La odisea de dos refugiadas sirias que conmovió al mundo

Sara cruzó a nado el mar Egeo junto a su hermana, la nadadora olímpica Yusra Mardini, arrastrando durante horas una zodiac con 18 refugiados a bordo

Diario Vasco, ELISA LÓPEZ, 14-04-2020

Son hermanas, nadadoras de élite y refugiadas sirias. Pero, sobre todo, unas heroínas. Lograron una auténtica hazaña: Sara Mardini y su hermana Yusra, nadadora olímpica, salieron del anonimato después de cruzar el Egeo a nado arrastrando una embarcación con otras 18 personas a bordo. Salvar de una muerte segura a esos refugiados que, como ellas, escapaban del horror de la guerra, les convirtió en un símbolo de la solidaridad. Una odisea que tuvo lugar en 2015, y por la que Sara estuvo acusada de tráfico de personas, espionaje y pertenencia a una organización delictiva. Entonces tenían tienen 17 y 20 años y cautivaron al mundo entero.

En su ciudad natal, Damasco, Sara y Yusra Mardini llevaban la vida de cualquier adolescente. Aprendieron a nadar incluso antes que a caminar. Su padre, que era entrenador profesional, les enseñó a competir. Llegaron a ser miembros de los mejores clubes de natación y del equipo nacional. Hasta que la guerra de Siria truncó sus vidas para siempre. La guerra destruyó su hogar, su futuro y todos los sueños de cualquier joven. En agosto de 2015 fueron conscientes de que no les quedaba más remedio que huir. Fue el año en el que más sirios se vieron obligados a dejar su tierra porque la vida era imposible. Fue el año en el que más bombardeos se registraron… Sara y Yusra lo saben bien.

Huir del horror
Huyendo de las bombas y dejando atrás a su familia y, «con mucha pena» a su hermana de siete años, con 20 y 17 años respectivamente, pagaron una suma de dinero desproporcionado para subirse a una zodiac de plástico que les llevase hasta Turquía y luego a Europa, a la isla griega de Lesbos. «No teníamos miedo porque estábamos juntas», confesó más tarde Yusra.

Se subieron a una pequeña embarcación con capacidad para ocho personas, con 18 refugiados más de todas las edades: bebés, adolescentes, padres de familia… Al poco de emprender el trayecto, el motor de la zodiac dejó de funcionar; había exceso de peso. Se quedaron a la deriva, a merced de las olas, mientras veían con horror cómo su bote iba llenándose poco a poco de agua. Llamaron a los servicios de emergencia griegos, que lejos de ayudarles, les abandonaron ante una muerte casi segura. Estaban solos.

Las Mardini, buenas nadadoras, no iban a dejar que todas esas familias sufrieran el destino de miles de personas que quieren refugiarse en Europa: saltaron al mar, a las enormes olas que intentaban tragarse la embarcación. Las hermanas nadaron y empujaron el bote durante tres horas y media hasta alcanzar la costa griega. Sin embargo, cuando llevaban dos horas en el agua, Sara temió quedarse dormida y ahogarse: «Estaba oscureciendo y hacía frío, el viento soplaba y me estaba congelando. No podía abrir los ojos porque estaban llenos de agua salada», rememoró tiempo después en una entrevista.

«Somos nadadoras, es nuestro trabajo», se limitaron a decir cuando una vez en tierra los tripulantes les dieron las gracias por haberles salvado la vida.

Embajadoras de Acnur
Después de esta hazaña, las Mardini todavía tuvieron que recorrer un largo y peligroso camino, lleno de baches, hasta llegar a Berlín, su destino inicial, donde vivía una amiga de Sara. Un año después, Yusra participaba en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016 como atleta refugiada. Todas estas hazañas las narró Yusra en un libro titulado ‘Butterfly’ (Mariposa). Hoy en día, se prepara para participar en los Juegos de Tokyo, que por culpa del coronavirus no se celebrarán hasta el verano de 2021, y Sara estudia en Berlín, mientras cooperan activamente en organizaciones de apoyo a personas que piden asilo como Acnur, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, de la que son embajadoras

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