Mucho movimiento

El Correo, 23-05-2006

Eran marroquíes, los accidentados de la A – 1. Regresaban a Bélgica en autobús después de pasar unas vacaciones en su tierra natal, pero no eran turistas. Serían turistas si pudieran trabajar todo el año en su país y darse un garbeo por Bélgica en el tiempo de las vacaciones. Tampoco son turistas los colombianos, bolivianos y otros hispanoamericanos que se desplazan a Europa a trabajar en la limpieza, la asistencia domiciliaria, la construcción o el transporte. Ni los subsaharianos que tratan de invadirnos pacíficamente estos días. De nada sirve decirles que esto no es el Paraíso; su situación siempre mejorará un poco si consiguen entrar, porque vienen de un lugar donde la única esperanza es salir.

Visto desde el espacio, pero con cierto detalle (visto, digamos, por un telescopio con vista de águila), nuestro planeta debe parecer una bola muy ajetreada, poblada por unas pequeñas criaturas que no paran. Somos las termitas de la Tierra, y hasta los grandes espacios naturales que deberíamos dejar intactos porque son un elemento fundamental en la regulación del clima, están asediados y en peligro. Los chinos ya han anunciado a bombo y platillo la casi finalización de la presa de las Tres Gargantas, una obra monstruosa que tiene al menos tantas desventajas como ventajas, muchas más desventajas que ventajas según algunos informes y expertos. Que se lo digan al millón de personas que habrán sido desplazadas cuando las aguas alcancen el máximo nivel previsto. Pero ya el régimen chino tiene su Gran Muralla, asentada en los intereses creados y la corrupción sin publicidad que alimenta las dictaduras.

Unos cuantos pantanos, pero más pequeños que este colosal experimento chino, es lo que pide el presidente de Senegal, Abdulaye Wade, a cambio de aceptar la devolución de inmigrantes. Mejor dicho, dinero para hacer los pantanos, dentro de un plan de potenciación de la agricultura en el que también debería incluirse la apertura de los mercados europeos a los productos agrícolas africanos. Esto suena un poco a chantaje, pero es un chantaje moralmente justificado, si el dinero va a para efectivamente a donde se dice. Lo cierto es que si el Norte no invierte en el Sur, las gentes del Sur no pueden hacer otra cosa sino viajar al Norte. Ante tanto viajero forzoso, el turismo puede parecer un lujo un poco frívolo, y la afición de esos viajeros que costean África en velero o atraviesan Bolivia en moto, una fantástica extravagancia. La mayor parte de la Humanidad se quedaría en su casita, trabajando y visitando a los parientes, si no tuviera que desplazarse miles de kilómetros en busca de trabajo. Es que para algunos no hay pantanos, y a otros les han puesto un pantano encima de su casa.

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