Rayma Suprani: "La primera migración la vivimos al nacer"

«Yo emigrante» es la exposición de sus creaciones sobre este tema basada en su experiencia personal. Tuvo que exiliarse de Venezuela por sus críticas al chavismo.

La Razón, Domingo García. Madrid., 16-10-2019

Rayma Suprani (Venezuela, 1969) llegó a Madrid en un exilio forzoso. Las caricaturas que publicó durante 19 años en el diario «El Universal» no hacían ninguna gracia a los dirigentes venezolanos y hace tres años tuvo que buscarse la vida fuera de su país. La exposición «Yo inmigrante», que se puede ver en Incasa, el espacio de decoración situado en la calle Villanueva, recoge sus trabajos sobre inmigración.

–¿Es una necesidad contar el exilio?

–«Yo emigrante» surge como algo personal. Como una especie de terapia dentro de mi experiencia como inmigrante que se inició hace tres años y medio cuando me tuve que ir de mi país porque recibí muchas amenazas, porque ya no tenía trabajo, como muchos venezolanos que huimos de la guerra que está aconteciendo en Venezuela. Empecé a leer algunas cosas sobre la psicología del emigrante, sobre el síndrome de Ulises, sobre los miedos, el temor al cambio y empecé a dar rienda suelta a la imaginación y al dibujo, que es lo mío, para graficar esta situación que se inicia una vez que hacemos las maletas y nos vamos.

–Habla de guerra en Venezuela. ¿Es ésa la sensación que hay dentro del país?

–Para mí, sí. Creo que hay muchas formas de guerra. No es la guerra que hemos visto en las películas de Hollywood, que te bombardean, o las que hemos leído en los libros de Historia, pero hay guerras modernas. Y en Venezuela la población está sometida a una cantidad de flagelos, por falta de derechos humanos, por falta de comida, por falta de medicinas, por falta de calidad de vida, por toda una cantidad de situaciones que obligan a un éxodo, a una diáspora, a salir corriendo a buscar opciones de vida en otros lados. Y eso es una guerra.

–¿Y falta de libertad de expresión?

–Sí. Yo trabajé 19 años en el diario «El Universal» hasta que lo compró el Gobierno por medio de un consorcio fantasma y una vez ahí sabía que no iba a durar mucho porque mi trabajo ha sido siempre bastante crítico. Empecé a tener problemas de censura con el nuevo editor que habían traído y terminó en mi salida por la caricatura que hice sobre la salud y la firma de Chávez, que era como un electrocardiograma donde aparecía «salud en Venezuela» y era como si estuviera muerta.

–¿Qué se ha dejado en Venezuela?

–Estamos todos muy fragmentados. El que tiene una oportunidad de irse la aprovecha. Pero no todos la tienen, no todo el mundo tiene un abuelo español o sefardí. Hay gente que no tiene nada afuera. Y paradójicamente mucha gente de esa que no tiene nada fuera fue gente que votó por Chávez y ahora están sufriendo los avatares de una destrucción y de una tiranía y se tienen que conformar con toda esta precariedad que se vive adentro.

–¿Cuál es la función del humor en la asimilación de ese proceso?

–Creo que ésta es una exposición esperanzadora, que habla de emigrar y siempre digo que la primera migración que tenemos como experiencia de vida es nacer, porque nadie puede volverse al útero y porque cuando nacemos nacemos llorando. Y menos mal, porque el que no llora está muy mal. Y ese dolor de la transformación, ese llanto que también el migrante lo sufre por lo que ha perdido tenemos que repotenciarlo en una acción que nos lleve dentro de esa metamorfosis kafkiana a ser mejores ciudadanos, mejores personas.

–¿Hay una experiencia común del emigrante?

–Hay algo que unifica. Reunifica la emocionalidad. Puedes tener dinero o no, posibilidades, unos tienen más que otros… Hay emigrantes que han venido acá, unos hace un año, o meses o gente que tiene ya veinte o treinta años ya fuera pero la emocionalidad es la misma. Es como el hilo de Ariadna de esta exposición, una montaña rusa que te lleva en tu propio viaje. La iconografía de la maleta, que es como la síntesis de esta exposición, se ha convertido en una especie de metáfora filosófica. La maleta representa la parte moderna de los baúles de nuestros abuelos cuando emigraron. Ahora la maleta es moderna, con un diseño aerodinámico, pero al fin y al cabo la maleta eres tú mismo.

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