Lectores corresponsales

¿Vale más fresa en mano que cien inmigrantes volando?

La falta de temporeros en el campo británico pone de relieve una política brexitiana restrictiva con la inmigración y que fomenta una extranjería solo subalterna y servil

La Vanguardia, Fernando Gómez Herrero, 25-05-2020

Vale más pájaro en mano que ciento volando. ¿Nos fiamos del cazador de pájaros? ¿O volamos con los pájaros?

Le damos una vuelta de tornillo al dicho y apresamos algo de la lógica oficial pandémica brexitiana respecto a la nueva propuesta de inmigración presentada por Priti Patel en el Parlamento. Ya se aprobó con voto holgado.

Que nadie se crea que el Brexit se ha ido de vacaciones a Mallorca con la pandemia global. Que ningún incauto se piense que va a haber una hermosa cosecha de internacionalismo humanitario que esquive los desmanes del virus rampante. Todo lo contrario.

Sólo basta mirar a Priti Patel, la actual Ministra de Interior a la que se ve bien poco, por cierto, por las ruedas informativas vespertinas. Tampoco se pasea por los platós televisivos y mucho menos por los radiofónicos que son más peliagudos.

La actitud represiva anti-inmigrante “made in the U.K” tiene muy buena salud. Y su formalización parlamentaria se llevó a cabo con toda tranquilidad con el trasfondo de los enormes huecos de los trabajos considerados como imprescindibles contra el azote de la pandemia global.

Lo que ocurre ahí fuera, más allá de los arrecifes de Dover, no cuenta. Esto no va de modo comparativo. Ya se eliminó la diapositiva con los muertos por la Covid de las otras naciones en las ruedas de prensa diarias que de ruedas y de prensa tienen bien poco.

Se suprimió la diapositiva de las naciones unidas por la Parca en cuanto la línea británica de la gráfica empezó a despuntar para arriba ganando a todas las otras en el contexto inmediato europeo (los otros continentes nunca estuvieron presentes).

La excusa oficial es que las cifras son difíciles de comparar, que hay muchas variables y que son poco fiables. Así y todo, el Reino Unido ya está en un segundo puesto mundial de muertes sólo por detrás de los EEUU. Brasil le quitará pronto el lugar.

Con tanta muerte y tamaña incertidumbre económica, y un hueco laboral tan enorme, ¿no vendría bien un poco de hermanamiento aperturista y acogedor de los otros, aunque fuera en clave nacional-egoísta? Pues parece que no”

¿No se disparan en el zapato que llevan puesto? ¿Es la señora Patel la única que lo hace? No, claro. Con ella, todos: su jefe de gobierno y todos los otros colegas del gobierno actual, de los sujetos minoritarios (“BAME”) o no, que no se desvían un milímetro de las directrices brexitianas anti-inmigratorias que la pandemia no ha modificado en lo substancial. ¿Lo hará en el futuro?

El virus puede ser cosa de todos, pero aquí nos atamos bien al mástil del barco con el nombre de Britania y soltamos anclas y amarras y nos dejamos llevar de los cantos de sirenas soberanistas con pretensiones totalizantes o absolutistas.

Esto se hace sin precisar hacia dónde ni cómo ni cuándo: pura contingencia y mañana será otro día. La historia parece que importa poco. Las cadenas: la Unión Europea.

Nos podemos acordar del cuento inquietante ‘Benito Cereno’ de Herman Melville a propósito de un barco zozobrante para imaginarnos un futuro imperfecto.

El discurso oficial del Reino Unido es que “va por libre,” digamos que como la persona egoísta que habla consigo misma y que se cree autosuficiente.

Se apela una y otra vez al tótem de la soberanía nacional, y no se dice nunca cómo será este mundo post-brexitiano que tendrá que convivir con la Covid”

No se aporta ninguna pintura amplia comparativa y proporcional de las relaciones de futuro con el resto del mundo. Se canta la loa boba y marchita al “libre comercio”, como si el volumen de intercambio de personas y de mercancías, la lejanía o cercanía geográfica, los vínculos sociales e históricos, o la afinidad de las ideas democráticas no tuvieran valor ninguno (el comercio con Europa es un 47.7% de exportaciones y un 51.9% de importaciones según el Pocket World in Figures / The Economist).

Nadie se acuerda del legado de Occidente y menos de la crítica del eurocentrismo que será cosa de otros. Este Brexit viene con harapos intelectuales. Y ahora, resulta que el virus, que trastoca todas estos porcentajes económicos, abre una nueva brecha, la de la recesión económica de impacto mundial.

Si el Brexit ya se concebía por los brexitianos como una pérdida económica que habría que sufrir en carnes propias con la justificación que esto era o es una gran oportunidad nacional, incluso se lo tildaba de “libertad.” Ahora, doble pérdida con el virus.

¿Queremos esta pérdida doble como el boxeador quiere una doble pegada? Y viene otra con el “agujero negro” de los miles de vacantes de puestos laborales de importancia vital. Con lenguaje bélico: ¿me quedo sin balas y con pocos soldados en las trincheras y soy desagradable y testarudo con mis presuntos aliados cuando viene hacia mí el enemigo temible, invisible y letal, el virus?

Lo que está bien claro es la actitud oficial desagradable con el principio de la movilidad de las personas europeas que se restringe de manera explícita: Priti Patel.

El gobierno británico no está solo. La retórica es binaria y gruesa, grosera y cortante. La Unión Europa es “ideológica,” y ellos no, y lo dice nada más y nada menos que Michael Gove en el Parlamento y lo dice con toda la naturalidad del mundo.

“Ideología” es la cosa fea que hacen otros. La Unión Europea es un “club” y ellos ya se han salido. ¿Y quién les va a acusar de qué en nombre de qué en estos momentos tan desconcertantes e inciertos? ¿Quién va a invocar una Europa más armoniosa, de capitalismo más cuidadoso, eficiente y solidario? ¿Quién se atreve a proponer modelos sociales importados de otros continentes? ¿Y si trata más bien de no invocar nada concreto y de dejar todas estas cosas espinosas entre brumas?

Aquí no hay gran narrativa histórica nacional ni maravillosa poesía nacionalista: cuatro banderas y cuatro topicazos al lado de una victoria en una guerra mundial que ganaron los abuelos, más retro que chic, y poco más a nivel de cultura popular.

Todo el sector cultural (teatro, música, cine, educación, etc.) es en general anti-brexitiano y la derrota duel. ¿Quién se atreve a una defensa de puertas abiertas a los “otros” en esta “recesión seria” que va para largo, como ha dicho Rishi Sunak, Ministro de Hacienda?

Constato una crítica fuerte por parte de sectores social-demócratas anti-brexitianos, por ejemplo, Alaister Campbell el que fuera mano derecha de Tony Blair, en su periódico The New European que habla de “estado en bancarrota” [“failed state”] para el Reino Unido en su mala gestión del virus y el proceso del Brexit, que querrían ver retrasado o incluso aparcado.

La izquierda, huérfana de Jeremy Corbyn, muy disminuida. Su modalidad extra-parlamentaria agita las redes sociales, pero fuera, tiene muy escaso impacto mediático”

La reactivación gradual de la actividad económica será paulatina, titubeante y muy difícil. ¿Abrimos bien las puertas a los no-británicos asentados aquí o no, y que llenen bien los muchos huecos hallados en muchos de los puestos de trabajos mal pagados que ahora se dice que son importantes? ¿A cuento de qué?

Esta es la incongruencia que se pasea ahora bien lozana por las diversas regiones de estas ínsulas baratarias. Y ésta es la baratería (i.e. engaño o fraude) del gobierno que dice obedecer lo que quiere el pueblo británico que lo votó de manera mayoritaria. Es fraude en el sentido de que hace y dice dos cosas incompatibles. ¿Y si tiramos un tanto de este engaño para ver su doblez ideológica?

Este es el orden del día, como digo, que parece ser contra-intuitivo: el virus no debilita, sino que refuerza, el impulso brexitiano de distanciamiento no sólo de la Unión Europea, sino también de Europa en líneas generales.

El virus que es daño al cuerpo social se une al otro daño, el de la ruptura de los lazos económicos, sociales, políticos, etc., con el que ha sido tu socio mayoritario del que habías formado parte décadas.

Tu socio es mucho más grande que tú, pero tú te eriges ahora como la totalidad política significativa del todo en un tipo de distanciamiento que no sólo es comercial que dices que será beneficioso a medio plazo.

La nación brexitiana dice que se aparta de todos los lazos duraderos habidos con el contexto internacional. Ahora todo se ve a corto plazo y con un tipo de relaciones que se quieren irregulares y casuales: Britania va a la aventura en momentos digamos que sumamente alborotados.

Y se presenta a sí misma como un todo, cuando es parte, se fetichiza y soliloquiza con tautologías de “ser y no ser.” Y cuelga el “estar” de una nube sideral (el inglés carece de la distinción “filosófica” de la distinción verbal del “ser y estar”).

“Ser británico” es así el signo positivo de lo otro negativo, que es “ser no-británico”

La parte nacional se convierte en un todo indivisible que necesita la marca diferencial de la extranjería que se presenta de un modo habitual xenófobo (las subdivisiones galesas, escocesas, nor-irlandesas no llegan a tener calado al menos dentro del mundo oficial de Westminster).

Y esta operación binaria de “ser diferencial” se hace de manera incongruente teniendo en cuenta el contexto de esta globalización del virus letal que es cuando uno debería, digo yo, intentar conjuntar todos los esfuerzos porque el virus entra, sale y se cuela por todas las superficios, sus huecos y rendijas, y te mata la vida o te paraliza la actividad económica y la vida social rutinaria sine die.

¿Apelamos a un egoísmo político superviviente que necesita de todos los otros para seguir con vida? Pues parece que no. ¿Están las islas exentas del cambio climático? En una sociedad tan futbolera, si tu equipo es campeón de Europa, ¿jugó consigo mismo o con otros? ¿Y cómo fueron estos partidos? ¿Y de qué competiciones estamos hablando? ¿No tenemos que incorporar a otros para entender estos fenómenos climáticos y competitivos deportivos?

Respecto a cómo recordamos la historia: ¿peleó sólo el Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial? ¿Sólo escuchamos el discurso de Churchill? ¿Y qué pasa con el de Stalin y el de Truman? ¿Por qué se enfadó De Gaulle? ¿Qué hacía en Moscú la Sra. Churchill el día de la Victoria en Europa? ¿Queremos honrar la historia y saberla? ¿O nos quedamos con los colorines de la bandera nacional? ¿Los muertos de los otros no cuentan? ¿Queremos tener una idea cabal del mundo total o sólo de la porción de tierra cercana al meridiano cero de Greenwich? ¿Escucho sólo lo que me diga la ministra de Interior con su control de la inmigración al modo australiano? Los muertos de las otras naciones: ¿no cuentan? ¿Ni siquiera ni para beneficio de los vivos de la mía o de la tuya?

Se entroniza la nación y se totemiza la soberanía. Se pega una a la otra de nación (¿pero son una o son cuatro?), y se construye lo nacional-social-político como si fuera un bloque granítico sin fisuras en los que meter los dedos inquisidores.

Priti Patel no se va a meter a explicar mucho ni qué ni cuándo ni cómo de eso de nación propia. La obvia. Y la pone a distancia de todas las otras al menos en sus declaraciones oficiales. Para ella, la India esté tal vez más cercana que Francia o Alemania, pero de esto no se habla en público. Marca nuestro funcionario brexitiano tipo el contraste binario con una extranjería diferencial que quiero contener y controlar: son continentes enteros. Es enorme. Son demasía.

Lo que quiere este oficial brexitiano cuyo pensamiento estoy imaginando es que esta extranjería sea subalterna, que hable poco y que cumpla, y que sin llegar a ser insignificante del todo dentro del territorio británico no signifique gran cosa. Lo que quiero es que me sirva. Y punto”

Quiero que lo “no-británico” sea siempre sirviente de mis fronteras para adentro. El nombre de nación, o mejor sus símbolos, me sirve para conjurar el espectro desdibujado de una extranjería que siempre será mendiga. Esta presentación xenófoba tiene diversos matices, modalidades y estilos. Y se suele dejar acompañar de una buena educación inglesa, o no.

Resulta que hay una carencia de unas 40.000 enfermeras. Y que faltan unos 80-90.000 recolectores de fruta este verano. Y que hay unas 122.000 vacantes en el sector de asistencia sanitaria o del cuidado a los mayores (“care sector,” en inglés), que no llegan a la denominación de personal cualificado ni al sueldo mínimo estipulado por el gobierno.

El sector universitario no es muy distinto de estos niveles mínimos. Y el contraste es digno de mención con la iniciativa de los aplausos y las gracias lanzadas a todos los “héroes” los jueves por la tarde. ¿Te aplaudo afectuosamente para hacerte de los míos? ¿O mejor te aparto, tú que trabajas con las manos morenas, y que te la sigas jugando en primera línea pandémica?

Tengamos en cuenta el agravante de la marca racializadora de eso que podemos llamar “minoría” (or “BAME”), con porcentajes muy altos de muerte vírica. ¿Se para esta frialdad de la mayoría para con esta minoría? No se para en absoluto: se le sigue dando vueltas a la tuerca anti-inmigrante.

Priti Patel hace gestos que sabe que gustan a su público, lector voraz de la prensa amarilla y la prensa de otros colores. Lo británico se configura así oficialmente como restricción de lo no-británico, sin mucha necesidad de lecciones históricas y otras monsergas.

La minoría y la extranjería ocupan un sitio social mayoritario en estos trabajos importantes alumbrados por la actual pandemia”

Y la fresa en la nata de la política represiva consiste por parte de Boris Johnson y su mano derecha Dominic Cummings en apelar a la diversidad cultural de su gabinete actual y poner a la “BAME Brit” de extracción étnica elitista Hindú de la India, y de clase social proveniente del mundo empresarial, como portavoz brexitiana, precisamente para marcar la indiferencia, frialdad y dureza con respecto a estos sectores minoritarios e inmigrantes.

Theresa May habló en su día de crear un ambiente de “clima hostil” [“hostile environment” en el lenguaje oficial]. Dos enormes botones de muestra: el incendio de la torre de Londres (la llamada “Grenfell” Tower) y la expulsión de los inmigrantes caribeños afincados en el Reino Unido desde los años 1960 (el llamado “Empire Windrush”).

Todo esto sigue y el virus es una compañía indeseable, pero excusa perfecta, para reforzar esta labor restringida y restrictiva: ¿lo será a largo plazo?

Concretamos la lógica oficial pandémica y brexitiana que nos dice algo así: “yo amo el NHS [sistema de sanidad pública], que es tótem de la nación británica socialdemócrata, tabú empobrecido por los recortes de la última década, y fetiche institucional colectivo cuando no hay otro parecido, y lo aplaudo a ratos en público, y digo que me siento muy orgulloso y les doy las gracias a sus trabajadores y les llamo, justamente, “héroes” y, al mismo tiempo, digo, por el otro lado de la boca, que como estoy muy orgulloso de ser británico, me quiero desvincular de los añadidos, de lo minoritario en cuanto se atreva a ser reivindicativo, y en líneas generales por supuesto de lo no-británico, y continúo diciendo que lo que quiero es libre e independiente, autosuficiente, y que no necesito a los demás, que me valgo por mí mismo, y añado que no quiero que se pare, para nada, la interrupción al libre movimiento de las personas extranjeras incluso si tengo decenas de miles o cientos de miles de vacantes en relación directa con estos trabajos en primera línea pandémica.”

La lógica pandémica brexitiana es una de “nadar y guardar la ropa” (el dicho en inglés del “to eat the cake and have it too,” que ha trascendido con respecto a Boris Johnson). ¿Se saldrá con la suya el avispado jefe de gobierno?

El telediario de Channel 4, que es un canal televisivo socialdemócrata pro-europeísta, con espíritu “políticamente correcto” con las mujeres y las minorías, dio en el clavo el otro día. Matt Frei, el corresponsal de Europa, y sólo hay uno, tuvo una buena tarde con algunos de estos pasmos ideológicos.

Explotó el doble interés supuestamente incongruente de línea anti-inmigrante dura con sector laboral crucial y bien lleno de carencias en estos momentos británicos álgidos de pandemia que el Brexit atiza. Puso en pantalla paralela a la exministra de inmigración, Caroline Nokes, parlamentaria del partido conservador y a una representante de este sector de asistencia sanitaria, Karolina Gerlich, directora de la Care Workers’ Charity.

Estas dos Carolinas viven la pandemia en mundos paralelos no convergentes excepto momentáneamente en los diez minutos de un telediario. Y aquí a Priti Patel no la pillas ni en sombra ni en pintura.

La exministra nos dijo que sí, que estaba muy apenada por las declaraciones de la representante del sector de asistencia sanitaria que había vivido en el Reino Unido doce años y no dijo que no se sentía bienvenida.

¿Y cómo es eso? Pues, porque la propuesta legislativa de Priti Patel dificulta en grado sumo la estancia de los dichos trabajadores tildados de importantes al mismo tiempo que se les achaca que carezcan de destrezas o habilidades reconocibles por un título digno (“skills,” en inglés).

Estos trabajadores tienen un muy mal sueldo que apenas llega al mínimo, en estos mismos momentos álgidos víricos, dentro de carencias laborales brutales puestas al descubierto por la pandemia.

Karolina Gerlich lo dice bien claro “aquí no nos quieren,” y esto es “increíble” en estos momentos en que estos mismos momentos en que los trabajadores de este sector humilde están arriesgando sus vidas. Y añade que quien diga que no tenemos destrezas, que venga a hacer este trabajo un par de días. La actitud de este gobierno es “inaceptable.”

Así lo dijo, sin titubeos ni indirectas, recordándonos que han muertos 120 personas y que las vacantes son 122.000.

Matt Frei mencionó la encomiable propuesta de “Pick for Britain” [recolecta para Bretaña] promocionada por el mismo Príncipe Charles, para animar a sus compatriotas a que recuerden el espíritu solidario de las guerras pasadas y se apunten a la recolección estival, sobre todo la fresa que, por lo visto, es fruta predilecta.

La página de web de la iniciativa no tiene muy buena pinta, excepto el vídeo con el futuro Monarca, y alguna que otra imagen frutal. No hay trabajadores sonrientes. No hay mucha mención de las condiciones laborales. No se mencionan ni las posibles geografías ni los sujetos laborales preferenciales.

Seguiré explorando porque este año no hay tenis en Wimbledon y se prevee que mucha fruta se va a pudrir en los campos y que no habrá suficientes recolectores, ya que suelen ser búlgaros y rumanos”.

Ha trascendido que se han fletado aviones ex profeso. Los números son grandes: se necesitan entre 80 y 90.000. Y si bien el sector alimenticio es un 1% de la economía del Reino Unido, tendremos que comer frutas y verduras este verano, ¿no? ¿Serán autóctonas o provenientes de la cuenca mediterránea? Ya veremos cómo sale la cosa.

¿Qué dice esto de esta sociedad que privilegia fresas antes que personas?, ¿cuáles son sus valores? Karolina Gerlich lo dice finamente con pregunta retórica. Pues, mucho.

La exministra, parlamentaria conservadora dice que “por supuesto que todo esto es entristecedor (“upsetting” en el inglés original, que viene a querer decir algo así como situación de efecto alborotador de las emociones que deben estar siempre en calma chicha), pero, y ésta es la inflexión ideológica crucial de la cuestión que nos traemos entre manos, “que hay que mirar al futuro, hay que respetar el referéndum y que hay que ser flexibles.”

¿Cómo? Dándoles una prórroga a estos foráneos mal asalariados de corta estadía ya que los autóctonos no quieren hacer este tipo de trabajos. Se les alarga la estancia un poquito y ya está. Y que sí, que les “apreciamos.” No dio palmas porque estábamos todos al borde surrealista del inconsciente político que hubiese sido muy del gusto de Luis Buñuel que algo supo en su día de extranjerías y de hipocresías.

Y añade que mencionó esto de la prórroga en el Parlamento ¿Llegó a votar en contra? Lo dudo. Matt Frei le preguntó a la parlamentaria conservadora si vendría bien incluir también a los recogedores de basura y a los que trabajan en los supermercados, etc. Sí, claro, ¿por qué no? Yo casi que me imaginé que dijo algo así matizado como “mientras cumplan con el distanciamiento social.”

Tal vez ahora con la brutal recesión económica que se viene encima los británicos en situación de ERE o ERTE o desempleados desesperados a lo mejor se animen a trabajar en empleos sin cualificaciones y mal remunerados y en primera línea de la Covid o en la campiña verde inglesa donde crece bien la fresa y otras frutas y verduras”

Repite que hay que ser “flexibles,” éste es el mensaje fundamental de la exministra de emigración y sin cortarse un pelo añade que están todos trabajando mucho para “encontrar soluciones.”

Karolina Gerlich espeta al final que una prórroga de un año lo que dice es que estos trabajadores son desechables. Sí, claro. Y “claridad” es la invocación educada muy del gusto británico que le dice al poder establecido que no lo está haciendo nada bien.

Esta es la palabra que repite una y otra vez el nuevo líder laborista Keir Starmer en situación parlamentaria. Keir Starmer lo pidió en la sesión teatral, llamada “Prime Minister’s Questions,” que es uno de los grandes placeres de los que seguimos la política a corta distancia, aun con los escaños desocupados por la pandemia. Se celebra todos los miércoles al mediodía y me refiero ahora a la última sesión del 20 de Mayo. Se puede consultar en el mundo entero. Esto está en el archivo mundial.

¿Qué tal quitarles la tasa extra por las gestiones de los papeles de visados y del mismo uso sanitario a estos trabajadores extranjeros? Aparentemente estos primeros costes se encarecen de 400 libras [447 euros] a 624 697 a partir de octubre. Y los segundos son de cientos y de miles de libras para la cobertura de sanidad pública en la que trabajan. Esto es como echar sal a la herida o aceite hirviendo a la diferencia de clase étnica y social.

Keir Starmer habló de sentido común y de decencia. Y la petición es socialdemócrata de empatía emotiva, visto lo visto en el conjunto de la situación de emergencia propiciado por la pandemia: ¿no se les puede perdonar la tasa? ¿Darles una exención? No era una petición de la izquierda extraparlamentaria revolucionaria de darle una vuelta completa al sistema.
Un peatón pasa junto a un cartel satírico que muestra al primer ministro británico, Boris Johnson, superpuesto en la cara del primer ministro británico de apaciguamiento de la Segunda Guerra Mundial, Neville Chamberlain.

Boris Johnson se negó a hacerlo en la sesión parlamentaria arguyendo las exigencias de financiación del sistema médico y sanitario. Cambió de opinión 24 horas después. Tuvo que haber algo de presión por lo escandaloso de la situación. Mencionó que se recaudan así unas 900 millones de libras esterlinas [unos 1005 millones de euros].

Sienna Rodgers de las redes sociales LabourList, nos dice que no se sabe de dónde se sacó esta cifra. ¿Qué tipo de sociedad es ésta?

Al día siguiente, en la radio matutina, el noticiero de la Radio 4 Today Programme, tuvo una entrevista breve con Michael, así sin apellido, porque quiso la anonimia. De las Filipinas. La hermosa Mishal Husain, periodista musulmana británica “BAME” de voz acariciadora, le pregunta que cómo se siente con el cambio de mente de Boris Johnson con respecto al dinero extra que tenía que pagar. Pues muy feliz. Imagino que estaban hablando de los gastos extras, no de los costes en líneas generales.

Mencionó Michael que estaba a punto de tener que marcharse a las Filipinas porque no podía pagar los gastos. Con mujer embarazada y con tres hijos, la cosa no daba y ahora ya sí, ya que se queda feliz en el Reino Unido “para trabajar en el NHS.” Dice que siente mucha emoción, y le creo, y que “quiere abrazar a todos y añade consciente de la broma, manteniendo los dos metros de distancia.”

Estas pasarelas laborales no son para modelos, pero sí para extranjeros agradecidos de estar en trabajos que apenas te permiten ganarte la vida. Hay un tono de condescendencia general con el subalterno filipino de inglés con acento extranjero que mencionó que vive en un cuarto con su mujer y tres hijos, y con uno más que está al llegar, y que apenas le daba el sueldo con el suplemento de visados y servicios médicos y que ahora ya sí. No le dio las gracias expresamente ni a Keir Starmer ni a Boris Johnson. ¿A la nación en sí?

Hubo algo del envoltorio de la BBC que te da que pensar. Me quedé con ganas de saber cuánto gana. Me acordé de la película The Servant [el criado] de 1964 con Dirk Bogarde, que tiene su cosa, para iluminar algunas de estas disparidades sociales y me pregunto si hemos avanzado mucho.

Hay por un lado displicencia anti-inmigrante y dureza brexitiana con la extranjería en general, y por el otro una sentimentalidad que podemos llamar neo-victoriana en modalidad dickensiana de una cierta BBC de periodismo pudiente que monta el melodrama con la extranjería subalterna agradecida por hacer lo que le toca. Y punto.

Este “detalle” del cambio de los costos extras no cambia en lo sustancial la situación de ambiente hostil con la cuota propuesta para los inmigrantes, sean europeos o no, en puestos laborales a nivel de flotación vital.

El Brexit significa que los europeos han perdido sus privilegios”

¿Se queda toda esta fealdad de repudio social en las islas? No. Que no se obnubile el sentido: la ministra conservadora brexitina de sujeto minoritario (BAME) cierra la puerta a los números grandes de foráneos, aun cuando se necesite cubrir muchas vacantes en trabajos tildados de cruciales en estas situaciones de emergencia nacional por la pandemia global rampante.

Se apela al modelo de inmigración de inspiración australiana, como si Australia tuviese mucho en común con la ubicación política, cultural, histórica del Reino Unido. Se lanzan vivas al “libre comercio” mientras sea de mercancías y no de personas.

El The New European, que es un tanto jocoso y le va la mofa, citó el twit de Priti Patel que decía que “acababan con el libre movimiento [de personas] y abrían el Reino Unido al mundo.” Ironía dramática torpe del inconsciente político brexitiano duro. Se apela a la nación y menos al estado, pero se da por supuesto la cópula, y se habla de mundo, ¿pero de qué mundo?
Larry el gato se sienta en el alféizar de una ventana debajo de los carteles de agradecimiento al trabajo de los empleados del NHS, en el 10 de Downing Street.
Larry el gato se sienta en el alféizar de una ventana debajo de los carteles de agradecimiento al trabajo de los empleados del NHS, en el 10 de Downing Street. (TOLGA AKMEN / AFP)

Y se hace siempre la pintura rápida con el tono duro y desagradable, o condescendiente con aquellos de los pisos sociales inferiores, añadid todas las “gracias, estimados, por favor, lo siento, disculpa,” y ponedlos al lado de la figura malhadada del inmigrante, el foráneo, al que se le marca con la diferencia cultural de etnia “no-blanca” o de lengua no inglesa, o inglesa con acento extranjero, de manera velada, con retórica de “silbido de perro,” o no.

Si ya está dentro del país, se le trata a la manera melodramática de una cierta mejoría de las condiciones vitales laborales, pero sin pasarse, y que se vea que el agradecimiento del extranjero por permitírsele que mal viva en su trabajo humilde.

La mitad no llega al salario mínimo digno. Esta es la lógica pandémica brexitiana que se anuda a la burocracia estatal kafkiana: si lo que quiero y lo busco y no lo encuentro cerca, lo importo de donde sea, pero con contratos puntuales a corto plazo. Lo que necesito me lo traigo si me lo puedo permitir de cualquier lugar del mundo y si es mano de obra la quiero en masa barata por tiempo breve.

Hay que ser flexible, que diría Caroline Nokes que ha sido disciplinada por Boris Johnson y que tiene que portarse bien. Esta reconstrucción diría también: Y no permito mucha movilidad de muchas personas extranjeras por mi territorio y por ende en teoría tampoco permito a los míos lo mismo.
Temporeros extranjeros.
Temporeros extranjeros. (Hollie Adams / Bloomberg L.P. Limited Partnership)

El programa oficial del conservadurismo británico ha tenido la promesa de recortamiento de los números de inmigrantes que ha incumplido. Ahora, el gobierno de Boris Johnson, al que llamaban alcalde “liberal” de Londres, representa un endurecimiento brexitiano de esta actitud anti-inmigrante que no amaina con el azote de la pandemia, todavía fuerte mientras escrito este artículo. ¿Y si esta sinrazón oficial vence al final del día?

Esta lógica pandémica brexitiana es en verdad una modalidad capitalista desregulada de hundimiento del modelo de bienestar socialdemócrata al modo europeo, ya que los EEUU nunca los tuvo, de unos mínimos vitales garantizados.

Lo que se daba en llamar “bien público” (trabajo digno, vivienda, educación, sanidad, jubilación, etc.), hoy todo esto ha saltado por los aires, y hay deseos renovados por reforzar cotos o “naciones” con sus pisos escalonados e incluso sus apartheids de los que están dentro y los que están fuera, los que tienen más y los que tienen menos.

Con la recesión seria que ya viene, parece que todos iremos a menos. ¿Se conformarán los que están fuera y los que menos tienen?

Una vez más constatamos el discurso oficial anti-inmigrante duro, con o sin excepción de los recargos de pagos de papeles o de servicios médicos o la gracia de las prórrogas por un año o pocos años que muestran bien a las claras el ambiente hostil que la crisis de la Covid refuerza.

Ambientes hostiles hay más de uno. ¿Vale más una fresa en mano que cien emigrantes volando?

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