No interferir y ejercitar la inteligencia

Una crisis humanitaria cambia el marco y aquí nos está costando darnos cuenta: hay que dejar la confrontación política para centrarnos en salvar vidas

Diario Vasco, EVA SILVÁN POLITÓLOGA JOSEMARI ALEMÁN AMUNDARAIN, 31-03-2020

He trabajado en crisis humanitarias y he estado en shock, confinada y paralizada. El último día que salí para ir a trabajar fue para participar en un programa de radio el día previo a la declaración del estado de alarma, desde entonces trabajo desde casa y solo salgo para hacer la compra o tirar la basura.

Incapaces de prever lo que ‘nunca’ nos había sucedido, yo tampoco imaginé que podíamos vivir una situación así. He vivido situaciones duras, algunas a las puertas de Europa, muy cerca de aquí, otras muy lejos. En el África subsahariana he visto morir a personas por enfermedades que aquí tenemos superadas; en las fronteras de la Unión Europea he visto sufrir hacinamientos de personas refugiadas en condiciones infrahumanas y terribles. Situaciones de gran impacto emocional ante las cuales siempre era necesaria y obligada la distancia para coger impulso y volver con las fuerzas intactas. Para coger distancia hay que poder moverse porque, en situaciones de emergencia, llegas, caminas, observas, preguntas, tomas notas, te reúnes, haces gestiones, resuelves; piensas, planificas y actúas. Siempre en movimiento. Ahora no, ahora el distanciamiento social nos obliga a ver el partido desde casa, desde la pantalla del ordenador, del móvil o del televisor. Ahora el partido más importante de la jornada se juega en los hospitales.

En el año 2000, Mozambique sufrió las peores inundaciones de su historia. 250.000 personas desplazadas y miles de fallecidos por unas lluvias que destrozaron un país que intentaba sobreponerse tras más de 15 años de guerra civil. Yo estaba recién llegada al país, era joven e inexperta, pero rápidamente aprendí las cuestiones básicas que luego me han servido para tantas situaciones de crisis, y no solo humanitarias, también organizacionales y de dirección. Quien ha trabajado en contextos de este tipo sabe que una cosa es el efecto inmediato de las inundaciones y otra es el después, la post-emergencia. Tan importante es una cosa como la otra.

El partido más importante se juega ahora en los hospitales, veámoslo desde casa

En el momento álgido de la emergencia, lo más urgente es salvar vidas, hay que rescatar a las personas supervivientes del lodo y del fango provocado por las riadas, ubicarlas en los hospitales e intentar que no haya más desprendimientos que provoquen nuevos daños. El resto de población tiene que mantenerse bajo refugio en los lugares indicados y garantizar la salubridad de los espacios para que no se produzcan nuevos nuevas enfermedades que puedan colapsar un frágil sistema sanitario. Mientras todo esto sucede, hay quien ya trabaja en la post-emergencia, estableciendo planes de rescate y de ayuda internacional que pese a las promesas llegarán con cuentagotas.

Año 2020, el coronavirus se extiende sin que las autoridades hayan sido capaces de prever su alcance. Los contagios se multiplican, los casos se agravan, las cifras de fallecidos crecen de manera exponencial. Ante el temor de que el sistema sanitario colapse, se toman de manera paulatina medidas de contención hasta terminar con la declaración de estado de alarma y con el confinamiento de la población. Lo prioritario es salvar vidas y evitar contagios. Una crisis humanitaria cambia el marco, y aquí nos está costando darnos cuenta: hay que dejar la confrontación política y el ruido, para centrarnos en lo urgencia de salvar vidas y garantizar la supervivencia de las personas más vulnerables. Todos los esfuerzos deben dirigirse adonde ahora hacen falta: personas mayores, familias con hijos e hijas a cargo, personas dependientes, mujeres víctimas de violencia de género, personas sin hogar, y a intentar garantizar un tejido económico que sea compatible con la seguridad sanitaria de sus trabajadores y trabajadoras. Nunca un reto fue más grande en un periodo de tiempo más pequeño. Mientras las miradas están ahí puestas, hay otro partido que debe jugarse de puertas para dentro, sin hacer ruido (cosa difícil cuando todo necesita ser comunicado cuando todavía no ha sucedido). Reflexionar, debatir y observar los cambios que se están produciendo para que, cuando todo esto acabe, podamos abordar el reto de despertarnos de una pesadilla que nos va a llevar a la posibilidad de construir un mundo nuevo. Un mundo donde palabras como teletrabajo, sistema de producción, educación, formación, personas mayores, cuidados, conciliación, ocio y salud, ya no significarán lo mismo.

Vivimos en un mundo interconectado e interdependiente que nos permite extraer aprendizajes con mayor agilidad. Tenemos la oportunidad de compartir información, cooperar y ver qué medidas funcionan mejor. Dice Carmen Martín Gaite en ‘Cuadernos del todo’ que nos asombraríamos de la clarividencia a que se podría llegar ejercitando todos la inteligencia al máximo. Dediquemos recursos a ello y hagámoslo con discreción. Mientras, el partido más importante se juega en los hospitales, veámoslo desde casa.

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