Crónica de una avalancha anunciada

ABC, 17-05-2006


TEXTO Y FOTO: LUIS DE VEGA ENVIADO ESPECIAL

EL AAIÚN (SAHARA OCCID.). España y Marruecos han conseguido reducir el número de embarcaciones que en los últimos años había disparado las entradas de inmigrantes clandestinos desde las costas del reino alauí y del Sahara Occidental hacia el sur de la península ibérica y Canarias. Dos pasos han sido fundamentales. Por parte española, la instalación del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), que permite a las Fuerzas de Seguridad detectar con más frecuencia la salida y navegación de las pateras antes de que lleguen a su destino. Por parte marroquí, una mayor concienciación del problema y un mayor ahínco a la hora de hacerle frente, sobre todo desde que las relaciones bilaterales mejoraron con el cambio de Gobierno propiciado por las elecciones de marzo de 2004.

Pero a pocos escapa que el embudo que se estaba originando en Marruecos iba a estallar por alguna otra parte del continente. Cuando en el pasado otoño Rabat puso fin de forma dramática a la crisis de las vallas de Ceuta y Melilla con el abandono en el desierto de centenares de inmigrantes, algunos de ellos intentaron la vía marítima desde costas argelinas.

Las mafias y los cabecillas de los propios subsaharianos intentaron fletar expediciones desde las playas de Orán, a poco más de un centenar de kilómetros de Almería, según supo ABC de fuentes cercanas a los emigrantes. Pero todo apunta a que el celo de las autoridades argelinas en su litoral impidió abrir esa nueva vía, mucho menos peligrosa y más rápida que la que emplean en la actualidad los cayucos.

Los testimonios recogidos por este corresponsal en Nuadibú el pasado mes de marzo apuntan a que los jóvenes seguirán intentando llegar a territorio europeo a cualquier precio, incluso su propia vida. Insisten en que lo que les empuja fuera de sus países no son simples caprichos aventureros de fin de semana. En aquella primera avalancha de embarcaciones que zarpaban desde las playas de Nuadibú salieron algunos de los subsaharianos que fueron repatriados desde Marruecos a sus países durante la crisis de las vallas, pocos meses antes. Aquella dramática experiencia no bastó para que abandonaran la idea de emigrar sin papeles.

La bonanza de Occidente, solución

El Gobierno español se apresuró entonces a enviar a Mauritania a los números dos de Exteriores, Bernardino León, e Interior, Antonio Camacho, que anunciaron que se iban a poner en marcha patrullas conjuntas entre aguas de la república islámica y el archipiélago canario. Da la impresión de que Madrid se mueve a golpe de avalancha de cayucos y que el ritmo de llegada de éstos marca las actuaciones gubernamentales. Nada se volvió a saber de aquellas patrullas hasta que hace unos días las autoridades españolas le volvieron a ver las orejas al lobo con Canarias desbordada.

Ese lobo es casi todo un continente a la búsqueda de una válvula de escape a sus numerosos problemas. Muchos de sus habitantes ven en la bonanza de Occidente una solución. En Mauritania todos sabían que lo que está ocurriendo estos días iba a volver a ocurrir. No sólo las autoridades no cuentan con medios para hacer frente a la presión migratoria, sino que el día en que se logre impermeabilizar las costas de este país las mafias se irán con los desesperados inmigrantes a otra parte. Esa otra parte comienza a ser cada vez con más frecuencia Senegal. Si Nuadibú es la primera ciudad mauritana después del Sahara Occidental, que controla Marruecos, San Luis de Senegal está bañado por las primeras aguas atlánticas senegalesas, justo en la frontera sur mauritana.

Más abajo vienen Guinea Bissau y Guinea Conakry, desde donde ya hay testimonios, según confirmó Cruz Roja, de que ya han partido algunas expediciones. Y enfrente están las islas de Cabo Verde. No importan los kilómetros, ni los días de travesía, ni los peligros. Para ellos es una cuestión entre morir arrodillados ante la cruda realidad africana o ahogados intentando buscar una vida mejor en Europa.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)