La presión vecinal acaba con un piso patera en Santa Coloma

La Vanguardia, 17-05-2006

Más de treinta personas vivieron durante alrededor de un año y medio en un piso de apenas cincuenta metros cuadrados en el barrio del Fondo de Santa Coloma de Gramenet. Mientras unos dormían, otros, en el rellano y las escaleras de la finca, aguardaban su turno bebiendo, discutiendo, orinando, peleándose… hasta este fin de semana, hasta que la espontánea presión del resto de los vecinos les obligó a recoger los bártulos y marcharse a un destino desconocido. Así lo cuentan los inquilinos del número 108 de la calle Pirineus, cuya preocupación ahora es que ninguno de los antiguos moradores regrese al ático.
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Mari Carmen Gómez y Raquel Mateos explican que el piso fue vendido hará un par de años. “Los nuevos propietarios se lo alquilaron a un grupo de rumanos, pero pronto dejaron de pagar la hipoteca y un banco lo embargó. Nadie se hizo entonces responsable del ático; y, poco a poco, el número de rumanos comenzó a crecer. Ha habido momentos en los que han llegado a vivir allí hasta cuarenta personas, de un modo infame: tiraban las basuras por la ventana o las escaleras, hacían sus necesidades en la papelera del portal, nos chuleaban y nos amenazaban. Se reían de nosotros. No les importaban nuestras denuncias”.
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“En este edificio viven unas 25 familias: chinos, marroquíes, brasileños, españoles… – agrega Juan Gutiérrez, cuyo techo era el suelo de los rumanos – no se trata de un problema de racismo, sino de convivencia y civismo. Uno de los rumanos cobraba por semanas al resto, que en su mayoría iba rotando, unos se quedaban unos días, otros unas semanas. Y todos se pegaban entre ellos, los maridos a las mujeres, las mujeres a los niños… y llegó un punto en que uno tenía miedo de bajar por las escaleras. Tenías que sortearles entre los escalones, tirados en el suelo borrachos, intimidándote… no podíamos seguir así. Muchos vivían de la chatarra, y la guardaban en el piso”.
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Todo se precipitó la noche del pasado viernes, cuando una decena de nuevos rumanos apareció en la calle. “Decían que venían unos días a un funeral – cuentan los vecinos – , pero uno no se trae los equipos de música para unos días, ni bolsas suficientes para ocupar diez metros de acera. Dijimos basta y no les dejamos entrar”. Vinieron agentes de los Mossos d´Esquadra y de la policía local de Santa Coloma. También mediadores culturales de la Generalitat. Les dijeron a los vecinos que no podían barrar el paso de la finca. Pero antes de que la sangre llegara al río los nuevos rumanos decidieron marcharse. Al día siguiente lo hizo el resto de inquilinos del piso patera.
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Allí ahora no quedan apenas restos del paso de los incívicos: una cama destartalada, equipos de música abandonados sobre un armario del que sólo cuelgan algunas perchas, un endeble candado en la puerta. “Ayer llamamos a los Mossos d´Esquadra otra vez porque vino uno a buscar unas bolsas. Pero luego se marchó enseguida. Hace unos días tuvimos que cambiar la cerradura del portal porque la habían destrozado. No sabemos si tienen la nueva llave. Lo que está claro es que si regresan otra vez nosotros no le abriremos la puerta. Haremos lo que sea con tal de que no vuelvan a vivir aquí. Tenemos toda la calle de nuestro lado”.
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