ARTÍCULO // MEMORIA Y VIDA

EL SILENCIO DE DIOS

El Periodico, 04-06-2006

Hace unos días, Benedicto XVI atravesó a pie el portal del campo de Auschwitz y recorrió la avenida central del complejo hasta el bloque de la muerte. Sonaron las campanas y oró en silencio ante del muro de la muerte: “¿Por qué, Señor, has callado? – – imploró – – ¿por qué has tolerado todo esto?” No hay respuesta a nuestro alcance, como no la hay para explicar el silencio de Dios durante todo el siglo XX.
La primera guerra mundial provocó ocho millones de muertos en los frentes, casi diez en la población civil y seis de inválidos. Durante aquellos años, el poder turco masacró a un millón y medio de armenios. Desde 1917, en Rusia hubo cinco millones de muertos a causa de la guerra civil, cuatro de víctimas de la represión y seis durante la hambruna de 1932 – 1933. La segunda guerra mundial causó en Europa más de treinta y cinco millones de muertos. Durante la misma fueron exterminados más de seis millones de judíos, gitanos y deficientes. Luego vinieron las guerras coloniales, el conflicto árabe israelí, y las guerras étnicas en los Balcanes y en el Cáucaso. Este es el legado del totalitarismo – – comunista y nazi – – , del nacionalismo desbocado y de la tentación de imponer un pretendido bien.
Ante este aparente silencio de Dios debe afirmarse que Dios solo habla por la boca y por las acciones de los hombres. El bien se afirma a través de la práctica de las virtudes cotidianas: decir en público lo que se musita en privado, mantener la dignidad personal y la preocupación por los demás. No hace falta, para ello, militar en ningún partido; debe huirse de las utopías; y hay que implicarse en la resolución de los problemas concretos de la gente sin pretender una gran victoria. Hay que buscar, solo, la decencia.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)