Aprender a dejar la calle

Casi el 90% del centenar de mujeres contactadas ha mostrado su disposición a dejar la calle, según las educadoras

La Vanguardia, 26-05-2006

Ingresos, compañerismo, profesión, oportunidad, esperanza… Palabras sueltas escritas en papelitos amarillos que van poco a poco cubriendo la mesa y la pizarra. Es el segundo día de clase y hoy toca reflexionar sobre lo que les sugiere la palabra trabajo.
>

Sonia da las pautas y ellas se dejan llevar. Están en igualdad de condiciones y nadie las juzga por lo que son o lo que dejarán de ser. Son diez mujeres que han decidido abandonar la prostitución y convertirse en las primeras alumnas del programa de recolocación laboral que el Ayuntamiento de Barcelona ha puesto al alcance de las trabajadoras sexuales con el objetivo de que abandonen la calle. Otra decena espera el curso que se hará en septiembre. Un programa que se enmarca dentro del plan para el abordaje integral del trabajo sexual al que se comprometió el Consistorio tras poner en marcha la ordenanza del civismo.
>

Al compromiso ellas responden con otro: el de abandonar la prostitución. Están “absolutamente convencidas” de que quieren dejar la calle y han visto en este programa, que no deja de ser piloto, “un instrumento para lograrlo”. “Es una gran oportunidad y creo que ayudará a abrir los ojos a muchas otras mujeres”, dice una de ellas. Como contrapartida, les enseñarán a pulir sus cualidades, a diseñar un proyecto profesional, a valorarse y, lo más importante, las ayudarán para que puedan encontrar trabajo. Un compromiso que durará aproximadamente un año, en el que deben invertir al menos cuatro horas al día. En ese tiempo harán talleres para probar algunos oficios en colaboración con empresas hasta que definan qué quieren hacer. Después se centrarán en formarse mediante itinerarios individuales, como peluqueras, camareras, dependientas, modistas o contables. Ellas ponen su propia meta. Por ello recibirán 600 euros al mes, cantidad que se plantea como una beca incentivo para ayudarlas durante ese tiempo y que aporta el Ayuntamiento.
>

Ellas sin embargo no ocultan sus dudas. “Tengo miedo de no aguantar económicamente. De que el dinero no me llegue y recaer”, confiesa la mayoría. Porque aunque la calle “se ha puesto muy dura”, es la única que hasta ahora les ha garantizado ingresos rápidos y abundantes. A Marta Colomer estas palabras no la sorprenden. “Ven la prostitución como un camino sin retorno. Como algo de lo que es muy difícil salir”. Marta sabe de lo que habla. Es la responsable de los programas de atención directa a la mujer que lleva a cabo SURT, la Associació de Dones per a la Inserció Laboral, que, dada su dilatada labor en temas de violencia doméstica, marginación o inmigración, es también ahora la encargada de llevar a cabo este programa con las trabajadoras sexuales. “Previamente al curso se ha realizado una labor diaria en la calle de contacto, acompañado de entrevistas personales para ver el nivel de compromiso de cada una de ellas. Partimos de la confianza y de la convicción que ellas nos han demostrado en que éste es el camino que quieren seguir a partir de ahora”, explica Elena Boira, directora de la agencia encargada de desplegar el plan integral. Por eso, y aunque tienen mecanismos para saber quién sigue prostituyéndose y quién no, no llevarán a cabo ningún control. “No vamos a fiscalizar ni a coaccionar a nadie, ni tenemos derecho a hacerlo. Es un tema voluntario, como cualquier programa social, y lo que requiere es un proceso natural”, añade Meritxell Benedi, coordinadora del departamento de políticas para la igualdad de género del Ayuntamiento. Cortar el grifo económico a las que no cumplan con el compromiso de dejar la calle sería lo más fácil, reflexionan las responsables. “De lo que se trata es de reconducirlas hacia el mundo laboral y que nadie se quede en el camino por muchas veces que recaiga”, aseguran responsables de la concejalía de Derechos Civiles y Mujer, de la que depende la agencia.
>

El trabajo pedagógico adquiere así un importante valor. Pero no es el único. “La mayoría de las mujeres niega sus propias capacidades. Nuestra labor es recordárselas, potenciarlas y mejorarlas. Muchas no saben ni siquiera lo que quieren hacer”, explica Marta. “Saben
gestionar muy bien el dinero y el tiempo, la mayoría sabe cocinar o ha cuidado niños o ancianos, sabe limpiar… Son aspectos que tener en cuenta y un buen punto de partida”. Pese a la diversidad de edades y nacionalidades que representan en el aula, hay un denominador común entre ellas: la ilusión, sin duda alguna. Son conscientes de que ellas marcarán en buena medida el éxito o el fracaso de esta experiencia piloto para cuya planificación se ha contado con la mayoría de entidades y asociaciones que desde hace años trabajan en el ámbito de la mujer. Pero la responsabilidad no las agobia y así lo dicen. Es más, aplauden al mismo que les ha puesto difíciles las cosas en la calle con su ordenanza por darles una alternativa: “Que detrás esté el Ayuntamiento nos da garantías de que va en serio. Y ojalá se apuntaran todas”, expresa con convicción una de las alumnas.
>

Todas ellas han trabajado siempre por libre. Nunca han rendido cuentas al proxenetismo. “Pero tenía que llegar la hora de decir basta y nosotras éramos libres para decirlo”, cuentan. Muchas otras no podrán hacerlo, se lamentan Esther y Mariana, la educadoras sociales contratadas por el Ayuntamiento que durante más de cuatro meses se han recorrido día a día las calles Barcelona. Ellas han sido y son el puente entre el Ayuntamiento y la prostitución que se mueve entre la ronda Sant Antoni, Joaquín Costa, calle Sant Ramon, Robadors y Sant Pau. Repudiadas al principio pero finalmente aceptadas, han conseguido en este tiempo establecer vínculos que van más allá del mero contacto con un centenar aproximado de prostitutas. De ellas, más de un 85% son extranjeras; de éstas, un 80% rumanas. Y la cifra que más les ha sorprendido: que casi el 90% ha mostrado interés por abandonar la calle.
>

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)