a 2018, dimitió por el escándalo Windrush. Ciudadanos, menos afortunados que Michael en guardar papeles desde 1961, deportados a países casi desconocidos para ellos, otros sin trabajo y/o sin casa porque no podían demostrar documentalmente su vida en Reino Unido desde la llegada. “Hay casos en la comunidad caribeña verdaderamente dramáticos; algunos todavía viven con miedo, no se atreven ni a ir al médico por lo que les puedan preguntar”, explica Michael en cuyo rostro, de repente, se percibe una enorme tristeza.

El barco Empire Windrush tomaba el nombre de un afluente del río Támesis con el término Imperio por delante, el primero de una serie que ha dado nombre a una generación de inmigrantes y a un escándalo político. Aunque no hay cifras oficiales, se calcula que 524.000 personas atendieron a la llamada de la Madre Patria de 1948 a 1971 para trasladarse a Reino Unido. Unas 57.000 se han visto afectadas por la política inmigratoria británica de la última década. “Las cifras son difíciles de establecer porque la generación inicial está desapareciendo, en 1948 eran adultos o adolescentes, pero todavía salen casos nuevos” apostilla Michael. El concepto de crear un “medio hostil contra los inmigrantes” se baraja con frecuencia como objetivo de la política británica de Theresa May como ministra de Interior.

Como política oficial para provocar deportaciones masivas no se ha reconocido nunca porque no es presentable, sin embargo, al parecer de Michael “el clima de hostilidad contra nosotros afloraba por todas partes”. El escándalo Windrush generó las disculpas en 2018 de la entonces primera ministra Theresa May que reconoció, a través de la BBC, el medio hostil contra los inmigrantes caribeños de la generación Windrush. Estos días, hasta el heredero de la corona, con motivo del 72 aniversario de la llegada del primer barco, ha elogiado este sector de inmigrantes caribeños. Un aniversario que hubiese pasado desapercibido de no ser por las protestas de los afectados por la política inmigratoria. “No queremos más disculpas con palabras de las que se lleva el viento, sino que cumplan lo prometido: compensar a los afectados y poner las medidas adecuadas para que no ocurra de nuevo”. Y junto a los caribeños, los europeos del Brexit han empezado a hacer cola virtual a la puerta de ministerio de Interior británico para regularizar su situación.

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