DETRÁS DE LAS MIGRACIONES

Diario Vasco, BEGOÑA SANTOS OLMEDACONSULTORA, INVESTIGADORA EXPERTA EN MIGRACIONES, 13-01-2020

En la actualidad, aproximadamente al 3% de la población mundial vive fuera de su país de nacimiento, y, en contra de la creencia generalizada, esta cifra se ha mantenido estable en los últimos años. Pese a ello, el discurso de la xenofobia se está afianzando en nuestras sociedades. En muy poco tiempo, estas ideas están pasando de lo socialmente rechazable a ser manifestadas con orgullo y desafío. Esta actitud antiinmigración aviva la intolerancia y destruye la convivencia, y sobre todo, encubre la realidad que tenemos ante nuestros ojos y, quizás, no queremos ver: las migraciones, por sí mismas, no son ni han sido nunca un problema. Más bien, han sido una solución a las necesidades de adaptación de la especie humana. Hoy en día, son, sin embargo, uno de los síntomas de un mundo profundamente desigual que se encuentra en continua transformación. La pobreza, los conflictos armados o la inestabilidad política han hecho que, a lo largo de la historia, muchas personas hayan tenido que abandonar sus hogares. En la actualidad hay tres grandes ejes impulsores de las migraciones que cada vez van ganando más peso.

La automatización: La cuarta revolución industrial va a transformar de arriba abajo el mercado laboral. Todavía hay muchas dudas sobre cuál será el impacto que tendrá con respecto a los y las trabajadoras. Aunque surjan nuevos tipos de empleos, algunos estudios prevén millones de personas desempleadas en todo el mundo. Otras investigaciones, sin embargo, concluyen que la economía mundial necesitará toda la fuerza laboral posible para superar el envejecimiento de la población. Lo que sí parece claro es que la introducción generalizada de robots tendrá un impacto más negativo en los países menos desarrollados, donde afectará hasta a dos tercios de su fuerza laboral. La desigualdad creciente tendrá como consecuencia nuevas migraciones, especialmente, si tenemos en cuenta que la posible financiación de una Renta Básica Universal en estos países sería improbable por su alto coste.

El cambio demográfico: La población mundial está aumentando y envejeciendo a la par. El crecimiento es más alto en los países menos desarrollados y, según Naciones Unidas, el número de personas en África Subsahariana se duplicará para 2050. Esta concentración de población en los países más empobrecidos dificultará la erradicación de la pobreza y el acceso a servicios como la educación y la salud. En el polo opuesto está Europa, que perderá población. A finales de 2018, Alemania aprobó un proyecto de ley para facilitar la inmigración de trabajadores de países de fuera de la Unión Europea y cubrir más de 1,2 millones de puestos de trabajo vacantes. Esta asimetría demográfica seguirá siendo uno de los ejes impulsores de las migraciones en el futuro. La ONU ya ha recomendado a los países ricos una mayor apertura a la inmigración ya que de lo contrario, «sufrirán un retroceso poblacional y económico, y ni siquiera lograrán impedir la entrada de inmigrantes, que lo harán de forma irregular».

La pérdida de hábitats: La pérdida masiva de lugares apropiados para que vivan comunidades de personas a nivel global ha sido reconocida como uno de los desencadenantes de las migraciones. Además de los desastres medioambientales provocados por el cambio climático, la pérdida de hábitats puede ser consecuencia de la destrucción de zonas por las guerras o de la apropiación de tierras por parte de la inversión extranjera para plantaciones de monocultivos de exportación, proyectos hidroeléctricos o mineros, etc. El impacto en los medios de vida, el acceso al agua, y la seguridad alimentaria, sobre todo de la población rural, es enorme: tierras inundadas, improductivas o muertas, aguas contaminadas y comunidades enteras expulsadas de sus tierras. Según la socióloga Saskia Sassen, estamos ante un nuevo tipo de fenómeno migratorio, ya que desaparece el «hogar al que volver». El hogar se ha convertido en «una plantación, una zona de guerra, una ciudad privada, un desierto o una llanura inundada»

El presente tiene una serie de retos globales bien definidos que hay que abordar como sociedad y que muchas veces quedan ocultos detrás del fenómeno de las migraciones. Desde luego, una mejora en la gestión de las migraciones es necesaria y favorecería unos desplazamientos más beneficiosos para todos (países de origen, destino y migrantes). Para ello, la apertura y el refuerzo de vías legales así como una mayor flexibilidad en las fronteras son indispensables. Como afirma el investigador Hein- de- Hass, las férreas políticas de control de fronteras pueden ser contraproducentes ya que «las restricciones tienden a interrumpir la circulación y empujar a las personas inmigrantes a asentarse permanentemente», aunque no fuera ese su proyecto inicial.

Queda mucho por hacer. Pero simplificar el análisis de las migraciones a la cifra de entrada de inmigrantes irregulares y alimentar el miedo a las personas extranjeras no va a solucionar ningún problema de fondo y puede tener consecuencias imprevisibles. Una buena convivencia, presente y futura, requiere gestionar las migraciones para obtener lo mejor de ellas, mientras que construimos sociedades inclusivas en las que los discursos de odio y la xenofobia no tengan cabida.

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