Inmigración y seguridad

La Vanguardia, 01-06-2006

Lluis Foix

La inmigración ha aterrizado finalmente en el debate político en nuestro país, en toda la UE y también en EE. UU. Las circunstancias son distintas en cada sitio, pero el denominador común es la dificultad de manejar social y políticamente la llegada inesperada y masiva de cientos de miles de personas que parten hacia un horizonte vital más digno sin saber lo que arriesgan y los problemas que crean en las tierras de acogida. Cuando se producen estos trasiegos humanos masivos – en estos momentos hay en el mundo doscientos millones de ciudadanos huidos de su patria – , no se trata de un problema local o regional, sino de un signo de inestabilidad global que genera inseguridad en los puntos de salida y de llegada.
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En España se han aprobado varias leyes de inmigración y se ha regularizado a cientos de miles de ilegales.
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Y a pesar de ello la marea de extranjeros sigue arrojando de forma vergonzante a miles de subsaharianos en las playas canarias, y por las fronteras terrestres y aeroportuarias se cuelan a diario centenares de clandestinos que se convierten en ilegales.
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La primera obligación de los gobiernos es controlar las fronteras del Estado. Tienen la facultad y deben disponer de los medios. Ni éste ni el anterior presidente lo han sabido hacer. ¿Qué gobierno puede repatriar a medio millón de ilegales?Es imposible. Lo que sí podía haber hecho es impedir que llegaran estableciendo cotas y garantizando una inmigración ordenada. Ya era hora de que la UE se diera cuenta de que las fronteras españolas son también las europeas.
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No se ha cumplido con este requisito indispensable y tampoco se ha hecho la suficiente pedagogía para explicar a los recién llegados que pueden gozar de todos los derechos pero que también han de cumplir los mismos deberes que nosotros. Una sociedad que tiene en su seno a cientos de miles de ciudadanos indocumentados, ilegales, corre el riesgo de que se disparen todas las alarmas de la inseguridad y que el miedo se apodere de las gentes, como se ha demostrado en las comarcas tarraconenses en los últimos días.
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Ni éste ni el anterior Gobierno han actuado con responsabilidad en gestionar el fenómeno inmigratorio. Lo más inquietante está por llegar. Tienen los derechos sociales y pedirán los políticos. Surgirá la xenofobia y nacerán partidos extremos. Si se hubiera actuado responsablemente a tiempo, se podría haber desactivado la bomba de relojería que tenemos en las manos. Ojalá no sea demasiado tarde.
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