Sentimientos

La Voz de Galicia, 03-06-2006

EL PROBLEMA de las prisas es que impiden pensar. Quien mucho se agita, quien no encuentra un rato para leer o para la tertulia inteligente con amigos, termina viajando de soponcio en soponcio. Hasta para irse de vacaciones. Alguna gente no se está quieta porque ya no sabe hacerlo: necesita sonidos o algo moviéndose ante sus ojos, necesita actividad. Son los que, cuando se ven a solas consigo mismos, se aburren. Suben al coche y encienden la radio, llegan a casa y conectan de modo automático la televisión. Para las situaciones intermedias, disponen de un MP3 que pueden calzarse en los oídos siempre que el móvil calla. Viven en el barullo para evitarse, para no tropezar con su propia alma vacía de respuestas, a la que nada se puede preguntar, salvo si le apetece otra cerveza. Lloran a Rocío Jurado y miran con un temor inexpresivo las pateras y cayucos que van llegando. Las dos cosas les producen la misma tristeza. O esa indignación facilona que les permite sentirse buenos sin necesidad de hacer nada por nadie. Para ser buenos, basta con sentirlo, con acertar a conmoverse en las terrazas de los bares o viendo un reality , sin mover ni el trasero ni el bolsillo. El buen sentimiento basta.

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