El campo alemán se queda sin brazos para cosechar

El cierre de fronteras en Europa a causa del coronavirus imposibilita la llegada de temporeros, mayoritariamente extranjeros

El Periodico, , 29-03-2020

En el 2016, casi 300 mil temporeros trabajaron en el campo alemán. Alrededor del 95% eran extranjeros, fundamentalmente de Rumanía, Polonia, los países bálticos y otros Estados del este de Europa. Son datos ofrecidos por la Organización de Agricultores Alemanes (DBV). A las puertas de la temporada del espárrago o la fresa, la DBV advierte de que en Alemania falta prácticamente toda la mano de obra necesaria para recolectar la cosecha cuya recogida no está automatizada. El cierre parcial de fronteras y la desactivación de facto del Espacio Schengen (libertad de circulación dentro la UE y con terceros países) como respuesta a la expansión del coronavirus hace ahora imposible la llegada de esos temporeros.

El Ministerio del Interior alemán anunció esta semana que queda prohibida inmediatamente (y hasta nueva orden) la entrada de los trabajadores temporales del campó alemán. El objetivo de las autoridades es frenar la velocidad de los contagios, pero “la cosecha no espera”, como denuncian los agricultores. Los en alemán llamados Pendler (empleados que habitualmente cruzan la frontera con los países limítrofes con Alemania para acudir a su puesto de trabajo) sí pueden, sin embargo, seguir haciéndolo.

“La decisión responde aparentemente a la preocupación de que los temporeros trabajan en grupo en las empresas agrícolas y también comparten alojamiento”, explica a El Periódico Udo Hemmerling, subsecretario general  de la Organización de Agricultores Alemanes. Hemmerling reconoce, sin embargo, que su organización no tiene actualmente comunicación directa con el Ministerio del Interior alemán, responsable de la política de cierre de fronteras, y que por tanto carece de una versión oficial.

Según cálculos de la patronal agrícola alemana, los sectores dependientes de la mano de obra temporal facturaron el pasado año alrededor de 5 mil millones de euros. Las pérdidas pueden ser, por tanto, enormes si Alemania no consigue una mano de obra que hasta hace bien poco daba por descontada.

El Ministerio Federal de Agricultura intenta ahora encontrar soluciones de urgencia: la ministra Julia Klöckner (CDU) apuesta de momento por cubrir la demanda con mano de obra disponible dentro del país. Los refugiados sin permiso de trabajo, los peticionarios de asilo que esperan la resolución de sus casos y desempleados de corta o larga duración dispuestos a remangarse para recoger verdura o fruta se presentan como alternativas.

El Ministerio de Agricultura ha activado una plataforma ‘online’ para poner en contacto directo a empresarios agrícolas necesitados de mano de obra y a ciudadanos dispuestos a trabajar en el campo: empleados del sector servicios que no pueden acudir a sus empleos habituales porque sus empresas han parado la actividad, estudiantes que no pueden atender las clases porque las universidades han cerrado sus puertas u otras personas que buscan ocupación.

La DBV mantiene la esperanza de salvar la temporada, que acaba de empezar y dura hasta después del verano. Sin embargo, ve limitadas las posibilidades de conseguirlo sólo con la mano de obra interna: “Consideramos que el margen de maniobra es estrecho, porque las reglas limitan los ingresos extras cuando se está percibiendo dinero por desempleo o alguien se ha acogido a una reducción de jornada”, dice Udo Hemmerling.

Jóvenes estudiantes que trabajan en el sector de la hostelería – ahora mayoritariamente parado por el virus – se presentan así como la alternativa más factible, pero por su número y disponibilidad parece insuficiente para cubrir los 300 mil puestos vacantes. Por eso, la DBV apuesta por emplear a refugiados que no cuentan con el permiso de trabajo necesario. Para ello, pide que las autoridades alemanas lo permitan excepcionalmente. “Esta es, sin embargo, una decisión que el Ministerio de Interior alemán no tomará durante las próximas semanas”, reconoce Hemmerling. El precio político podría ser alto en Alemania, donde la ultraderecha de Alternativa para Alemania trata de sacar rédito electoral del estado de excepción con su habitual discurso antimigratorio.

Un temporero percibe por lo general en Alemania un salario mínimo de 9,35 euro la hora, más eventuales ganancias adicionales por su productividad (cantidad de fruta recogida, por ejemplo). El sindicato sectorial pide aumentos salariales para hacer más atractivo un trabajo muy duro físicamente y que, por eso, se sirve desde hace años de una mano de obra extranjera ahora imposible. El campo alemán se queda, de momento, sin brazos para recolectar.

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