España: nueva ruta a Occidente

La Razón, 04-06-2006

La inmigración ilegal de gente no occidental, predigo, se convertirá en un
tema absolutamente abrumador en todo país occidental.
   Mientras
las tasas de natalidad occidentales caen en picado, mientras las redes de
comunicación y transporte mejoran, y mientras el Islam radical construye
su agresiva vanguardia, los europeos, los americanos, y los demás, temen
por sus estándares económicos y la continuidad de sus culturas. Tras
ignorar este tema durante décadas, las reacciones en Europa se han
endurecido, en especial recientemente.
    – La Cámara Baja del
Parlamento francés aprobaba una dura ley de inmigración nueva.
    – La ministra austríaca del Interior, Liese Prokop, ha afirmado
públicamente que el 45% de los inmigrantes musulmanes de su país «no puede
ser integrado» y les advirtió amonestando que «elijan otro país» en el que
vivir.
    – La ministra holandesa de Inmigración, Rita Verdonk, ha
retirado la ciudadanía a Ayaan Hirsi Ali, una inmigrante musulmana de
nacimiento que se hizo célebre como crítica del Islam.
   Pero los sucesos más dramáticos, agónicos y consecuentes de la
inmigración a Occidente están teniendo lugar a lo largo de la remota costa
occidental de África. La zona ha emergido como el principal trampolín para
que los futuros emigrantes accedan a las riquezas de España y después a
toda Europa.
   Las puertas de entrada. El papel del África Occidental
es nuevo. Hasta finales de 2005, los inmigrantes gravitaban alrededor de
Marruecos en parte porque, separado por el Estrecho de Gibraltar, está a
tan sólo ocho millas de Europa. Asimismo, podían infiltrarse fácilmente en
los enclaves españoles de Ceuta y Melilla. En el peor de los casos,
podrían alcanzar las Islas Canarias, un territorio español a 70 millas de
la costa de África Occidental. Todo esto serviría igualmente como puerta
de entrada a toda Europa.
   Pero ya no: bajo intensa presión española
y de la Unión Europea, las autoridades marroquíes reprimieron con
contundencia a los irregulares hasta el punto de abandonarlos tirados sin
provisiones en el desierto. La misma falta de hospitalidad prohibitiva
reina en el Sahara Occidental, un territorio al sur de Marruecos
totalmente bajo su control. Mientras tanto, el Cuerpo de Vigilancia
Marítima Europea patrulla el Mar Mediterráneo con creciente eficacia.
   Eso convirtió a Mauritania, al sur de las zonas de control marroquí y uno
de los países más pobres y más aislados del mundo, en el nuevo punto de
tránsito predilecto. Los africanos y otros futuros inmigrantes europeos,
especialmente del sur de Asia, empezaron a acudir en masa. Nuadibu
(población: 90.000 habitantes) se encontró albergando a más de 10.000
transeúntes a comienzos de 2006. Bajo presión de España, los mauritanos
también practicaron la represión.
   Siempre llenos de
recursos, los inmigrantes recalaron más al sur, ahora en Senegal. El viaje
a las Canarias cuesta menos de un día desde Marruecos, pero tres días
desde Mauritania y de siete a diez desde Senegal. Los mares célebremente
intranquilos del África Occidental pueden volcar con facilidad los
precarios barcos de pesca de madera y sus sencillos motores fueraborda
mientras cubren las 900 millas.
   El embajador español en temas
humanitarios, Manuel Pombo, ha informado de que hasta el 40% de los que
intentan alcanzar las Canarias muere en el camino. El director del
Creciente Rojo de Mauritania, Ahmedou Ould Haye, lo ha llamado «suicidio
colectivo». Otro observador predecía con tristeza: «Alrededor de tres
meses después o así, algunos de estos decrépitos barcos terminan a la
deriva en el Caribe, como barcos fantasma, o peor».
   Contrariedades horribles a un lado, las oleadas de la inmigración
continúan creciendo, en gran medida a causa de que una vez que llegan a
territorio español, su recepción es indulgente y muy pocos irregulares
llegan a ser deportados. (Un director de los servicios de urgencia de
Canarias, Gerardo García, ha comparado llegar allí con irse de vacaciones).
   El 18 de mayo, un récord de 656 personas llegaba a Canarias procedente del
continente negro, o un séptimo de la cifra total de llegadas en todo 2005.
«Es casi como una invasión», se lamentaba un voluntario de las islas,
según informaba la agencia France Presse.
   Ayudas que no ayudan.
Con la esperanza de contener el influjo de la inmigración en su fuente a
través de acuerdos de deportación, las delegaciones diplomáticas españolas
ofrecen a los países de África Occidental ayuda financiera a cambio. Pero
los gobiernos africanos se resisten a esto, apreciando las remesas de
dinero procedentes de Europa tanto como a ellos les desagrada la mala
publicidad de las expulsiones a gran escala. Estos paliativos
probablemente no podrán solucionar las tensiones mientras los desposeídos
intentan entrar a la desesperada en el bando de los que tienen.
   Rickard Sandell, del Real Instituto Elcano de Madrid, ha predicho que
la inmigración hoy en marcha podría señalar la perspectiva de «un éxodo
africano masivo» y un conflicto armado. Lo que se puede ver hoy «apenas es
el comienzo de un fenómeno migratorio que podría evolucionar en uno de los
más grandes de la historia… El asalto en masa de la frontera africana de
España podría ser solamente una primera advertencia de qué esperar en el
futuro».
   Así empieza el primer capítulo de lo que promete ser
una historia larga y terrible.
   

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)