Las mafias de la prostitución esconden a las mujeres en pisos para continuar el negocio a pesar del Covid-19

Los proxenetas sacan de la calle a prostitutas para llevarlas a pisos del extrarradio, donde continúan siendo explotadas porque sigue habiendo demanda. Muchas presentan sintomatología, viven hacinadas y sin saber dónde están. Mientras, las web ofertan «servicios anticoronavirus» por cámara a 10 euros

La Razón, Laura L. Álvarez, 27-03-2020

Nada más descolgar el teléfono Diana responde: «Estamos fuera de cobertura». Su teléfono en un portal de anuncios de prostitución es de los pocos que no hace referencia al coronavirus. «Los clientes siguen llamando pero la salud es lo primero», asegura. Aunque asegure que han tenido que hacer parón, fuentes policiales y asociaciones de ayuda a mujeres explotadas sexualmente, han constatado que la actividad solo ha cesado en la calle: los pisos burdel siguen recibiendo a clientes y las que ejercían en la calle han sido trasladadas a pisos periféricos, donde poder sortear más fácilmente la vigilancia policial. «La mayoría no saben ni dónde están», denuncian desde Apramp, una asociación que lleva 30 años luchando contra la explotación sexual y que estos días de confinamiento ha logrado contactar con 419 mujeres que les han relatado su situación. «Los puteros siguen yendo a las zonas donde solían encontrarlas. Que ya no las veamos por la calle no significa que la explotación haya cesado. Al contrario. Y si antes nos era complicado llegar hasta ellas, ahora mucho más. La situación de invisibilidad se agrava con el confinamiento», lamenta Rocío Mora, portavoz de la asociación que rescató el año pasado a 1.303 mujeres de la calle. 250 de ellas denunciaron ser víctimas de una red de trata, un gesto muy complicado por lo amenazadas que están (y sus familias) pero desde Apramp saben que son la mayoría. El problema del traslado a los pisos no es solo que la explotación a la que son sometidas quede aún más escondida sino que la mayoría de estas chicas conviven en habitaciones con más mujeres. «No saben qué es el Covid-19 ni sus síntomas», concluye Mora a raíz de conversaciones con varias de ellas, que les han manifestado que alguna sí podría presentar sintomatología de estar contagiada por coronavirus. Pero desde Apramp sospechan que sus proxenetas no se va a preocupar por mantenerlas en aislamiento ni van a llamar a ningún número de emergencia si empeoran. «Siempre las han tratado como mercancía y esta situación no ha sido diferente. Son una materia prima muy rentable y al presentar sintomatología, son desechables», sostiene Mora. La prostitución en España no está regulada pero sí está prohibido el proxenetismo. El Código Penal castiga con penas de dos a cinco años de prisión al que «empleando la violencia, intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o vulnerabilidad de la víctima, determine a una persona mayor de edad a ejercer la prostitución». Desde 2015 también se persigue al putero. La Ley de Seguridad Ciudadana considera una infracción grave (con multas de entre 601 a 30.000 euros) al que pague por servicios sexuales «en zonas de tránsito público» donde pueda haber menores, como parques y colegios, o cuando haya «un riesgo para la seguridad vial». Pero esto no ha disuadido en absoluto al consumidor. En Apramp no ha sorprendido saber que, en pleno estado de alarma, hay hombres que continúan yendo a pisos o asomándose con el coche por Marconi. «Lo que quieren es tener su servicio y no escuchar que ninguna tose. Van a seguir siendo demandadas mientras España sea el primer país europeo y el tercero del mundo de mayor demanda de prostitución», recuerda Mora. Todo ello a pesar de que dentro del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género incluyó, en el octavo eje a tratar «la visualización y atención de otras formas de violencia contra las mujeres, especialmente la violencia sexual, la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual».

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