«Los periodistas no tienen que luchar contra el racismo o el fascismo, sino sacar noticias»

Entrevista al psicólogo social y profesor de liderazgo ético en la escuela de negocios Stern de la Universidad de Nueva York, Jonathan Haidt

El País, Javier Tahiri , 10-10-2019

Las alertas sobre los jóvenes son tan apocalípticas como cíclicas. En la Antigua Grecia, Hesíodo ya avisaba de ello: «Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder», señalaba en el año 720 antes de Cristo. Dos milenios más tarde, Jonathan Haidt (Nueva York, 1963) marca un año a partir del que empieza la decadencia, los nacidos desde 1996, y combina estas advertencias con el recelo a la tecnología propio de autores como Nicholas Carr, como relata a ABC en una entrevista en la Fundación Rafael del Pino. En «La transformación de la mente moderna» (Edición Deusto) avisa junto a Greg Lukianoff de que las redes sociales ponen en jaque la democracia. Los tiempos no son lo que eran. Nunca lo fueron.

-Defiende que los nacidos desde 1996 son más débiles. ¿Por qué?

Al menos en Estados Unidos, Reino Unido y Canadá, los que nacieron en ese año y más tarde tienen tasas más altas de depresión y ansiedad que la generación «millennial» -nacidos entre 1980 y 1995, que es justamente la anterior. Es decir, esto afecta a la «Generación Z» nacidos de 1995 a 2010. Se debe a dos grandes factores. El primero es que esta generación está muy sobreprotegida comparada con las anteriores, todo ello hablando desde la experiencia norteamericana. Los chicos aprenden mejor de la experiencia directa, del fracaso y de los desafíos diarios, y les estamos privando de estas experiencias. La segunda razón recae en las redes sociales. Cuando surgen de 2004 a 2006 eran plataformas donde subías tu perfil y poco más. Pero entre 2009 y 2013, las redes sociales cambian y se convierten en algo más ligado a reenviar y retuitear contenido, mucho del cual se diseña para protestar o criticar a otros. Es en estos años cuando la «Generación Z» se une a las redes sociales mientras que los «millenials» no lo hicieron hasta que no fueron a la universidad. Unas redes sociales en las que no se habla, se critica. Esto es muy negativo para los niños, y por esto vemos que desde 2012 y 2013 hay un fuerte deterioro de la salud mental.

–¿Qué hay de la crisis económica que enfrentaron los más jóvenes?

–No afecta tanto al menos en EE.UU., donde la crisis fue extremadamente severa entre 2008 y 2011, pero después la economía mejoró y la tasa de paro disminuyó. En España fue diferente, la crisis impactó con más fuerza y la tasa de suicidios entre jóvenes aumentó mucho, pero en los dos últimos años he visto los datos y ha descendido.

–¿Explica eso que el populismo haya crecido?

–En esto la crisis sí es fundamental. El populismo aumenta cuando la sociedad percibe que las élites son corruptas y el sistema, injusto. La crisis mostró esto, y el hecho de que los más ricos se recuperaran antes y nadie fuera a la cárcel en EE.UU. pese a la gravedad de la crisis financiera auspicia el surgimiento de Donald Trump.

–Lamenta el auge de la polarización y la falta de debate. ¿Dónde es más grave esto, en la izquierda o la derecha?

–Me interesa mucho cómo funciona la ortodoxia en ciertos círculos y comunidades cuyas visiones distintas son castigadas. En EE.UU. nuestras principales universidades están inclinadas a la izquierda. Allí verás que la ortodoxia es fuerte y la disidencia es castigada. Pero la ortodoxia ha sido tradicionalmente más tribal y efectiva en grupos cohesionados, en este caso, los conservadores. Lo vemos con las represalias a los que se oponen a Trump.

–¿Cómo pueden luchar los medios contra las noticias falsas?

–La gente ya no va a los periódicos, leen los artículos de Facebook, en un momento en el que los medios están endeudados y se preocupan por los virales, con lo que la transformación se ha completado. Hemos destruido la posibilidad de que alguna vez tengamos un sentido compartido de la realidad. En las democracias occidentales será mucho más difícil tener una conversación común o solucionar problemas conjuntamente. Ahora, cuando ocurre algo, los seguidores de izquierdas tienen su realidad, los de derechas la suya. Los medios y las universidades tienen que recordar su profesionalidad y sus estándares éticos. El comportamiento que es apropiado en la calle no lo es en un aula o en una redacción. Los profesores tienen la obligación de investigar y enseñar; los periodistas, de sacar la verdad a la luz. Los jóvenes periodistas tienen una actitud cada vez más política y creen que su trabajo es derrotar el racismo o el fascismo, y no sacar noticias. Esto puede polarizar más a los medios.

-¿Qué diferencia ve en las guerras culturales de ahora?

-La generación más mayor, que recordaba la II Guerra Mundial en los noventa, ya no está: un colectivo que tenía gran capital social e influencia. Ahora, la generación más mayor son los «baby boomers» cuya experiencia fundacional fue luchar entre ellos en los sesenta. Es un contexto generacional diferente. La gran cantidad de contenido para enojarse y la velocidad a la que nos llega es nocivo para la democracia. Hace que muchas personas estén siempre enfadadas y otras desconecten por completo. En algunas personas más conservadoras activa la predisposición autoritaria, al estar permanentemente creyendo que su país está siendo robado o destruido. La polarización y las redes sociales crean patrones que hacen más difícil tener una democracia.

–Los que apoyaron más el Brexit fueron los más mayores…

–El Brexit es más bien una división generacional. Sus orígenes no fueron un movimiento populista o antidemocrático. De tener un tablero de izquierda a derecha se pasó a tener otro de nacionalismo contra globalización. También ocurrió con la elección de Trump.

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