Masacre en Nueva Zelanda. Plegaria simbólica

Tras sobrevivir al odio, Mustafa regresó a rezar a su mezquita

Miles de personas, mulsulmanes y de otras confesiones religiosas, asisten a la simbólica plegaria del viernes frente a una de las mezquitas atacadas en Nueva Zelanda.

El Mundo, Javier Espinosa, 22-03-2019

Al concluir la plegaria, Mustafa Boztas admitió que la experiencia le abrumaba. “Casi no tengo palabras, lo siento”, dijo. A veces, su rostro se contraía a causa de un latigazo de dolor. “Todavía tengo un fragmento (de bala) en las costillas y el hígado dañado”, aseguró sentado en la silla de ruedas.

Sin embargo, el joven turco fue tajante. “Tenía que venir, aunque no pudiera caminar”, apuntó.

Incluso después de que hace sólo una semana estuvo a punto de morir a pocos metros de aquí, mientras rezaba en la mezquita de Al Nur. Allí le sorprendió el asesino que le hirió con un balazo en la pierna.

“Me tiré al suelo y me hice el muerto. Cuando se alejó rompí la venta y salte fuera. Me encontré con un chico tirado en el suelo. Tenía los ojos abiertos y un teléfono en la mano. Estaba hablando con su madre. Intenté reanimarlo pero no pude salvarle la vida”, explicó con la voz entrecortada.

Fue precisamente esta dramática experiencia lo que le impulsó este viernes a Mustafa y otros muchos supervivientes de la masacre que se registró en Al Noor el pasado día 15 a regresar a las inmediaciones del templo y asistir a una emotiva plegaria, que congregó a miles de personas, musulmanes y de otras confesiones, en el parque ubicado frente al recinto.

“Teníamos que demostrarle (al homicida) que somos más fuertes. Este es nuestro país, sois vosotros los que tenéis que marcharos”, añadió el chaval de 21 años.

La ceremonia se celebró con la presencia de la primera ministra Jacinda Ardern, que dirigió una breve alocución a los presentes, casi 20.000 personas, según la estimación de las autoridades municipales, ante los que volvió a lanzar un llamamiento a la unidad.
La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, acude a la ceremonia cubierta por el ‘hijab’ como signo de solidaridad.

“Cuando una parte del cuerpo sufre un corte, todo el cuerpo siente el dolor. Toda Nueva Zelanda está de luto con vosotros. Somos uno”, afirmó la jefa del gobierno.

Ardern acudió al evento cubierta por el “hijab”, el tradicional velo musulmán, al igual que cientos de féminas no musulmanas que se congregaron en el mismo sitio exhibiendo la citada indumentaria como signo de “solidaridad”, en palabras de varias de las asistentes.

“La gente no puede sentir miedo al caminar en público portando un hijab. Tienen que poder rezar como les apetezca, sin miedo ni prejuicios”, había declarado Jasmine Crawford, empleada de un hospital de la ciudad.

Bajo el hashtag #headscarfforharmony (velo por la armonía), el movimiento se convirtió en algo viral en las redes durante toda la jornada, extendiéndose a gasolineras, restaurantes y calles de la metrópoli donde no resultaba inusual encontrarse con camareras, dependientas o simples paseantes portando el “hijab”.

“La islamofobia es real, mata”

El rezo del Parque Hangley, retransmitido a nivel nacional por televisión y radio, estuvo liderado por el imam de Al Noor, Gamal Fouda que rememoró cómo el viernes anterior había podido apreciar “el odio y la ira en los ojos” del homicida, en un claro contraste con la imagen que predominaba 7 días más tarde en este lugar.

“Este terrorista trató de romper nuestra nación con una ideología maligna que ha dividido al mundo, pero en cambio hemos demostrado que Nueva Zelanda es inquebrantable. Tenemos el corazón roto, pero no estamos rotos”, proclamó Fouda entre aplausos repetidos de los asistentes.

El clérigo pronunció un emotivo sermón en el que agradeció a toda la nación su solidaridad, pero recordó que lo acaecido no es un incidente aislado sino producto de un fenómeno, la “islamofobia”, cada vez más recurrente.

“La islamofobia es real, mata. Es una campaña con el objetivo de influir en la gente, deshumanizar y producir un miedo irracional hacia los musulmanes. Temer lo que somos, temer la comida que tomamos, la forma en la que rezamos o como practicamos nuestra fe. Hay que poner fin al discurso del odio y la política del miedo. El terrorismo no tiene raza, color o religión. El auge de los supremacistas y ultraderechistas blancos es una gran amenaza mundial”, argumentó.

El llamamiento a que políticos y medios de comunicación pongan freno a la difusión de estereotipos negativos sobre los musulmanes fue una de las exigencias repetidas por muchos de los fieles de esa fe presentes en la plegaria.

Entre ellos el famoso jugador de rugby local Sonny Bill Williams, que se convirtió a esa creencia en 2009. “Tenemos que hablar de racismo, de odio y de la semilla que han estado sembrando los medios de comunicación. Tienen que aprender más sobre el Islam”, relató el deportista.

La jornada estuvo plagada de actos de apoyo en todo el país a la minoría musulmana afectada por la matanza. La presencia de no musulmanes en el rezo de esa religión fue una constante en muchas mezquitas del territorio oceánico, que también mantuvo dos minutos de silencio en recuerdo de las víctimas del día 15.

Otra amplia congregación de personas acudió por la tarde a un funeral masivo en Christchurch en el que se debían enterrar a 26 de los fallecidos en esa aciaga fecha, incluida la víctima más joven de aquel suceso, el pequeño Mucaad Ibrahim, de sólo tres años de edad.

“Soy sincero, cuando salí del hospital tenía miedo. No sabía que iba a pasar, si mi esposa, que lleva velo, iba estar segura al pasea por la calle. Estas muestras de solidaridad nos hacen sentirnos más fuertes. Nos costará recuperarnos pero al menos sabemos que hay mucha gente que está con nosotros”, refirió el egipcio Mustafa Abdulmain, de 42 años, que fue alcanzado en un brazo, que todavía mantiene sujeto por un cabestrillo.

Cambio de mentalidad

La presencia de Rome World y de sus acompañantes en la ceremonia religiosa de la mañana fue otro ejemplo de la significativa reacción que ha generado esta tragedia entre un amplio espectro de la sociedad local.

Hasta el pasado día 15, el joven de 26 años no habría tenido reparo alguno en reconocer su devoción por la simbología nazi que siempre han exhibido los miembros de su banda, los Mongrel.

El chaval se presentó en el parque acompañado de dos voluminosos amigos, todos ellos plagados de tatuajes, ataviados como suele ocurrir con estas pandillas con gafas de sol, pantalones al estilo uniforme, gorras rojas y una camiseta que no ocultaba su filiación: “Mogrel Mob”, se leía en grandes letras.

Esta es una de las bandas callejeras más tristemente célebres de Nueva Zelanda, que durante décadas se ha caracterizado por portar emblemas como la esvástica nazi, el “stahlhelm” (casco) que usó el ejército de Hitler o saludar con la mano alzada como hacían los fanáticos de aquellos años en Alemania.

Ahora han anunciado que abandonan este tipo de saludo “para demostrar nuestro respeto a nuestros hermanos musulmanes”. “Para nosotros ha sido siempre algo sagrado, pero ha llegado el momento en que reconozcamos que somos una cultura diversa y nos alejemos de cualquier connotación racista”, precisó Rome.

Uno de los líderes locales de esta formación, Paito Fatu, admitió que se trata de un “gran cambio de mentalidad, de salir y hacer las cosas de manera productiva”, con el que intentan apartar a los miembros de la banda de la criminalidad.

Un efecto que casi con toda seguridad no era el que pretendía conseguir el extremista que atacó Al Noor.

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