Sudán

Omar al Bashir, un genocida adicto al trono

Se ha enfrentado a todas las disidencias internas y rebeliones externas, lo que le ha valido condenas internacionales de todo tipo, incluyendo una orden de arresto por crímenes de guerra

El Mundo, Alberto Rojas, 12-04-2019

Omar al-Bashir formaba parte del grupo de dinosaurios africanos que se resistieron durante décadas a abandonar al poder. Como Museveni en Uganda (desde 1986), Mugabe en Zimbabue (desde 1987, caído hace dos años) o Teodoro Obiang (1979, aún en la presidencia). Omar al-Bashir gobernó Sudán desde 1989 (primero en un gobierno de transición y desde 1993 ya como tirano único) gracias a un cruento golpe de Estado. Desde entonces, se ha enfrentado con puño de hierro a todas las disidencias internas y rebeliones externas, lo que le ha valido condenas internacionales de todo tipo, incluyendo una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y contra la Humanidad en Darfur en marzo de 2009. En 2010 este mismo tribunal aredita otros tres cargos por “genocidio”.

Al-Bashir puso en marcha alianzas con milicias locales afines, como los Yanyauid, en Darfur, a los que ha dado orden de expulsar, mediante matanzas de civiles, a grandes masas de refugiados hacia el Chad. Como todos los dictadores, odia a la prensa libre, por lo que los pocos que se han atrevido a practicarla sufren persecución o exilio.

Con su vecino del Sur mantuvo una guerra tan brutal que no se conformó con matar a gente con bombas y balas, sino que promovió la hambruna inducida en amplias zonas del país, como el llamado triángulo del hambre entre las poblaciones de Bor, Leer y Ayod. Así, cerrando los accesos por carretera e impidiendo el despliegue de las ONG, pudo matar a decenas de miles de personas en los años 90.

Entrenado en las academias militares egipcias, actualmente su Gobierno mantiene conflictos con los rebeldes de las montañas del Kordofán, un área que quedó fuera de la independencia de Sudán del Sur, pero cuya población es negra y cristiana. Los nuba, pobladores de esa región, han sido masacrados en un genocidio silencioso con barriles bomba desde hace décadas, ante la pasividad de la comunidad internacional. Lo mismo sucede en el estado Nilo Azul y en otras regiones.

Desde que cobijó a Bin Laden en 1997 se convirtió en un paria de Occidente. EEUU lo consideraba una “amenaza internacional” por “patrocinar el terrorismo”.

Preocupado siempre por las agresiones externas, la rebelión que le ha tumbado ha llegado del corazón de su propio país, cansado de décadas de dictadura. Desde hace meses, la población denunciaba los precios del pan, que se habían multiplicado por tres. Estudiantes desempleados, miles de mujeres y los oficiales más jóvenes del ejército le han enseñado la puerta de salida de su mandato de sangre. Ahora surge la duda de qué hacer con él. En búsqueda y captura internacional, sólo puede refugiarse en países amigos como Arabia Saudí. La represión desatada contra las manifestaciones han dejado, al menos, 40 muertos.

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