La otra cara de la reagrupación

La Vanguardia, 04-06-2006

Cuando el 15 de diciembre del 2004 Mohamed Kabba recibió una resolución firmada por el subdelegado del Gobierno en Catalunya, Eduard Planells, que autorizaba la “residencia temporal por reagrupación familiar” de su esposa Oumou Salamata, no se imaginaba que aquella alegría inicial se iba a trastocar en un largo y descorazonador proceso. Han pasado desde entonces diecisiete meses y su mujer ha tenido ya una hija, pero la embajada española en Dakar le ha negado la solicitud de visado a Oumou por causas desconocidas y ni las quejas expuestas ante la oficina consular española, ni ante el Defensor del Pueblo ni ante al ministerio no han hallado respuesta. Lo que para el Estado es un caso más de una larga cadena de solicitudes, que tiene poco interés en solucionar porque pasan a engrosar la lista de nuevos inmigrantes, para Kabba es la posibilidad de poder vivir en familia.
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Mohamed se considera ya catalán, pero el sueño de la Europa acogedora se desvaneció para él hace ya tiempo. Con 24 años abandonó sus estudios de Geología en la Universidad de Sierra Leona para viajar a España con los ahorros que le prestó su hermano mayor y sin que lo supiera su familia. Tardó dos meses en pasar en coche por Senegal, Níger y Marruecos. Desde Casablanca viajó a Málaga, donde pidió asilo y gracias a la asociación Málaga Acoge, al cabo de tres meses, pudo viajar a Catalunya. Primero se fue a vivir a Santa Coloma de Gramenet y más tarde a Badalona.
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Ahora trabaja en una fábrica de toldos, donde está contento aunque le hubiese gustado poder cursar los dos cursos de Geología que le quedan. “Pero la universidad aquí es muy cara”, dice. Tras cinco años en Catalunya, ya con permiso permanente de residencia e incluso con piso de propiedad, decidió traer a la chica de sus amores. Solicitó la reagrupación el 29 de septiembre del 2004. Cumplía todos los requisitos y le fue concedida. Simplemente le faltaba obtener el visado para entrar en territorio español. Oumou vive en Guinea, pero allí España no tiene embajada, por lo que se vio obligada a viajar a Dakar, la capital del vecino Senegal. Para entonces Oumou estaba embarazada de tres meses, tras un viaje de Mohamed. Pero a Oumou no le importó desplazarse, por cuanto era condición necesaria para obtener el visado. Llegó a Dakar el 28 de enero y en el consulado le dieron cita para un mes más tarde, por lo que se vio obligada a instalarse en un hotel. Llegado el día de la presentación de documentos se postergó al 28 de marzo, luego al 7 de abril y finalmente al 20 de abril. En esta ocasión le requirieron el original del certificado de nacimiento, algo que no se suele exigir. El embarazo avanzaba y las citas se alargaban: 7 de mayo, 20 de mayo… Y finalmente el consulado le denegó la petición por “irregularidades en el procedimiento de inscripción de nacimiento”.
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Ni los contactos, ni las cartas, ni las gestiones de los abogados llegaron a determinar el porqué de la negativa. Al final se le dio una nueva cita y Oumou viajó de nuevo desde Guinea, pese a que su embarazo era ya de ocho meses. Allí estaba el 15 de junio, a las ocho de la mañana, pero nadie la atendió. Ni le explicaron nada. Silencio administrativo e indefensión.
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Mohamed ha vuelto a tramitar otro permiso de reagrupación, porque el anterior ya está caducado. Esta vez pedirá también que venga su hijo, Diariou Kabba, nacido en Conakry el 21 de julio. Y esta vez enviará a su mujer a Costa de Marfil para buscar el visado. La esperanza es que tengan un consulado que se limite a hacer cumplir la ley.
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