Vox, un año de extrema derecha

El 2 de diciembre de 2018 marcó un hito para la formación de Santiago Abascal y para el escenario político, que emprendió un rumbo inesperado

Diario de Noticias, EFE/BELÉN GIL ORANTOS, 02-12-2019

MADRID. Doce fueron los pioneros, doce los precursores de una nueva irrupción sorpresiva en la política española.

Francisco Serrano, María José Piñero, Eugenio Moltó, Ana Gil, Manuel Gavira, Ángela Mulas, Luz Belinda, Rodrigo Alonso, Alejandro Hernández, Francisco José Ocaña, Benito Morillo y Rafael Segovia rompieron con el discurso de que en España no había hueco para la extrema derecha y abrieron camino a horizontes inimaginables.

Este lunes se cumple un año de la entrada de Vox en las instituciones. El 2 de diciembre de 2018 marcó un hito para la formación de Santiago Abascal y también para el escenario político nacional, que emprendió un rumbo inesperado.

El partido de los toros, la caza o la inmigración sumó una docena de escaños en las elecciones andaluzas y se erigió en pieza clave, junto a la abstención de la izquierda, de la salida de los socialistas de la Junta de Andalucía después de casi cuatro décadas.

“Doce, doce” gritaban con euforia los militantes esa noche en el hotel sevillano donde Vox conoció el resultado. Lo mismo se podía oír, pero con preocupación en unos casos e incredulidad en la mayoría, dentro de otros partidos y entre los cientos de periodistas pendientes de la jornada electoral.

Las alarmas se dispararon y el impacto fue tal que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, proclamó la “alerta antifascista” y llamó a la movilización en las calles para frenar a la “extrema derecha”, mientras que la hasta entonces presidenta andaluza, la socialista Susana Díaz, apeló a las fuerzas constitucionalistas para “parar a Vox”.

Abascal y los suyos se hicieron fuertes, condicionaron el cambio en Andalucía y, desde allí, dieron el salto a la política nacional a lo que contribuyó la convocatoria adelantada de las elecciones.

Los doce de Andalucía se triplicaron. Sus mensajes contra la inmigración ilegal, las autonomías o las leyes de violencia de género o memoria histórica calaron y el 28 de abril logró tener representación por primera vez en una institución nacional.

Pero los 24 escaños del Congreso de los Diputados, a los que sumó otros diez en las Cortes Valencianas, se quedaron cortos, a tenor de las enormes expectativas generadas tras las andaluzas y sus mítines, en los que continuamente colgaba el cartel de “no hay billetes”.

Se añadió además que no eran decisivos para formar gobierno. El entusiasmo bajó y comenzaron las referencias a Vox como “flor de un día”.

Consciente de ello, Abascal corrigió errores, rebajó optimismos y, tras las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo volvió a marcar agendas.

Aunque perdió la mitad de los apoyos que tuvo el 28A, aumentó con creces su representación institucional y, sobre todo, fue llave de gobiernos autonómicos y de numerosas capitales provinciales, entre ellos algunos tan emblemáticos como los de la Comunidad de Madrid y y el Ayuntamiento madrileño.

Ese papel clave le devolvió a la primera línea. Sin embargo, no parecía suficiente para las nuevas elecciones generales del 10 de noviembre, en las que partió con el modesto reto de mantener sus 24 escaños, consolidarse como quinta fuerza parlamentaria, desmentir la bajada que apuntaban las encuestas y frenar el goteo de dimisiones que empezaban a acumular.

Pero se cruzaron en el camino la sentencia del ‘procés’ y los disturbios en las calles y Vox supo subirse al tren, enarbolar el discurso más duro frente a los separatistas y hacer con ello suyos a más de 3,5 millones de votantes.

52 escaños, tercera fuerza política y primera advertencia la misma noche electoral: superan el medio centenar de diputados y, por tanto, ya pueden recurrir por sí solos todas las leyes que quieran ante el Tribunal Constitucional.

Y, aunque atribuyen parte de su éxito a la pretendida normalización que, según dicen, han transmitido en sus primeros meses en el Congreso, corren el riesgo de que sus polémicos mensajes se le vuelvan en contra.

La decisión de fragmentar la unidad institucional contra la violencia de género y el incidente de su secretario general y concejal en Madrid, Javier Ortega Smith, con una víctima han vuelto a despertar las alarmas y se han tornado en el primer aviso para ellos.

Pero en Vox no preocupan ni las alarmas ni las críticas a un comportamiento que les ha valido para consolidarse un año después del éxito los doce de Andalucía.

Ortega Smith lo dijo gráficamente este miércoles cuando fue preguntado por su reprobación en el Ayuntamiento: “Me importa un bledo”.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)