Aquí un deprimido al habla

Cruz Roja ha atendido por teléfono 3.500 casos que requerían ayuda psicológica. «Ahora nos llaman parados, personas solas o en duelo»

Diario Vasco, COLPISA, 27-05-2020

Al otro lado del hilo telefónico se encuentra una migrante. Acaba de perder su empleo, si así se puede llamar el ir trampeando en la economía sumergida. Vive en un piso compartido, sin intimidad y con una depresión de caballo. La atiende una psicóloga del programa ‘Cruz Roja te escucha’, una iniciativa de teleasistencia (teléfono: 900 107 917) que ha puesto en marcha la institución para aminorar los efectos que tiene la crisis del coronavirus, que, aparte de mermar la salud física, arrasa con la mental. «Más del 65% de las personas que nos llaman son mujeres. Hemos atendido 3.500 casos en un mes. Al principio hacían uso del servicio trabajadores de supermercados y residencias que tenían que dar la cara, con el miedo de contagiarse y ser contagiados. Ahora nos llaman personas solas o marcadas por el duelo y parados», dice Mar Echenique, responsable del programa, que se puso en marcha el 6 de abril.

Pastora Sanz, psicóloga voluntaria que trabaja en Sevilla, ha seguido durante varias semanas el caso de una mujer latinoamericana que llegó a España acompañando a su marido. Como en su país de origen los tratamientos oncológicos no son muy avanzados, tenía puestas todas sus esperanzas en que la sanidad española sacara del trance a su esposo. Pero la mala suerte quiso que contrajera el coronavirus y muriera. «Vinieron con la ilusión de recibir los tratamientos médicos que le ayudaran a prolongar su vida, pero al mes de estar aquí el hombre se contagió y falleció. La señora, que tiene unos 65 años, de repente vio cómo se rompía todo. No quería volver a su país porque allí están peor las cosas. En ningún momento la vi derrumbarse, al contrario, llevaba todas las etapas del duelo de manera correcta», cuenta Pastora Sanz.

La desaparición de su marido fue más dolorosa porque nunca había perdido a nadie. Sus padres todavía viven, de manera que era el primer duelo al que se enfrentaba. «Estaba muy confundida, una semana estaba triste y la siguiente con rabia. Y es que las etapas de duelo son de negación, tristeza, rabia y aceptación de la pérdida; no van una detrás de otra, sino que pueden ir solapándose», explica Sanz, especialista de psicooncología.

Según datos de Cruz Roja, el grueso de los que piden ayuda tienen entre 50 y 64 años y representan el 25,45%, seguidos muy de cerca por quienes están entre los 30 y 39 años (23,65%). Por comunidades autónomas, un 28% de los que reclaman asistencia psicológica son de Madrid. A continuación figuran Andalucía (23%) y Comunidad Valenciana (10%).

Aparte de los casos de duelo, Marta de la Cruz, trabajadora de Cruz Roja que ahora desempeña su labor en Tordesillas (Valladolid), se ha encontrado con casos extremos de soledad, un sentimiento que se ha ensañado con los mayores. «En Castilla y León, donde hay población muy envejecida, el no haber dejado salir durante dos meses a personas que vivían en pueblos de apenas 50 habitantes ha sido tremendo para su salud emocional. Han vivido de forma muy traumática el no haber podido ir al cementerio para, por ejemplo, enterrar a su hermano. Ellos necesitan esos rituales».

De la Cruz percibe la sensación de que, pese a la abundancia de información, los mayores no han entendido muy bien la situación, sobre todo si se trata de ancianos octogenarios: «Cuando oigo en la tele todo eso de la tecnología, me digo, de acuerdo, es muy bonito y chulo, pero para el que tenga esa capacidad. Hay abuelos que llevan dos meses sin ver a la hija que venía todos los fines de semana desde Madrid».

Para De la Cruz, lo más duro de todo son los mayores que viven solos y no tienen un familiar con el que hablar, aunque solo sea telefónicamente. «Hemos tenido días en que las llamadas duraban media hora o 40 minutos. No había manera de que se despegaran del teléfono», dice la trabajadora, quien subraya que a muchos les daba miedo ir al hospital debido a la alta mortalidad en las primeras fases de la pandemia. Según De la Cruz, los médicos fueron en su día muy reticentes a ordenar hospitalizaciones de personas longevas. «Ha costado mucho. Les decían que se tomaran un paracetamol y no salieran de casa».

Marta de la Cruz y Pastora Sanz atienden llamadas del nivel 2, aquellas más complicadas y que requieren una mayor intervención. Por lo general se trata de gente que sufre niveles de ansiedad muy elevados o que carecen de cualquier vínculo afectivo.

Sanz se ha topado con casos peliagudos. «Algunos presentan pensamientos suicidas. Se trata de sujetos que ya arrastraban problemas de salud mental previos. Son casos que se manejan con mucho tacto. Siempre ofreces estrategias. Pero si la persona en cuestión ya tiene ideado un plan, debemos llamar a las autoridades», explica.

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