Los verdaderos efectos llamada, lejos de las regularizaciones o de las leyes que se aprueben, son “las imágenes de Europa que ven en la televisión”. Después, alguien del pueblo tiene éxito y envía dinero a su familia. “Esos 100 euros sí que son un reclamo”, subraya Juan Escrivá, coordinador de Cruz Roja, una de las ONG que atiende a los subsaharianos trasladados de Canarias.


Mohamed Bambasar, presidente de la Asociación de Senegaleses, explica que entre África y Europa “se ha creado un desequilibrio tan grande, que por mucho que le digas a un joven que va a morir, está tan desesperado que le da igual”.


Esta entidad ha hecho campañas informativas “por pueblos de Senegal” que no han servido de mucho. La situación del país ha mejorado, “pero aún no hay trabajo para todos y la gente se harta de estar tirada en la calle”.


Sin opciones de ‘papeles’

Esa desesperación se convierte en una depresión cuando llegan a Canarias o son trasladados al continente europeo y no tienen ninguna posibilidad de integración. Las opciones de regularización son escasísimas. “A muchos sólo les queda vender CD piratas o trabajar de peón” clandestinamente, agrega Bambasar, que también ejerce como cónsul honorífico de su país.


“Son víctimas de engaños. La gente de las mafias sólo quiere dinero en el bolsillo y les dicen que el mar siempre está en calma y que en dos días podrán ganar dinero como en la televisión”, lamenta.


La comunidad senegalesa, como casi todos los inmigrantes, destacan por su solidaridad. “Les ayudamos en lo que podemos. Por ejemplo, a contactar con la gente que conocen en Europa”, explica. También ayudan a los de Malí (país del que ahora llegan menos personas), Guinea Bissau, Congo o Costa de Marfil. El problema surge si llegan varios grupos seguidos: “Entonces ya no tenemos capacidad para ayudar a todos”. La única solución, concluye Bambasar, es “ayudar a los países desesperados para que estas personas puedan estar en su país con sus familias”.