"Yo no puedo vivir en Marruecos"

La Vanguardia, 23-05-2006

Tímido aunque decidido a contar lo que le ocurrió el pasado 9 de marzo, Abdelgani El Bahlul acude puntual a la cita con La Vanguardia en una casa particular de Tánger. Apenas dos meses después de haber sido repatriado por la policía española y tras haber pasado por su casa para comprobar que está bien, Abdelgani ya vuelve a frecuentar el puerto de la ciudad norteña a la espera de que llegue de nuevo su momento y pueda subirse a los bajos de un autobús o introducirse en los espacios aparentemente inservibles de un camión.
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“Vinieron a las cinco de la mañana, yo estaba durmiendo. Llamaron a la puerta hasta las seis. Me levanté, sabía que eran ellos y por eso no quería abrir la puerta. Me dijeron que tenía que abrirla y coger mis cosas pero yo no quería”, comienza su relato Adelgani, de 17 años, que salió de su casa con apenas 13 años con la idea de llegar a España y trabajar para ayudar a su familia a salir de la precariedad. Originario de Beni Mellal, en el interior de Marruecos, Abdelgani creció en la provincia de donde proceden la mayor parte de los inmigrantes que intentan acceder ilegalmente a España.
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“Cogí todos los muebles de la habitación y los puse en la puerta para que no pudieran entrar, pero rompieron los cristales”, continúa el menor algo inquieto. “Yo quería bajar al octavo piso – él se encontraba en el noveno – con unas sábanas que había colgado de la ventana. Bajé y allí estaba la policía, que me cogió para expulsarme”.
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Educadores del centro donde Abdelgani llevaba más de un año presenciaron el enfrentamiento entre el menor y la policía. “El episodio transcurrió en tres horas. Hubo momentos muy complicados. El menor, asomado a la ventana de su habitación, sostuvo unas tijeras y luego un pedazo de espejo amenazando con agredirse”. En un comunicado difundido tras la repatriación, el centro afirmó que Abdelgani estaba en estado de shock cuando fue trasladado al hospital y formularon una larga lista de preguntas en torno a qué hubiese pasado si el menor hubiese muerto.
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“Me llevaron al médico del aeropuerto, me tiraron agua por la cabeza, me pegaron para que me levantase, pero yo no podía. Luego me llevaron directamente al avión”, recuerda Abdelgani tras asegurar que nadie avisó a sus padres de que había sido retornado. Permaneció durante dos días en una comisaría de Casablanca, sin comer, en una celda con 15 adultos y otros menores repatriados desde Italia. Según Abdelgani, fueron estos chavales los que llamaron a su casa para dar “la mala noticia”.
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En cambio, según fuentes oficiales españolas en Madrid consultadas por La Vanguardia,el centro se puso en contacto con su familia para ejecutar la repatriación de Abdelgani. Las versiones también difieren en la duración de la operación. “Durante una hora y media se intentó que el menor rectificara, él se negó y más tarde se descolgó hasta el piso de abajo. Tras rescatarle lo introdujeron en un coche camino del aeropuerto de Barajas”, explica la misma fuente que desmiente que Abdelgani hubiera estado inconsciente o que el médico del aeropuerto le hubiera observado. “Ante la resistencia del menor se consultó una vez más al fiscal, quien confirmó la orden de expulsión”, añaden.
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Miembros de organizaciones no gubernamentales que trabajan con menores marroquíes retornados “sin garantías” desde las comunidades autónomas españolas intentan convencer a Abdelgani de que regrese a su hogar y recapacite sobre su intención de volver a intentar cruzar cuanto antes. Pero el chaval no puede evitar comparar y está convencido de que el futuro está al otro lado del Estrecho. “En Madrid estaba estudiando, iba a clase y a un taller de marroquinería. También había hecho prácticas durante un mes pero cuando terminé, como no tenía papeles, no pude trabajar. También hice un curso de fontanería”, comenta orgulloso Abdelgani para justificar sus ansias por quedarse en España. “Yo no puedo vivir aquí. No me gusta Marruecos. Aquí no hay trabajo. No me gusta y no quiero volver nunca. Si vuelvo a cruzar no regresaré nunca a Marruecos”, sentencia Abdelgani.
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De la habitación ordenada de un centro de menores a las calles de Tánger o a la comisaría de la policía en el puerto de Tánger. De las tres comidas al día a hacerlo cuando hay suerte. La realidad de Abdelgani vuelve a ser lo suficientemente dura como para volver a arriesgar la vida. Eso sí, si logra llegar a Madrid no volverá a acercarse a un centro.
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