Houellebecq, el profeta del malestar, está de vuelta

Con 'Serotonina' su bisturí penetra en la Europa del 'brexit' y el populismo y en la Francia cabreada de los chalecos amarillos

La Verdad, MIGUEL LORENCI, 30-12-2018

Michel Houellebecq (La Reunión, 1958) confirma con su nueva novela que sigue siendo el incómodo profeta del malestar. Un título que se ganó con su corrosiva irrupción literaria hace dos décadas. El controvertido narrador francés regresa con ‘Serotonina’ (Anagrama), su aterrador diagnóstico del malestar imperante en la Europa del ‘brexit’ y la escalada populista y en la beligerante e indignada Francia de los chalecos amarillos. Desvelando el envés mas sórdida y pesimista de la realidad, este Camus de la era digital narra en primera persona la autodestrucción de un hombre sin futuro en la que simboliza la caída de una civilización asqueada de sí misma.

‘Serotonina’ aparece en Francia el 4 de enero con una tirada de 320.000 ejemplares. Cinco días después se publica en España, Italia y Alemania de forma simultánea. El bisturí de Houellebecq disecciona las miserias sociales, morales y sexuales de la «humanidad media» europea, frustrada, barbarizada y aplastada por una competitividad extrema.

Houellebecq, que pone en dedo en la llaga con cada novela, es de nuevo el infalible y lúcido sabueso de los males que nos aquejan. ‘Plataforma’, aparecida un mes antes del 11 – S y premio Goncourt, fue por desgracia profética narrando un atentado en Tailandia contra los turistas – depredadores europeos un año antes de que los islamistas volaran una discoteca en Bali.

Despachó luego un millón de ejemplares de ‘Sumisión’, donde imaginó como el primer presidente musulmán de la Francia laica imponía la ‘sharía’. Apareció en enero de 2015, el mismo día del salvaje atentado en París contra el semanario satírico Charlie Hebdo, en cuya última portada Houellebecq fue caricaturizado por ‘Charb’, Stephane Charbonnier, uno de los asesinados.

Ahora que los indignados con chalecos amarillos invaden las autovías francesa y el corazón parisino de la República, Houellebecq describe en una escena crucial de ‘Serotonina como los agricultores cabreados con el Elíseo bloquean la autopista A13 y se enfrentan a los gendarmes en una batalla que deja doce muertos. El protagonista de ’Serotonina’ se refiere a la Unión Europea como una «gran puta» y habla de una Francia olvidada «desertificada y descristianizada».

Refiere el descontento de los nuevos pobres y denuncia el cinismo social y de unos políticos incomodados por «un malestar muy inhabitual en ellos», ya que «hasta cierto punto» comprenden «la desesperanza y la cólera de los agricultores» mientras «condenan la violencia y deploran la tragedia y el extremismo de ciertos agitadores».

Quien habla es Florent – Claude Labrouste, exfuncionario del ministerio de Agricultura, como Houellebecq, que con 46 años se siente solo, desgraciado y acabado. Un ser derrotado que detesta su nombre y «busca un refugio para acabar su vida» como «el animal envejecido, herido de muerte y mortalmente golpeado». Para soportarse, se medica con ‘Captorix’, antidepresivo que libera serotonina, «la hormona ligada a la autoestima, al reconocimiento dentro del grupo», precisa Labrouste, pero que mata la libido y causa impotencia.

Ambientada en la crispada Francia de Macron, ‘Serotonina’ mezcla el pasado de Labrouste – a través de su relación con una actriz y una veterinaria – , con su descenso a los infiernos cuando abandona su trabajo, su casa y a su novia japonesa para encerrarse en un hotel barato, y su fase terminal. Un desolador periplo por hoteluchos, carreteras secundarias y desangelados centros comerciales salpicado con escatológicas escenas tan propias del provocador Houellebecq, que no renuncia a la zoofilia o la pedofilia.

El narrador es abiertamente xenófobo, clasista, reaccionaro, infeliz y decadente, y de nuevo se verá en él a un trasunto de Houellebecq que simboliza en el derrumbe de su personaje la liquidación de una civilización «que muere por cansancio, por asco de sí misma», según resumió el escritor en un artículo en defensa de Donald Trump.

Los lectores españoles se sentirán aludidos en los pasajes iniciales de ‘Serotonina’ en los que el protagonista elogia a Franco. El narrador deja un complejo naturista de Almería lleno de jubilados europeos, «derrotados» como él. De vuela a París, hace noche en el parador de Chinchón y en una charla define a Franco como «el verdadero inventor a nivel mundial», del turismo «con encanto y masivo». «¡Piensen en Benidorm! ¡Piensen en Torremolinos!», escribe. Para el narrador, Franco fue «un auténtico gigante del turismo» y cree que «se le acabará revaluando», bajo esa luz. «De hecho, ya empezaba a serlo en algunas escuelas de hostelería suizas y más generalmente, en el plano económico, el franquismo había sido objeto recientemente de trabajos interesantes en Harvard y en Yale», aventura.

     

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