Privados del refugio de la escuela

Siete millones de niños desplazados han dejado de ir al colegio por culpa de la Covid |A falta de profesores y aulas, reciben las lecciones por Whatsapp y emisoras de radio

Diario Vasco, ANTONIO PANIAGUA Madrid, 22-06-2020

Farida Fadoul Nasser tiene quince años, huyó hace media vida de la República Centroafricana y ahora está refugiada en Yamena (Chad). Iba a la escuela, pero desde que empezó la pandemia del coronavirus ha tenido que interrumpir sus estudios. Sin poder ver a sus profesores y con las clases suspendidas, Farida, que tiene vocación de médica, sufre una suerte de encierro. La escuela representa para estos niños no solo un lugar en el que aprender, sino también un espacio seguro en que están libres del trabajo, las duras tareas domésticas, los embarazos no deseados y los matrimonios infantiles. «Mi hermana que es universitaria me ayuda a hacer los ejercicios. Al cerrar la escuela, algunas niñas han tenido que volver a hacer la comida y las tareas de la casa», dice Farida en una rueda de prensa telemática organizada por la ONG Entreculturas.

Del ingente número de niños y adolescentes que se han visto forzados a desplazarse, 7,1 millones han dejado de ir al colegio por culpa de la Covid. Lejos de la escuela, los menores refugiados tienen más dificultades para poder comer y acceder al agua potable, además de estar más expuestos a la explotación, los abusos sexuales y el reclutamiento militar.

Desde que irrumpió la pandemia, los refugiados en edad escolar de Siria, Irak, Yemen, Afganistán, Sudán del Sur y la República Democrática del Gongo, entre otros países, están siendo privados del derecho a la educación. Para paliar en parte en esta situación, Entreculturas trata de procurar a los niños una mínima cobertura educativa a través del fomento de la educación a distancia. Además de utilizar la radio y el Whatsapp para suplir el quehacer de los docentes, la ONG educativa distribuye bienes de primera necesidad, como agua, medicamentos, comida para el alumnado y sus familias, así como material higiénico.

Rayhana Itani, coordinadora pedagógica del Servicio Jesuita a Refugiados en Líbano, asegura que la guerra en Siria, que ya va por su noveno año, ha dado lugar a la huida de un millón de refugiados que se han asentado en el país vecino. «Ha habido menores que han dejado la escuela para trabajar en la agricultura y la construcción. A menudo son víctimas de abusos sexuales», denuncia Itani. Líbano, una nación del tamaño de Asturias, cuenta con el mayor número de refugiados por habitante del mundo. Un 30% de su población local vive en situación de pobreza, a lo que se une la degradación provocada por los altos índices de corrupción.

La crisis de refugiados de Venezuela es la peor que ha sufrido América Latina. En los últimos quince años, más de cinco millones de venezolanos, el 16% de la población, han abandonado su tierra. Colombia ha acogido a un sinfín de desplazados venezolanos, a pesar de que no son pocos los autóctonos en dificultades que ven con recelo la oleada migratoria. Al éxodo masivo se unen problemas lacerantes, como el reclutamiento por grupos disidentes de las FARC y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de niños que los guerrilleros captan a través de las redes sociales. «Contactan con ellos mediante invitaciones a participar en fiestas y promesas de regalos», sostiene Óscar Javier Calderón, director Regional del Servicio Jesuita a Refugiados de Latinoamérica y el Caribe.

Regreso a pie
Con la emergencia del coronavirus, unos 70.000 venezolanos que se habían afincado en Colombia han regresado a pie a Venezuela, pese a que las fronteras están cerradas. En el departamento de Arauca se han encontrado 48 niños venezolanos que retornaban a su país de origen sin sus padres o solos. «Nos preocupa sobremanera la violencia ejercida contra los líderes que defienden los derechos humanos», dice Calderón.

No menos sangrante es el infierno que castiga a los migrantes en Chad, donde han encontrado cobijo 700.000 refugiados. Como ya ocurrió durante la crisis del ébola, el coronavirus ha incrementado el riesgo de que niñas y mujeres sufran violencia sexual.

Por añadidura, el virus redunda en el aislamiento y el abandono escolar. Elena González, directora del Programa Servicio Jesuita a Refugiados en Chad, cree que los efectos de la situación de emergencia darán lugar a 13 millones de matrimonios infantiles adicionales. Chad es uno de los peores países donde una niña puede nacer. Solo en la región de Sila, un 37,5% de las mujeres entre 20 y 24 años ya estaban casadas a los 15. Se estima que dos de cada cinco mujeres han sido víctimas de mutilación genital.

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